Comandante Pastor Alape, integrante del Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC-EP. |
Por Pastor Alape
Integrante del secretariado de
las FARC-EP
El pasado
8 de marzo se desarrollaron en muchas partes del mundo, jornadas de exaltación
de la lucha de las mujeres por alcanzar el ejercicio pleno de sus derechos. En
las filas guerrilleras de las FARC no pasó desapercibida la jornada.
Infinidad
de mujeres han perdido la voz, la vida, a causa de luchar abiertamente o con
sus silencios prácticos y efectivos, por el reconocimiento de su condición a
plenitud sin encasillamientos a esferas políticas, culturales, sociales y
económicas de marginalidad. Por su participación de la arquitectura y desarrollo
de la sociedad.
En Colombia son muchas, infinidades, que
pertrecha das de amor y convicciones han dedicado todas sus energías en la
construcción de la utopía, vertiendo iniciativas y actividades en el desarrollo
de sus comunidades y en las especificidades de su género, todas moldeadas de
sencillez, feminidad, ternura y firmemente plantadas sobre la tierra, sin
ambiciones de heroicidad o sucumbir como mártires, porque el hecho de
mantenerse altivas ante el patriarca l modelo de in felicidad dominante ya es
heroicidad, mujeres solo acompañadas por esa inconmensurable fuerza que se
oculta en su condición.
Y
recuerdo a dos mujeres que se conocieron e hicieron amigas en actividades
políticas en Puerto Berrío Antioquia, en la región del Magdalena Medio, Otilia
Serna era activista y concejal por el Frente Democrático, fuerza que agrupaba
varios sectores de izquierda en los años ochenta del siglo pasado y Doña
Teresa, activista de la misma organización.
Otilia de
mediana estatura, era una morena maciza de palabras amplias y abrazos sinceros,
con toda la fuerzas de los remolino s del magdalena para caminar barrios y
veredas, cantinas, prostíbulos, ventorrillos y sindicatos llevando la buena
nueva de la unidad de los oprimidos. Quizá pasaba los cuarenta años, no estoy
seguro, pero era una fiesta de palabrota s agrupando los extracto res de arena
del río, a pescadores y campesinos que llegaban a pasar fines de semana al lado
de sus familias, que por la escuela para sus hijos vivían en el barrio Puerto Colombia,
donde también lo hacía ella en una humildad extrema y lidiando cada inundación
del río. Doña Teresita era una campesina menuda floreciendo siempre una sonrisa
de preguntas, afable, activa y amorosa. Vi vía su finca con pasión junto al
compañero de toda su vida cerca al río San Juan, municipio de Cimitarra, en la
región de Vuelta cuña. Cultivaba la tierra y criaba gallinas, vacas y cerdos.
Las dos eran comunistas y se encontraban cada fin de semana. Otilia le
entregaba el periódico del partido y comentaban los acontecimientos políticos
de la región, las persecuciones de los militares, los retenes, el control de
víveres, las amenazas y las fechas de revalidación de los salvoconductos que
expedía el mando militar y que invalidaban la cédula de ciudadanía en toda la
región. No había paramilitares, las ejecuciones, las torturas, violaciones
sexuales y desapariciones las ejecutaba directamente el ejército y la policía.
A
principios de los años ochenta se desató la matanza en la región.
Latifundistas, trasnacionales del petróleo, mafiosos, políticos tradicionales y
militares formaron los grupos paramilitares y Otilia Serna fue asesinada en las
calles del Puerto como lo fueron otros líderes, militantes y miles de
simpatizantes o simplemente amigos de integrantes de la izquierda desde la
Dorada hasta Barrancabermeja. Ser amigo de un comunista costó la vida a muchos
y el desplazamiento de todos, que no están incluidos en la diáspora de los más
de 5 millones de colombianos que establecen las cifras.
Desde
donde antaño fue el refinado Hotel Magdalena, símbolo elitista de la
hospitalidad porteña, ahora sede de la XIV Brigada del ejército gubernamental,
se orientó la barbarie que se desató en campos y poblados. El mensaje fue
claro: la tierra no era para el campesino que la trabajaba, sino para
latifundistas y multinacionales para la extracción petrolera, el comercio y la
especulación capitalista. Así, Doña Teresita y su compañero, junto a otros
campesinos, protegidos por la oscuridad y sin más bártulos que los
indispensables que ocupara n poco espacio en las canoas, se deslizaron
tremulantes de espanto dejando en popa ranchos y cementeras hechos pavesas, por
acción de los victimarios, por el San Juan aguas abajo hasta el río Carare,
bajaron al Magdalena, evadieron a patrullas conjuntas de fuerzas estatales y
paramilitares a través de los diferentes brazos del río, tomaron el caño de La
Sardinata hasta su ciénaga al occidente del Magdalena sobre el municipio de
Yondó en Antioquia, como habían hecho en los años cincuenta, espantados del
oriente antioqueño por otras violencias cuando colonizaron en el San Juan, de
nuevo se internaron selva adentro y volvieron a fundar esperanzas en un pedazo
de tierra que compraron con los pocos animales que pudieron mal vender. Las
tierras del San Juan, de toda La Vuelta cuña quedaron a merced de la voracidad
latifundista, pero tampoco están sumadas en las más de 7 millones de hectáreas
despojadas en los últimos 25 años en Colombia, ni se incluyen en la ley de
tierras del presidentes Santos. Doña Teresita entregó sus afectos y solidaridad
a muchos huérfanos a quienes sus padres fueron víctimas de las matanzas y no
olvido nunca su tierrita, ni a Otilia ni tantas otras compañeras y compañeros
muertos, por los que decía: son tantos que no sé por cual estoy llorando, mijo.
