Por
Alexandra (FARC-EP)
Colombia es un tumor putrefacto…, empacado en papel de
regalo con una cinta rosada alrededor. ¡Ay! de la persona que se atreva a
soltar la cinta y sacar el tumor… No solamente se pega el susto de su vida,
sino también tiene que temer por su vida. Paramilitares, genocidios,
desapariciones, desplazamientos forzados, asesinatos selectivos de campesinos,
sindicalistas, profesores, periodistas, masacres, fosas comunes por centenares,
y gente en la miseria por millones integran la realidad sangrienta y cruel que
se enquista en el alma de los sobrevivientes.
Pero esta vez no quiero hablar de la situación
deplorable de los derechos humanos en este país, sino que quiero tratar la
pregunta ¿Qué es lo que mantiene en pie esta democracia de mentiras?
En primer lugar, obviamente, está el ejército y la
policía; ellos son el sustento de fuerza para cualquier régimen en el mundo.
Podría hablar aquí del papel de la disuasión, porque éste es el significado
detrás de la existencia de estas entidades, pero prefiero limitarme simplemente
a la afirmación que el ejército y la policía apoyan y sustentan el régimen
colombiano.
En segundo lugar está el hecho que en Colombia existe
la democracia en papel, en la Constitución, en los discursos políticos, en el
Congreso, en las leyes y tal vez incluso en las cabezas de los que hacen las
leyes, proclaman los discursos y vigilan la ley, aunque es bastante dudable. Y
ni siquiera estoy hablando de democracia en el sentido estricto de la palabra;
estoy hablando de la máxima democracia que la humanidad, supuestamente, ha sido
capaz de establecer a gran escala: la social democracia.
Y, en tercer lugar, están los todopoderosos medios de
comunicación, quienes se encargan de convencer al país y al mundo de la “autenticidad”
de la democracia en cuestión. Para ello, venden ideas, ideas irrisoriamente
baratas, que (ya) no tienen nada que ver con la realidad de este país. Su
ejercicio del periodismo tiene un objetivo fundamental: defender la posición
del gobierno.
Y ESO RESULTA
EN PRODUCTOS finales lamentables, como el programa radial Hora Veinte, donde tienen lugar unas aparentes
“acaloradas” discusiones sobre la guerrilla, sin haber invitado –así fuera una
sola vez- a un guerrillero, o donde ni siquiera alguna vez han transmitido
alguna nota positiva sobre la guerrilla. Donde ´ser radical´ significa que se
pronuncien opiniones pseudo-izquierdistas con tonos más altos de lo normal, con
más volumen y escupiendo en cada frase dos o tres groserías. ¿Eso es
periodismo, Salud Hernández?
Productos como Voces del Secuestro (otro programa radial para la desinformación
y para la estigmatización de la guerrilla), donde única y exclusivamente
podemos escuchar las voces de las madres, padres, esposas, tías, tíos, hijos,
nietos, vecinos, amigos y conocidos de los agentes y soldados “secuestrados”, o
sus compinches, mientras que no hay lugar para los familiares de los
prisioneros políticos, quienes están pudriéndose en las cárceles colombianas,
viviendo bajo unas condiciones infrahumanas y quienes en algunos casos han sido
sentenciados a más de 50 años a partir del montaje de pruebas falsas y las
violaciones al “debido proceso”. ¿Eso es periodismo, Herwin Hoyos?
O simplemente Noticias Caracol o RCN, donde los
guerrilleros masacrados en cobardes bombardeos son mostrados por Pinzón, el
brabucón Ministro de de Defensa, con hinchado orgullo, mientras que los “héroes
de la patria caídos en combate” son llorados durante semanas enteras. Los
grandes medios de comunicación montan un gran “show mediático” alrededor del
dolor de los familiares de los militares del Estado caídos por una u otra
circunstancia de la guerra. Pues resulta –oh, qué sorpresa- que los
guerrilleros no son caídos del cielo, no son incubados por el espíritu santo,
no: ¡ellos también tienen familia!, también tienen amigos y camaradas que desde
el silencio que impone la persecución del régimen los evocan y los lloran con
dignidad y esperanza en que de algo pueda servir tanto sacrifico. ¿Es
periodismo lo que ustedes hacen, Juan Gossaín, Darío Arizmendi?
Y LUEGO
PREGUNTÉMONOS: ¿No hay periodistas anticapitalistas o
antiimperialistas en este país? ¿Periodistas tipo John Reed, personas que en
verdad se sientan comprometidas con el bienestar de su pueblo, de su gente? ¿O
siquiera periodistas con una posición medianamente democrática? ¿O será que no
hay libertad de prensa? Bueno, las repuestas a ambas preguntas son afirmativas.
No hay libertad de prensa; pero, mientras en otros países sin libertad de
prensa al menos se respeta el derecho a la vida, aquí los periodistas con un
punto de vista verdaderamente crítico o realista simplemente se eliminan. Y eso
lleva a la situación de que no existen los periodistas “de izquierda” o
siquiera objetivos. Los colombianos con una mirada crítica frente a la sociedad
y la forma en la que está manejada (y los que – en potencia- pudieran ser
periodistas serios) están escondidos en las inmensas selvas de este país y
también les dicen – susurrando- “guerrilleros”. En voz alta se llaman
“terroristas, “bandoleros” o “asesinos”.
La única pregunta que nos resta: ¿Es legítimo dudar de
la legitimidad de la lucha armada?
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