“Padre de la selva Colombiana”, 2008. Obra de la
artista, pintora y guerrillera Anti Maleywa
|
Timoleón Jiménez: “Otra
Colombia es posible y entre todos podemos modelarla”
MARCO LEÓN CALARCÁ: Les hemos convocado para
darles a conocer una declaración de nuestra organización, las
FARC-Ejército del Pueblo. Los aquí presentes integramos la delegación
de las FARC que participó en el encuentro exploratorio para la paz con
el Gobierno colombiano. Los camaradas Mauricio Jaramillo, Ricardo
Téllez, Andrés París, Hermes Aguilar, Sandra Ramírez y quien les habla,
Marco León Calarcá.
Vamos a escuchar al jefe de la delegación, el comandante Mauricio Jaramillo.
MAURICIO JARAMILLO: Buenas tardes. Saludamos en nombre de las FARC-Ejército del Pueblo, con sentimiento bolivariano de patria grande y justicia. Me honra presentarles la intervención de nuestro comandante, camarada Timoleón Jiménez, anunciando el cierre del encuentro exploratorio y el inicio de la mesa de conversaciones, como parte del arduo pero necesario camino de la construcción de la paz estable y duradera para Colombia. La resistencia del pueblo colombiano hace parte del torrente de lucha de los pobres del mundo por una vida digna, producto del trabajo y en paz. En ese sentido, fluye la solidaridad. Al agradecer su asistencia, invocamos su objetividad como forma de contribuir al noble propósito de paz en nuestra patria. Muchas gracias.
MARCO LEÓN CALARCÁ: Quiero decirles, además, que el jueves 6 a las 10 de la mañana, habrá una rueda de prensa con la delegación de las FARC en este lugar. También que al final de esta actividad se entregarán copias de la intervención de nuestro comandante Timoleón Jiménez, en su versión digital e impresa. Veamos entonces la declaración.
Vamos a escuchar al jefe de la delegación, el comandante Mauricio Jaramillo.
MAURICIO JARAMILLO: Buenas tardes. Saludamos en nombre de las FARC-Ejército del Pueblo, con sentimiento bolivariano de patria grande y justicia. Me honra presentarles la intervención de nuestro comandante, camarada Timoleón Jiménez, anunciando el cierre del encuentro exploratorio y el inicio de la mesa de conversaciones, como parte del arduo pero necesario camino de la construcción de la paz estable y duradera para Colombia. La resistencia del pueblo colombiano hace parte del torrente de lucha de los pobres del mundo por una vida digna, producto del trabajo y en paz. En ese sentido, fluye la solidaridad. Al agradecer su asistencia, invocamos su objetividad como forma de contribuir al noble propósito de paz en nuestra patria. Muchas gracias.
MARCO LEÓN CALARCÁ: Quiero decirles, además, que el jueves 6 a las 10 de la mañana, habrá una rueda de prensa con la delegación de las FARC en este lugar. También que al final de esta actividad se entregarán copias de la intervención de nuestro comandante Timoleón Jiménez, en su versión digital e impresa. Veamos entonces la declaración.
Trascripción Stolpkin.net:Nota Stolpkin.net: La siguiente transcripción, completa, es la declaración de las FARC-EP a través de su Comandante en jefe Timoleón Jiménez sobre “el anuncio oficial del inicio de conversaciones de paz con el Gobierno de Colombia”.
Comandante Timoleón Jiménez:
Las FARC-EP deseamos hacer también del dominio público, el
anuncio oficial del inicio de conversaciones de paz con el Gobierno de
Colombia.
Timoleón Jiménez |
Con él se desata de nuevo un proceso de diálogos encaminado a
la consecución de la paz en nuestra patria; una noble y legítima aspiración que
la insurgencia colombiana defiende desde hace ya medio siglo. Adjuntamos el
texto de dicho acuerdo.
Consideramos un deber insoslayable reconocer la invalorable
colaboración del Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, encabezado
por el señor presidente Hugo Rafael Chávez Frías, que resultó determinante para
la conclusión de este acuerdo; así como la inmejorable actuación del Gobierno
del Reino de Noruega, que jugó un papel fundamental… (Interrupción).
Sin la preocupación y gestión del Gobierno presidido por
Comandante Raúl Castro, esta larga faena no habría llegado a tan exitoso
puerto. A todos ellos, nuestros formales y sinceros agradecimientos. Estamos
seguros que toda nuestra América aplaude su generosa actuación. No nos cabe
duda de que nuevas naciones seguirán sumándose al propósito de brindar este
nuevo esfuerzo.