El nuevo ciclo de la violencia, cuando el
Uribismo publicitó la brutalidad hasta la saciedad, el enriquecimiento
fraudulento y la corrupción como virtudes, Doña Teresita fue alcanzada por la
depravación publicitada del modelo. La nueva tierra por más de 26 años
trabajada entró en la mira de los mercader es de la agro industria y los agro -
combustibles para garantizar el funcionamiento del complejo de bio- diesel que
se está montando en Barrancabermeja. Los comisionistas de los terratenientes
hicieron las ofertas y ella mantuvo su apego a " lo que siempre he sido,
mijo, campesina, qué podré ser sin mis gallinas, mis vacas, mis perros, mi
labranza, mi agua, mis rastrojos". Pero la voracidad latifundista no tiene
límites, no conoce escrúpulos. Al hijo que adoptó y formó Teresita y su
compañero, los comisionistas de la tierra lo ensalzaron hasta pervertir lo y
enfermar de codicia, argumentados seguramente en la estructura moral del
pensamiento dominante que, según Tomás de Aquino: Es un hecho que la mujer está
destinada a vivir bajo la autoridad del hombre y que no tiene autoridad por sí
misma. Predicas promocionadas en los sonsonetes de la cultura musical que ha
impuesto el capitalismo criminal en el país. El hijo, como Orestes, asesinó a
la madre, seguramente afirmado y exculpa do por un inconsciente en que según
Pitágoras "hay un principio bueno que ha creado el orden, la luz y el
hombre y un principio malo que ha creado el caos, las tinieblas y la
mujer". La ambición fue hacerse a la herencia y obligar al viejo a vender.
Así murió
Teresita, en su mundo campesino, aferrada a la tierra que la creció de amor y
dignidad, a la tierra que se le entregó de colores y fragancias, A los amanecer
es de infinitos alegros de guacharacas, chavarríes y guacamayas, Abraza da a la
uterina fertilidad de la tierra que la colmó de gracia en la ingenuidad
naciente de polluelos, terneros, cerdos y nuevas flores en su silvestre
silencio, ahí, en la tierra, donde brota la vida y se regresa al final, Se fue
con toda su dignidad.
En este
mes, el de la mujer que siente que ser mujer no es exclusión, recuerdo a tantas
muchas víctimas de esta violencia institucionalizada, encarcelada s, violadas,
violentadas o asesinadas, pero también a las que han podido morir por otras
causas con relativa calma, que es un decir entre tanta injusticia, Y también a
las que hoy sonríe n hasta sus últimas alegrías, seguras de caminar hacia la
construcción de una sociedad humanista. Y a medida que avanzaba la lectura de
un texto sobre datos de la mujer y encontraba que desempeñan un papel clave
"ya sea como productoras de alimentos, generadoras de ingresos, conocedor
as de la biodiversidad local, procesador as de alimentos y como responsables
del estado nutrición al familiar" o que "según datos de la FAO, las
mujeres producen entre el 60 y 80% de los alimentos en los países en
desarrollo, y la mitad de la producción mundial", que la desigualdad
salarial y la desprotección laboral es apabullante "los hombres ganan entre
un 20 y un 50% más que las mujeres", repasando estos datos me acompaña el
recuerdo de la laboriosidad de Doña Teresita y esas miles de mujeres que al
pasar la mirada en el terreno saben si pueden sembrar yuca, maíz, plátanos,
pastos, o es tierra in fértil para campesinos. Esas que saben que la ley de
tierras que pregona el actual gobierno, como la de las víctimas de la violencia
son una maniobra, afeites del régimen para la imagen internacional, Que ellas,
que sí saben el valor del mundo rural, no serán tenida s en cuenta sino hasta
cuando el crecimiento del clamor de sus luchas deje de ser inadvertido. Esas
mujeres que unidas caminan y danzan la coreografía por la verdadera reforma
agraria como única forma para detener el aniquilamiento del mundo campesino que
agoniza por la globalidad depredadora del capitalismo poniendo en peligro la
producción de alimentos. A todas ellas les agradecemos permitir acompañarlas.
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