¡Nacimos para vencer, y no para ser vencidos!
– 22/09/2012
¿Quién nos va atajar a nosotros en este país? Nadie. Ni los ríos, ni el sol, ni nada.
Por eso queremos hablar. Buscar otra salida para que no haya tanto muerto.
Comandante Jorge Briceño, enero de 1999, a la revista Semana.
Por eso queremos hablar. Buscar otra salida para que no haya tanto muerto.
Comandante Jorge Briceño, enero de 1999, a la revista Semana.
El
epígrafe ilustra de modo singular el optimismo y el convencimiento
revolucionarios del Camarada Jorge Briceño. Nunca hablaba en primera persona,
porque sabía que no se trataba de una lucha de él, como individuo, sino del
esfuerzo colectivo de miles de guerrilleros de las FARC-EP, que encarnaban el
sentir de un pueblo rebelde y perseguido que los animaba y respaldaba
totalmente en su empeño por el poder, la paz y la justicia social.
Por eso, en los días del
desmedido e infernal acoso que terminó por arrebatarle la vida, decidió
rescatar y hacer suya, y de toda la gran familia fariana, aquella consigna con
la que lo recordaremos siempre: ¡Nacimos para vencer, y no para ser
vencidos! De esa manera transmitía el sentido de pertenencia a la
clase trabajadora, a su organización partidaria, a su ejército invencible.
Sabía, como Gaitán, que no era cuestión de un hombre, sino de un pueblo.
También decía al periodista en
la entrevista citada: Los generales siempre han dicho que nosotros no
tenemos corazón, que nosotros no tenemos ideales políticos, ni principios. Pero
en eso se han equivocado toda la vida. El Mono sabía bien que no sólo
los generales se equivocan con nosotros, sino el conjunto completo de las
clases dominantes, de su clase política, de sus voceros y analistas. Son incapaces
de interpretar la realidad desde la óptica de los de abajo.
Como aves de presa, contemplan
el panorama desde las alturas. Así, para todos ellos la paz no es otra cosa que
la desaparición de las guerrillas, como sea. Tal percepción les permite soñarcon
satisfacción en los puntos que crecería el Producto Interno Bruto, en los
beneficios que reportarían las inversiones, en los negocios que podrían
celebrar al calor de su seguridad. Ninguno piensa que la paz implica
desaparecer los absurdos índices de inequidad social.
Ni en que para que pueda
materializarse la misma, se requerirán profundos cambios democráticos en el
régimen político. Ni uno solo de los integrantes de la burguesía o el
latifundismo mide la paz en términos de vidas, de solución a las carencias más
sentidas de la gran población empobrecida. Menos aún en términos de respeto a
la existencia de una verdadera oposición política. Para reformas está el
Congreso, lleguen ahí con votos, repiten.
Como si no fuera la violencia
criminal emanada del Estado la principal causa del conflicto armado colombiano.
Como si las instituciones a las que nos invitan a insertarnos confiadamente no
fueran mal olientes antros de corrupción política. Como si no existieran
las escandalosas evidencias diarias en torno a la vinculación de la más rancia
clase política con el paramilitarismo y el narcotráfico. Como si el alto mando
militar fuera ajeno a tales prácticas.
La oligarquía entreguista en
el poder se regocija en la idea de que en los últimos diez años la situación
mundial y nacional se transformó enormemente. Tanto que las cosas están maduras
para la terminación del conflicto. Pero no porque la injusticia y la
desigualdad alcancen niveles indignantes capaces de generar un irresistible
estallido social. Sino porque aseguran que las guerrillas fueron vencidas
estratégicamente y carecen de porvenir.
Cuando nos citan el caso de
países del continente en los que fuerzas de izquierda accedieron al poder por
vías electorales, disimulan su profundo desprecio hacia las fórmulas
económicas, políticas y sociales del vecindario. Así como su velado anhelo de
que la conspiración imperialista consiga aplastarlos. Sus monopolios mediáticos
tachan esos gobiernos de odiosas dictaduras y no esquivan el afán por
vincularlos al tráfico de drogas o el apoyo al terrorismo.
Manuel y Jorge
Briceño, el “Mono Jojoy”
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Pero donde más se pone de
presente su talante soberbio y elitista es en el tema de la participación
popular en el proceso de paz. No sólo parten del criterio de que la insurgencia
carece del más mínimo derecho a representar la vocería del pueblo colombiano,
sino además consideranque mucha gente metiendo la nariz en un asunto de tanta
importancia,únicamente puede traer bochinches y entrabar los progresos en la
discusión.
Así que de lo que se trata es
de ser serios, de proponer cosas sensatas, de ser pragmáticos y aspirar tan
solo a lo que la oligarquía está dispuesta a conceder. Que está decretado desde
mucho antes, en su Plan Nacional de Desarrollo, en su ley de víctimas y
restitución, en su marco legal para la paz, en su proyecto de ley de desarrollo
rural. Es a esos personajes y argumentos que vamos a enfrentarnos
abiertamenteen la nueva Mesa de Conversaciones.
Ya lo decía el camarada Jorge
Briceño: Las FARC son muy serias en sus planteamientos sobre el
proceso de conversaciones para buscar una salida civilizada distinta a los
tiros… Estamos dispuestos a hacer lo que sea para buscar salidas dialogadas.Por
eso mismo supimos asimilarsu muerte, y la de Alfonso, transformándolas en una
superior fuerza moral, en un agudo acicate para perseverar, en una férrea
decisión de victoria.Es claro que la gigantesca agresión de los últimos diez
años no logró amellar un milímetro el filo de nuestras ideas.
Y éstas han demostrado
suficientemente que son mucho más más fuertes que el más poderoso de los
ejércitos. Nuestra inquebrantable unidad interna, nuestra elevada moral
revolucionaria y el incesante apoyo popular nos garantizan que saldremos
victoriosos de esta nueva prueba. Sabemos bien que el pueblo colombiano no va a
quedarse callado, que siente llegada su oportunidad para reclamar y exigir, y
que se movilizará masivamente por los cambios.
Refiriéndose al Presidente de
entonces, el Mono expresó con su habitual desenfado: Pastranaparanosotros
es un hombre de la oligarquía, un neoliberal y un delfín. Pero que tiene
voluntad de hablar. Entonces vamos a ver hasta dónde le aguanta el
calzón. No parece desacertado pensar en su vigencia con relación al
actual primer mandatario. Las cosas en una década cambian, pero quizás no tanto
como quisieran algunos.
SECRETARIADO DEL
ESTADO MAYOR CENTRAL DE LAS FARC-EP
Montañas de Colombia, 22 de
septiembre de 2012
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