La malintencionada
versión sobre Alexandra y las FARC-EP apunta a impedir el despertar mundial de
la lucha contra el gran capital.
Por Gabriel Ángel
La revista Semana
proclama que 30 años consolidan su grandeza, que ha recorrido tres décadas de
mano con la verdad y que su mayor mérito ha sido el periodismo crítico. Simple
propaganda ostentosa sobre sí misma, reforzada cada ocho días por cartas reales
o ficticias de sus tantos lectores de las clases media alta y alta. En realidad
la publicación se ha hecho grande por el cerrado apoyo de sus patrocinadores,
las más poderosas firmas inversionistas de capital en Colombia. El contenido de
la revista las emociona, porque reproduce y multiplica la maravillosa visión
del mundo que ellas defienden.
Todo cuanto publica
Semana se dirige a apuntalar el orden de cosas vigente en el mundo y en
Colombia. El poder omnímodo de las finanzas. Por eso, de la mano con los otros
grandes medios en Colombia, enfila siempre sus baterías contra cualquier cosa
que pueda amenazar la estabilidad en los negocios. Las luchas populares por
mejores condiciones de vida, las denuncias contra el inhumano modelo de
explotación económica, los horrores del terrorismo de Estado en Colombia y el
mundo sólo caben en sus páginas, si publicarlos sirve de algún modo para
destacar la abnegada preocupación de los amos por sus siervos.
Al igual que RCN,
Caracol, El Tiempo, El Espectador y toda esa prensa comprometida y paga por el
poder, Semana no oculta su inquisidora tarea de satanizar la lucha insurgente,
haciendo cuanto esté a su arbitrio para presentarla sin principios, desligada
de cualquier motivación altruista, ajena del todo a la realidad política y
social de nuestro país, hundida cual más en el fango de la descomposición
material y moral. No hay medio informativo ligado al Establecimiento que no
levante como consigna el repudio enfurecido a las FARC. Nadie puede trabajar o
vincularse a ellos sin haber jurado servir sumiso en esa nueva Cruzada.
Con ese sesgo abordarán
cuanto tenga que ver con nosotros. Es claro que ahí no cabe independencia
alguna de criterio, lo cual se hace aún más ostensible con el nuevo proceso de
paz. El poder y la gran prensa convirtieron la experiencia del Caguán en la más
execrable maldición que pueda caber en la mente. Basta por ende con insinuar o
acusar abiertamente de intentar repetir alguna cosa de ella, para concitar el
más escandaloso rechazo. Las FARC estamos obligados a actuar por fuera de la
más ligera referencia al pasado proceso. Ni en los discursos, ni en las declaraciones,
ni en los hechos podemos invocar nada que lo recuerde.
Eso ya fue decretado en
las alturas. Y una inmensa jauría se halla lista a hacerlo valer desde sus
tribunas de prensa. Pero, por increíble que pueda parecer, las cosas van aún
más lejos. La nueva pretensión busca prohibirnos cualquier acción que pueda
significar un ardid para olvidar el Caguán. En las riberas de ese tranquilo río
del departamento del Caquetá fue sembrada la idea sobre nuestra monstruosidad
sin par. De modo que ensayar ser abordados con una óptica distinta también
resulta maligno. Somos lo que dijeron los dueños del capital y la gran prensa,
eso ya está aprobado y nada puede mostrar variantes sobre nosotros.
La novela que comienzan a
escribir en torno a Alexandra viene a corroborarnos lo dicho. El camarada
Timoleón Jiménez, a quien la inteligencia militar y la gran prensa convirtieron
en Timochenko, le expresó a la periodista Vicky Dávila que Alexandra
efectivamente hacía parte de la delegación de las FARC en los diálogos y que allí
cumpliría con la tarea asignada, al igual que cualquier otro de los integrantes
de nuestra delegación. Advirtió también que ninguno de los miembros de nuestra
delegación tenía más importancia que los demás. La entrevista también fue
publicada por escrito en la web de la FM.
Por encima de esto,
Semana se inventó que el Comandante de las FARC "alega que la europea sólo
hará tareas de intérprete y de prensa". Y Sobre esa base monta la
premeditada andanada contra nosotros: Holanda, como la llamamos cariñosamente
en filas, ha sido elegida para con su linda cara reavivar el trabajo
internacional de las FARC y cubrir con su bella sonrisa nuestro rostro
envilecido. Semana asegura conocer nuestros planes, sin mencionar desde luego
cómo los obtuvo: ponerla a ella a representar a las FARC ante el planeta
entero, en holandés, inglés, francés o en dialecto caqueteño. ¡Cómo
seremos de perversos!
Fiel celestina del poder
del gran capital, la revista da por sentado que las ideas revolucionarias, la
consciencia, la elevada moral combativa, la perspectiva de clase, la
solidaridad, el internacionalismo y hasta el amor desinteresado por la
humanidad y los oprimidos, son cosas inexistentes en la mente de los pueblos y
en las mujeres y hombres que los integran. Porque se trata de ideas y
principios odiados a muerte por los todopoderosos capitales que saquean,
explotan, oprimen, asesinan, encarcelan y torturan a miles de millones de
habitantes en el mundo, los cuales financian además medios como Semana en todo
el orbe.
La revista confiere
enormes visos de credibilidad a un librejo publicado por León Valencia y
Liduine Zumpolle. Los dos son viejos amigos, desde cuando la holandesa Zumpolle
participó como mediadora de Pax Christi en la desmovilización de la Corriente
de Renovación Socialista, de donde viene que Países Bajos financien la
Corporación Nuevo Arco Iris. La Zumpolle rompió luego con Pax Christi y fundó
sus propias oenegés, dentro de las que se destacan Manos por la Paz que
coordinan elementos tan ruines como Olivo Saldaña y Biófilo, los de las falsas
desmovilizaciones, y una llamada Cuba Futuro, para desprestigiar la revolución
cubana con el apoyo de la mafia cubano americana de Miami. Gente sana de
Semana.
Ojalá supieran los
cronistas y editorialistas de Semana, el grado de convencimiento y
desprendimiento que se requieren para soportar y superar la brutalidad de la
embestida del Imperio y el Estado colombiano contra las FARC. Es cierto que a
algunos guerrilleros les falta el coraje suficiente y prefieren la entrega y la
traición. Esos son falsos revolucionarios que luego tratarán de congraciarse
con el enemigo recitando sus dichos. Pero los verdaderos permanecen aquí, bajo
las bombas y el fuego, empuñando las armas y decididos a jugarse el todo por su
pueblo. Semana jamás entenderá eso, aunque sabe que gran parte del mundo sí. A
eso es que le temen sus propietarios y patrocinadores, al despertar mundial de
la lucha. Y por eso los miles de millones empleados en la difamación y la
calumnia. Pobres diablos.
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Publicado por AFP NOTICIAS para Agencia Fariana de Prensa - Frente Antonio Nariño el 11/01/2012 07:10:00 a.m.
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