Han transcurrido 10 años, desde cuando Andrés Pastrana
decidió echar en sacos rotos sus propósitos de paz, y decretar una nueva etapa
en la larga confrontación civil colombiana. Daba así cumplimiento a la
persistente amenaza de su primer Ministro de Defensa, que nos advertía,
comenzando el proceso del Caguán, que tendríamos dos años para pactar nuestra
entrega. So pena de sufrir un exterminio ejemplar, por cuenta de la arremetida
que preparaba el Estado contra nosotros. Es claro que todo fue un ardid oficial
para ganar tiempo. Cuánta muerte y destrucción; cuánto dolor y lágrimas; cuánto
luto y despojo inútiles; cuántas vidas y sonrisas cercenadas, para finalmente
concluir que la salida no es la guerra sino el diálogo civilizado. Pueda ser; y
Colombia entera debe ponerse en pie para impedirlo. Que no suceda lo mismo esta
vez; nuestra patria no merece esta guerra que declararon contra ella. Pero una
década atrás, no sólo se vino sobre Colombia y su pueblo una espantosa y
embestida militar, paramilitar, judicial, económica, política y social que hoy
parece reconocerse como vana; también cayeron sobre nosotros como aves de
presa, los propagandistas del régimen con su discurso difamatorio y venenoso.
Cuál de los más viles adjetivos no se lanzó contra quien asumiera una posición
política próxima a nuestra palabra; de qué estigma infamante no fuimos
cubiertos quienes hicimos frente a la guerra y la violencia desatada con
frenesí desde el Poder; cuál de los más horrorosos crímenes dejó de sernos imputado;
también tan denigrante envilecimiento del lenguaje terminó siendo inútil.
Volvemos a un mesa. Reconocidos como adversarios militares y
políticos; convidados y protegidos por quienes nos persiguieron; acompañados y
avalados por la Comunidad Internacional.
Definitivamente tanta manifestación de odio, carece de
sentido. Quizás para la satisfacción de quienes el Gobierno Nacional ha
reiterado una y mil veces, tanto en el escenario exploratorio como en sus
múltiples declaraciones públicas, su inamovible decisión de no permitir ninguna
de las que califica como concesiones en el terreno de la guerra. En su extraño
parecer, cualquier posibilidad de cese al fuego, tregua, armisticio o despeje,
únicamente contribuye a la creación de incentivos perversos.
Es claro para nosotros entonces que pese a las
manifestaciones oficiales de paz, los alzados llegamos a este nuevo intento de
reconciliación asediados, no sólo por el mismo embate militar desatado una
década atrás, sino compelidos abiertamente mediante su acrecentamiento a
recoger nuestras aspiraciones políticas y sociales a cambio de una miserable
rendición y entrega. Pese a tales señales, las FARC-EP guardamos la sincera
aspiración de que el régimen no intenta repetir la misma trama del pasado.
Pensamos simplemente que están en evidencia las enormes dificultades que tendrá
que afrontar este empeño, la consecución de una paz democrática y justa, merece
afrontar los más difíciles retos.
Por encimas de ellos, somos optimistas. La historia siempre
ha sido labrada por las fuerzas sociales que apuntaron al futuro. Estamos
convencidos de que la realidad nacional impondrá la voluntad de las grandes
mayorías, que creen y necesitan de la paz con justicia social.
A un lado del camino deben quedar los firmantes de fabulosos
contratos derivados de la guerra; los que encuentran en los grandes
presupuestos de Defensa un rápido camino al enriquecimiento; los que
acrecientan velozmente sus propiedades e inversiones con base en el pillaje
contra los indefensos.
A la obsesiva e indolente posición de identificar la paz
exclusivamente con la victoria; de alcanzarla mediante brutales operaciones
militares y policiales de aniquilamiento; de conquistarla con base en
devastadores bombardeos y ametrallamientos; de identificarla con la
consagración de la impunidad para la arbitrariedad de sus agentes; de tejerla
con millares de capturas masivas, allanamientos, persecuciones, desplazamientos
y toda clase de represiones contra la población colombiana que reclama sus
derechos; de asimilarla a la aceleración de la locomotora de la infamia,
resulta urgente enfrentar una concepción distinta, justa, realista y
constructiva.
Una paz fundada en la verdadera reconciliación, en el
entendimiento fraterno, en las transformaciones económicas, políticas y
sociales, necesarias para alcanzar el punto de equilibrio aceptable para todos;
en la extirpación definitiva de las razones que alimentan la confrontación
armada. Sobre tales certezas, se elaboró conjuntamente la parte introductoria
del Acuerdo General.
