Fuente; Portal de FARC-EP
2012 pasará a la historia como el año en que se logró la aprobación de
los TLCs con los Estados Unidos y Europa, en el peor momento que se podía
esperar.
Por Gabriel Ángel
Desde cuando en tiempos del Caguán se conoció que el gobierno de
Colombia, en alianza con los Estados Unidos, tenía preparada una estrategia
antidrogas de índole militar llamada Plan Colombia, las FARC-EP y la inmensa mayoría
de las organizaciones sociales y políticas que se oponían a ese proyecto
imperialista, señalaron que lo del combate a las drogas no era más que un
pretexto, porque el famoso plan era en realidad un ambicioso proyecto de
dominación económica, política y militar.
Una docena de años después, los hechos demuestran la validez de tales
apreciaciones. La aprobación por el Parlamento Europeo del Tratado de Libre
Comercio entre la Unión Europea y Colombia, constituye la prueba más reciente
de ello. Unos meses atrás oímos calificar como el más importante logro de la
Cumbre de las Américas realizada en Cartagena,la entrada en vigor del TLC con
los Estados Unidos. Doce años continuos de sangre y terror tenían que servir
para algo más que extraditar capos.
Las medidas de ajuste económico dictadas por las entidades
multilaterales de crédito se han aplicado de manera cumplida y sumisa. La
inversión extranjera directa creció en proporciones asombrosas desde la
implementación del Plan. Las exportaciones colombianas se multiplicaron por
diez. El crédito externo fluyó con excesiva generosidad al país. Se ha
combatido el déficit fiscal. El territorio nacional terminó dividido en enormes
lotes para ser adjudicado a multinacionales mineras.
La economía nacional creció y es puesta como ejemplo. Sólo se habla de
incremento de las utilidades. En el sector financiero, en el campo turístico,
en el de los agrocombustibles, en la agricultura para la exportación, en
materia de hidrocarburos y extracción minera. Nada de esto hubiera sido posible
sin el acompañamiento paralelo de la brutal campaña militar y paramilitar
implementada en el país con el Plan Colombia, que apuntaba a crear las
condiciones sociales favorables al proyecto económico.
Esas condiciones sociales favorables consistían en la represión
absoluta de las diversas formas de resistencia al saqueo neoliberal. La
reducción al mínimo del movimiento sindical, de tal modo que fuera posible
profundizar la contra reforma laboral que asegurara la mano de obra barata para
el capital inversionista. Asesinar, corromper, amenazar, encarcelar o
desaparecer a todos aquellos capaces de organizar la resistencia a las
privatizaciones y al desmonte de las justas conquistas de los trabajadores.
A esa tarea de limpieza se añadía la de crear en los campos el
ambiente apto para el ingreso de los inversionistas, lo cual se materializaba
con la embestida militar y paramilitar que desposeía de la tierra a las
comunidades indígenas y negras, a los centenares de miles de colonos, pequeños
campesinos y mineros. En eso cumplían un estratégico papel las fumigaciones
aéreas, fueran realizadas indistintamente con venenos, bombas o ráfagas. Tan
estratégica tarea hacía obvia la necesidad de incrementar el pie de fuerza
represivo y el armamento aéreo.
Que servían además para combatir a los movimientos guerrilleros. A las
pesadas FARC que se habían crecido a extremos peligrosos, hasta el punto de
convertirse en un obstáculo de consideración a los proyectos del gran capital
transnacional en toda Suramérica. Eran un mal ejemplo, al que el gigantesco
aparato de guerra lograría exterminar. Estaba claro que la dirección de las
operaciones estaría en manos de los generales del Pentágono. Las fuerzas
militares colombianas debían en adelante quedar completamente subordinadas a
ellos. La Policía ya prácticamente les pertenecía.
Para que la intervención militar extranjera tuviera una presentación
más amable, resultaba decisivo vincular a las FARC con el tráfico de
narcóticos. Así nació el Plan Colombia, ligado íntimamente al Plan Nacional de
Desarrollo de la Administración Pastrana, destinado a perdurar en los gobiernos
subsiguientes. Se contemplaba que la ayuda financiera norteamericana se
reduciría paulatinamente, hasta que Colombia, armada por completo, se encargara
sola del asunto, cuando las FARC no existieran.
La estrategia neoliberal para Colombia se ha cumplido con la mayor
precisión posible. Con los resultados mencionados, favorables desde el punto de
vista de los inversionistas, pero críticos para quienes mordieron el anzuelo de
la guerra contra las drogas. Se habrán capturado cabezas importantes del
narcotráfico, decomisado cargamentos, acabado con enormes extensiones de
cultivos lícitos y prohibidos, pero, el negocio con todas sus manifestaciones
sigue vivo y pujante.
El Plan Colombia no es un fracaso en la medida en que el proyecto
neoliberal de dominación económica ha sido implementado en términos más que
satisfactorios para el gran capital. Pero al mismo tiempo sí lo es, porque su
discurso de presentación siempre estuvo aderezado con la promesa de acompañar
el crecimiento de la economía con la elevación del nivel de vida de la
población menos favorecida y la solución a los problemas nacidos de la
desigualdad y la injusticia.
En eso el Plan está rajado por completo. Después de Haití, Colombia es
el país más desigual de continente. Además, el aniquilamiento de las FARC
también quedó en veremos, mientras la guerra deja desastrosas secuelas. Santos,
tan fiel vocero del gran capital como Uribe, ensaya recomponer esas realidades
sin cambiar nada significativo en el proyecto. Si asumió el diálogo con las
FARC pensando en un interlocutor desmoralizado y a punto de rendición, se
equivocó por completo. La firmeza de la organización revolucionaria y la
movilización popular por la paz se encargarán de probarlo.
De remate, 2012 pasará a la historia como el año de la aprobación de
los TLCs con los Estados Unidos y Europa, en momentos en que la crisis
económica los empuja al despeñadero, con serio riesgo de arrastrar la economía
colombiana al abismo. Paralelamente, en algunos de los Estados de la Unión
Americana se impuso mayoritariamente en las urnas la despenalización del
consumo, volviendo a poner de presente que la guerra contra las drogas es una
imposición de poderosos intereses. El reclamo de Santos a Obama por esos
referendos, evidencia su hipocresía al hablar de legalización. La guerra contra
las drogas es pilar del proyecto neoliberal. Toda América Latina puede
atestiguarlo ahora.
Montañas de Colombia, 12 de diciembre de 2012.
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