La Habana, 21
de diciembre
Rueda de prensa
Estas
conversaciones que se inician como desarrollo del Acuerdo General para la
terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, están
inspiradas claramente en lo consignado en la parte preambular y los desarrollos
del mencionado documento, que dejan sentado de manera nítida, que el propósito
de fondo de este emprendimiento es la búsqueda de la justicia social. Ahí está
la base para lograr entre todos los colombianos la reconciliación y la
reconstrucción del país.
No radica
entonces la esencia del asunto en que las FARC se conviertan o no en una
organización política legal para comenzar a trasegar el mismo calvario que le
tocó a la Unión Patriótica a partir de la confianza en promesas retóricas. El
fundamento de nuestra presencia en La Habana es levantar nuestra voz para que
sea la voluntad del pueblo la que se exprese y que el gobierno emprenda los
cambios que se requieren para que las mayorías nacionales no sigan padeciendo
la miseria, el desarraigo, el despojo, el terror y la muerte a que las han
sometido por décadas las élites en el poder.
Sobre el fin
del conflicto, entonces, para que exista una visión conjunta del asunto, requiere,
sin duda, cambios en el modelo de sociedad y del antidemocrático sistema
político, que en últimas es el responsable de la vergonzosa desigualdad y de la
exclusión que caracterizan al régimen colombiano.
Las FARC no
están en proceso de negociación, pues nada tenemos que entregar y sí mucho que
exigir como parte de esa ingente masa de desposeídos que claman por tierra,
vivienda, salud, educación, pan, libertad y verdadera democracia.
En este proceso
las partes hemos acordado algunos mecanismos iniciales para abrir paso a la
participación ciudadana; pero en la visión de las FARC, dichos mecanismos son
tan solo catalizadores de nuevas, múltiples y enriquecedoras iniciativas, que
están y deberán seguir surgiendo en el seno de la población, para que el
protagonismo del constituyente primario, sea el artesano de esa construcción
patriótica que es la paz. El pueblo de Colombia debe tener, de principio a fin,
una vocería directa y determinante en la mesa de conversaciones. De ninguna
manera pactaremos acuerdos en la sombra, y mucho menos de espaldas al país.
Todas las
iniciativas de los colombianos que lleguen a la mesa, tendrán nuestro concurso
diligente para que sean analizadas y tenidas en cuenta como parte de un mandato
popular, y no como simples opiniones que sean tratadas como insumos
desechables.
De igual
manera, lo dicho por el conjunto de los invitados a la mesa para aportar luces
al desarrollo del primer punto de la Agenda, política de desarrollo agrario
integral, será material de permanente consulta, en tanto son razonamientos que
desentrañan las causas de orden social que explican la permanencia de la
confrontación que desangra a la patria.
Hemos
identificado en estos, y en los planteamientos del Foro agrario, del cual ya
han llegado noticias exitosas, que es el problema del latifundio, construido a
partir del despojo violento de las tierras, protagonizado por las élites en el
poder, germen fundamental de la confrontación, al que hay que atacar,
emprendiendo caminos de democratización de la propiedad.
Esta misma idea
está latente en las conclusiones que nos han llegado desde las mesas regionales
de trabajo que impulsaron las comisiones de paz de Senado y Cámara, lo mismo
que en el Encuentro Internacional Pueblos Construyendo Paz. Y al respecto, las
propuestas desde las organizaciones sociales de los marginados, de los
indígenas, de las comunidades afro, y de los campesinos, y de toda la
ciudadanía, claman mayoritariamente por la defensa de las pequeñas y medianas
economías rurales, por el fortalecimiento de la pequeña y mediana propiedad
agraria, por la defensa de las Unidades Agrícolas Familiares, de los resguardos
indígenas, de las tierras comunitarias de las negritudes y de las Zonas de
Reserva Campesina; claman para que se reordene el territorio, cesando la
praderización del país, dándole un manejo sensato a la desaforada ganadería
extensiva; claman porque se priorice la producción agrícola que garantice la
soberanía alimentaria, y no la producción depredadora, extractiva, que favorece
los proyectos agroindustriales para la generación de biocombustibles y minero
energéticos, que además de extranjerizar el territorio y pisotear la soberanía
patria, están creando más miseria, más desigualdad y un peligroso desequilibrio
ambiental.
Este proceso
que abordará seis bloques temáticos en los que subsume la problemática
económica, política y social de Colombia, reiniciará a mediados de enero,
seguramente con propuestas audaces que tomen como objetivo principal la
construcción de la justicia social desde ya, sin promesas diferidas y sin
tiempos perentorios que amenacen la prosecución del diálogo.
Entendemos que
la culminación del conflicto es una necesidad vital para la nación, y por ello
urgimos las soluciones a las causas que le dieron origen, y aportamos para
generar el mejor medio ambiente al desenvolvimiento de las conversaciones, el
cese unilateral de acciones ofensivas, pensando en que cuando se produzca la
desmilitarización de la sociedad y del Estado, la construcción de la Nueva Colombia
ya tenga un buen tramo recorrido. Para entonces aspiramos a que ya no reine la
impunidad que se pretende con la aprobación del fuero militar y a que todos los
fuegos que se disparan desde el Estado, con las medidas neoliberales que
asfixian a los colombianos, hayan cesado totalmente y sólo se escuche la
alegría de un pueblo que ha salido de la miseria.
Con la verdad
pura y limpia seguiremos trabajando en forma digna, seria realista y eficaz, en
función de la justicia social y de mantener en alto los intereses más sentidos
del pueblo colombiano. En esta dinámica esperamos que el país avance hacia la
fundación de una democracia popular, es decir, verdadera, llena de pueblo.
Delegación de paz de las FARC-EP
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