Un importante logro en las discusiones del encuentro
exploratorio. Se reconocen allí, entre otros hechos, incontrovertibles, que
este proceso de paz, atiende al clamor de la población en su conjunto, y por
tanto, requiere de la participación, sin distinción, de todos; que deben
respetarse los Derechos Humanos en todos los confines del territorio nacional;
que el desarrollo económico con justicia social y en armonía con el medio
ambiente es garantía de paz y progreso; que el desarrollo social con equidad y
bienestar, incluyendo las grandes mayorías, nos permitirá crecer como país; que
la ampliación de la democracia es condición para lograr bases sólidas de paz. A
pesar de ello, aún se escuchan con fuerza voces oficiales que abiertamente
persisten en la salida militar. Allá ellos. Las FARC-EP asumimos, identificados
con el pueblo de Colombia, que la introducción de esos axiomas en el Acuerdo
General, constituye el marco teórico de principios que deberá ser materializado
en los acuerdos finales sobre la agenda pactada.
Seis meses batallando por estas verdades nos permitió por fin
conseguir del Gobierno Nacional su inclusión.
Para nosotros es perfectamente claro que la llave de la paz
no reposa en el bolsillo del presidente de la república, tampoco en el
comandante de las FARC-EP; el verdadero y único depositario de tal llave es el
pueblo de este país. Es a los millones de víctimas de este régimen elitista y
violento, a los afectados por sus políticas neoliberales de desangre, a los que
sueñan con una democracia real en una patria amable, en desarrollo y en paz, a
quienes corresponde jugar en adelante su rol protagónico por una nueva
Colombia. Y a ellos, estamos dirigiéndonos los FARC con nuestro corazón en las
manos. Porque ha vuelto a abrirse la puerta de la esperanza; porque repican las
campanas llamando con fuerza a la plaza central, para que salgan de sus
veredas, de sus viejas minas, de sus comunidades y resguardos, de sus barriadas
pobres, de sus centros de trabajo, de las factorías que los consumen, de sus
talleres domésticos, de su rebusque agónico de todos los días, de sus centros
de estudio, de su confinamiento carcelario, de su incesante búsqueda de empleo,
de sus pequeñas empresas, de sus fábricas amenazadas por la quiebra, de sus culturas
ignoradas, de su nicho de desplazados, de sus escondites de amenazados, de sus
rincones de víctimas, de sus hogares destruidos.
Se trata de marchar por la paz, por la construcción entre
todos del nuevo país; se trata de cerrarles el portón a los amos violentos; de
luchar por profundas modificaciones del orden vigente.
El espacio para la lucha de millones de colombianos está
abierto. Es eso lo que significa que la paz es una cuestión de todos.
Tenemos que hacer de esta oportunidad un nuevo grito por la
independencia.
Poco más de dos siglos atrás, clamaba José Acevedo y Gómez
desde un balcón capitalino: “si dejáis escapar esta ocasión única y feliz,
mañana seréis tratados como insurgentes. Mirad las mazmorras, los grillos y las
cadenas que os esperan”.
La situación de hoy es asombrosamente semejante.
O los colombianos del montón, los secularmente humillados y
ofendidos, los oprimidos y explotados nos ponemos de pie en defensa de nuestro
territorio y sus riquezas, de nuestro trabajo, de nuestras libertades,
familias, vidas y culturas, amenazadas por completo, o terminaremos con la
marca del hierro candente en las espaldas, constreñidos por las bayonetas,
lamentado sin consuelo haber sido inferiores a nuestro compromiso con la patria
y nuestros hijos; o seguiremos sufriendo la prolongación indefinida y lacerante
del conflicto para impedir por la fuerza semejante destino.
En días recientes, alguna revista reseñaba como una
empirefollada señora de la alta sociedad, renunció de modo airado a su participación
como socia en un exclusivo club de la capital, por haber visto bailando en uno
de sus pasillos a un jovenzuelo atrevido que tenía, además, un cigarrillo en la
mano. Una “afrenta intolerable”, a su juicio.
Que la gente de la alta sociedad proceda de ese modo, en sus
clubes sociales, es un asunto de ella. Pero que no pretendan seguir obrando de
igual modo con el país entero. No puede calificarse como bochinche y ruido
innecesario, la participación general del pueblo colombiano en las discusiones
de paz. Menos cuando ha sido éste quien ha puesto la mayor cuota de sangre y
sufrimiento en el conflicto.
