Segundo
llamado a la solidaridad con el prisionero político Oscar Darío Manrique
Giraldo, detenido en ERON-Picota
Por los Presos Políticos de Colombia
Tendido dolorosamente sobre el
camarote de concreto en la celda numero 8 del patio 14 en la torre F del
ERON-PICOTA, en Bogotá, Oscar Darío sufre el dolor de su pierna izquierda
atravesada por los helados metales de un tutor mal atendido por los precarios
servicios sanitarios del INPEC; mientras recuerda con nostalgia los últimos
momentos de tranquilidad vividos en libertad.
Ese lunes 19 de marzo del ano
en curso, en horas de la tarde, llegaron a la vereda Fundación en el municipio
de Arauquita, Arauca, los 14 guerrilleros de la Compañía de Orden Publico Uriel
Londoño, del Frente 10 de las FARC-EP bajo el mando de Robinson. Tras haber
marchado por espacio de una hora desde el anterior campamento. La tarde parecía
ofrecer un descanso al trajín diario de la guerra, y todos se entregaron a lo
que parecía una noche fresca y grata.
Pero en la madrugada del martes
20 de marzo, a las 3:30, llegaron tres helicópteros con vuelo rasante para
evitar ser escuchados a la distancia, de modo que cuando los centinelas dieron
la alarma, ya estaban sobre el campamento huracanando el aire con sus aspas y devastándolo
todo con el fuego nutrido de su ametrallamiento.
“Eso parecía el fin del mundo”
-dice Oscar rememorando aquel infierno.
Oscar ya ha perdido la cuenta
del total de combates vividos y sufridos desde su vinculación a la lucha
revolucionaria en las filas insurgentes, remotamente sobre salen en su memoria
cuatro ametrallamientos y cuatro bombardeos previos a aquel infierno en el que
tras combatir durante una hora, cubriendo con el fuego de su fusil la retirada
de sus compañeros, cayó herido con dos disparos en su brazo izquierdo que rompieron
tejidos blandos, dos disparos en el brazo derecho que rompieron tendones y
hueso (de lo cual esta relativamente recuperado), y un disparo en la pierna
izquierda que le destrozo el fémur.
Ahora recuerda todo ello desde
este purgatorio sin el alivio de estar fuera de combate, pues ahora padece las
inclemencias del abandono, la burocracia penitenciaria, la negligencia médica y
el deterioro de su salud bajo el riesgo de agravamiento o la atrofia definitiva
por la irresponsabilidad de sus cancerberos y custodios.
Gracias a la respuesta a
nuestro primer llamado de solidaridad, que incluyo la gestión de una tutela,
ahora los funcionarios públicos han venido a visitar en tropel al este joven
sencillo, humilde y valiente, no ya con el afán de darle atención integral,
sino desde el frío e impersonal e inhumano interés de evitar que un juez
restablezca los derechos vulnerados a través del peso de un fallo.
Así han venido oficiales y
funcionarias de Sanidad del INPEC, respondiendo por fin los ya refundidos y
traspapelados derechos de petición que no atendieron antes, con miras a
quitarle piso a la tutela.
También lo visitó la Defensoría
del Pueblo amablemente a ver el estado de las gestiones.
Por ello el llamado de hoy, es
a mantener un acompañamiento y monitoreo constante para que el INPEC no
resuelva, como de costumbre, por vía exclusiva de la tramitología y del
papeleo, sino que se garantice la atención medica integral que realmente
requiere.
Agradecemos todo el apoyo
recibido por todos ustedes desde un primer momento, y confiamos en que la
solidaridad será siempre más fuerte que cualquier poder y cualquier aparato de
dominación.
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