Por Camilo Ríos, Frente Urbano y
Rural Jacobo Arenas.
El Mono, como cariñosamente le decían en la ciudad, me resultaba
familiar y sin embargo nunca había visto su fotografía ni había hablado
personalmente con él. Como comandante de frente, provenía del mundo urbano, de
la Ciudad de Medellín...
Por: Camilo Rios
La primera imagen que recuerdo de él, fue sobre lo más alto de la
cordillera central, cuando en medio de la trocha y rodeados de selva y neblina,
estaba de pie el comandante Jimy, acompañado de dos guerrilleros, observando y
en espera nuestra. Con su uniforme impecable y su fusil terciado, el camarada
salió a nuestro paso, y como si se tratara de viejos amigos que vuelven al
encuentro, recibimos de su parte una gran sonrisa, un fuerte apretón de manos y
un caluroso abrazo de bienvenida a la guerrilla.
Aún estábamos a tres horas de camino para llegar al campamento
guerrillero. Un poco cansados, luego de dos días por trochas, estaba
absolutamente feliz, maravillado de los paisajes y enamorado de cada uno de los
hombres y mujeres con los que marchaba, de mis compañeros de la ciudad y de la
guerrillerada que nos acompañaba.
El Mono, como cariñosamente le decían en la ciudad, me resultaba
familiar y sin embargo nunca había visto su fotografía ni había hablado
personalmente con él. Como comandante de frente, provenía del mundo urbano, de
la Ciudad de Medellín, de allí que su papel actual de conductor de guerrillas
estuviera fuertemente influenciado por su trabajo revolucionario donde se había
destacado como constructor de las redes urbanas y partido comunista clandestino
en las ciudades del eje cafetero además de ser creador y formador de milicias
bolivarianas, de esa gran experiencia insurreccional, en comunas de Medellín.
Precisamente por su procedencia urbana había escuchado de él. Y sin
embargo, más que dentro de la estructura partidaria clandestina, su nombre,
traslapado al entonces como Pedro, era comentado en los procesos barrriales desde
las comunas de San Javier hasta la Manrique, de un extremo a otro. Su otro
nombre era nombrado por sobrevivientes con gran amor y aprecio. Cómo podía ser
que un comandante guerrillero, que no pasaba de los cuarenta años, creador de
redes urbanas, milicias bolivarianas y partido clandestino, fuese además
reconocido en las comunidades y sectores barriales? Para unos era un cuadro
militar, para otros un formador político, para los más se trataba de un
luchador social…Sin proponérselo, Jimy simbolizó la energía revolucionaria de
la juventud, del estudiante y luchador social comprometido.
Revolucionario integro, tenía el talante de los mejores
revolucionarios latinoamericanos. De inteligencia excepcional, sus análisis
abarcaban el conjunto de las realidades económicas, políticas y sociales;
precisamente por eso, como el Che, nos llamaba constantemente a aprender,
estudiar y poner en práctica la teoría revolucionaria.
La primera vez que me invito a sentarme en su caleta conversamos sobre
la ciudad y sus viejos amigos en lo urbano. Gustaba de la salsa, la canción
social, la lectura. Me invito a que le contara sobre mi vida, al tiempo daba
paso a la posibilidad de compartir de su experiencia política y militar.
Inspiraba una gran confianza y yo lo sentía como un hermano mayor.
Así lo sentía, así lo siento hoy. Es cierto que la vida nos pone en el
camino hermanos mayores que nos acompañan y de los cuales nos debemos sentir
orgullosos de encontrar.
Cuatro años después, esta vez muy lejano del bosque húmedo, me volví a
encontrar con el camarada Jimy. Esta vez, igualmente impecable, salió a nuestra
llegada, y entre sonrisas y abrazos, me saludo por mi nombre de guerra con la
tranquilidad de quien recibe a un amigo y camarada, como si los años solo hubieran
sido unas horas de despedida. Bienvenidos, nos dijo, e inmediatamente
comenzamos a trabajar. Había asuntos de la organización que definir y el tiempo
apremiaba. Conversamos todo el día y al día siguiente también.
En la noche, en compañía de varios guerrilleros y guerrilleras,
realizamos la hora cultural, la cual por lo apremiante del tiempo y de las
condiciones geográficas y de seguridad solo consistió en un momento donde
colectivamente con la guerrillerada tuvimos un momento de esparcimiento contando
chistes, entre risas y camaradería.
No recuerdo muy bien los chistes y sin embargo aún veo sus rostros
alegres, sonrientes, a la luz de la luna, que iluminaba nuestro encuentro. Su
imagen y la de los guerrilleros y guerrilleras llega a mi memoria cargada de
alegría.
Cuan triste fue el momento en que acompañado por algunas de las
personas que lo conocieron, a las cuales entregaba las cartas de saludos
enviadas por el mismo Jimy y otros guerrilleros, llega la noticia de su caída
en combate. Sabíamos de las condiciones siempre difíciles y del fragor de la
guerra y sin embargo no había terminado de entregar su última carta y el
anuncio de su muerte nos estremecía. Duele el alma el contar de su caída. Y sin
embargo el corazón se ensancha al recordar su presencia y batallar, impecable,
sonriente y de fuertes convicciones e irrenunciable compromiso.
Su llamado a aprender nos señalaba una lucha, que sabia él, era larga,
difícil, de la que él era solo una semilla y de la que hoy somos continuadores,
recordando su llamado al compromiso en esta lucha que hoy continuamos como
pueblo en armas, animados de esperanza, inspirados en su ejemplo combatiente
hacia la victoria.
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