Llamamos por eso a Colombia entera a pronunciarse; a exigir
su participación o a asumirla en las calles y carreteras, como ha aprendido a
hacerlo por siglos. Ella también tiene su agenda.
En nuestro país se ve de todo. Vampiros sedientos de sangre
acuden hoy a los cuarteles a llenar de consejas a los miembros de las Fuerzas
Armadas a fin de lograr que se atraviesen en los esfuerzos de paz y de reconciliación.
Peligroso asunto. Pero saldrán también derrotados. Nadie como las guerrillas
para dar fe de la entereza y valor de los soldados y policías de Colombia.
Combatimos a diario en todo el territorio nacional. Ellos nos causan nuestras
bajas y son a su vez alcanzados con el fuego de nuestras armas. Saben bien que
la necesidad los ha impelido a jugarse la vida; que alimentan a sus familias
con el miedo permanente a la muerte o a la invalidez; son colombianos del
pueblo que aman la vida y se sueñan con prolongarla; que sufren necesidades si
ven a sus hijos crecer en medio de tan aciago panorama de incertidumbre social
y violencia, que junto a los suyos no pueden querer esta guerra. Habrán en su
cúpula elementos guerreristas y ambiciosos, que se prestan a los más sucios
propósitos; gente como Rito Alejo del Río o Santoyo, penetrados hasta los
tuétanos por las doctrinas imperiales de la Seguridad Nacional que convierten
en hongos a los hombres. Pero también debe haber patriotas; militares honestos
que se preguntan por qué razón las Fuerzas Armadas colombianas se encuentran al
servicio de poderosas multinacionales que saquean las riquezas del país; por
qué su papel se reduce a la intimidación, al aplastamiento de la población
inconforme con las políticas antipatrióticas de gobiernos corruptos; que se
cuestionan por su papel de garantes de un injusto orden de cosas; que se
irritan al ver como sus altos mandos dan sumisos partes a generales
extranjeros. A todos ellos, extendemos en esta hora nuestras manos abiertas en
procura de reconciliación. Otra Colombia es posible y entre todos podemos
modelarla.
Haber llegado a la Habana no fue fruto de la resistencia
indoblegable de la insurgencia colombiana. Es, sobre todo, el triunfo del
clamor nacional por la paz y la solución política. Es el resultado de cada
consigna pintada en una pared; de cada acto de masas promovido en centenares de
sitios; de esa movilización campesina, indígena y de negritudes que confluyó en
Barrancabermeja en agosto del 2011; de las arrolladoras marchas en cada
departamento y en la capital del país; de la protesta social; de la lucha
contra las fumigaciones; de los paros y huelgas contra el gran capital
transnacional; de todos esos encuentros de mujeres, de artistas, de estudiantes
y jóvenes; de Colombianos y Colombianas por la paz; del Congreso de los
Pueblos; de la Minga indígena; de la movilización de múltiples sectores; del
grito adolorido de los habitantes del Cauca y Putumayo, del Cesar, del Huila y
la Guajira, del Caquetá, los Santanderes y Arauca; de todos los rincones de
nuestra geografía patria. Semejante torrente ya no podrá detenerse, estamos
seguros que seguirá creciendo; que se llevará por delante los planes
imperiales, los aviones cazas, los tanques de guerra, los infernales desembarcos,
los batallones de combate terrestres, los brutales escuadrones antimotines, los
falsos positivos, las amenazas y los emplazamientos, el paramilitarismo, los
pedantes jurisconsultos, la falsedad mediática, la politiquería rastrera, las
políticas neoliberales.
Por nuestra parte, llegamos a la mesa de diálogos sin
rencores ni arrogancias, a plantear al Gobierno Nacional que considere
importante los de abajo; que no juzgue la como ingenuidad de sus anhelos, que
no los crea incapaces de emprender grandes empresas, que le reconozca su
derecho a tomar parte en las grandes decisiones nacionales.
Con el cerrado apoyo de enormes muchedumbres, no pensamos en
levantarnos de la mesa sin haber hecho realidad esas banderas.
¡¡¡Hemos jurado vencer y venceremos!!!
¡¡¡Viva la memoria y el ejemplo de Manuel Marulanda Vélez,
Jacobo Arenas, Efraín Guzmán, Raúl Reyes, Iván Ríos, Jorge Briceño, Alfonso
Cano, Marianita Páez, Lucero Palmera, y todas las guerreras y guerreros que
ofrendaron su sangre por la paz de Colombia!!!
¡¡¡Viva Colombia!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario