Campesinos e indígenas en el Cauca enfrentan a las FF.MM. |
FARC-EP: “Sumar y unificar la rebeldía del pueblo colombiano por los cambios”
Así resumen el Secretariado del
Estado Mayor Central de las FARC-EP en un comunicado de prensa la situación
actual de Colombia. Afirman que el régimen colombiano esta rodeado de corrupción
y no tiene interés de solucionar los graves problemas que el pueblo enfrentan.
ANNCOL / 2012-07-22 / Dice la guerrilla que acaba de celebrar
sus 48 años de existencia que “los bochornosos episodios puestos al descubierto
con la frustrada reforma a la justicia, la judicialización en Norteamérica del
general Santoyo (ex jefe de seguridad del palacio presidencial bajo Uribe), la
publicación del video de Romeo Langlois, la rebelión indígena y campesina del
Cauca contra la ocupación militar y hasta el derribamiento del avión Supertucano
al tiempo que Santos celebraba su consejo de seguridad en Toribío, suman
algunos de los hechos de mayor impacto político con los que Colombia entera
aterriza del mundo de ilusiones forjado largamente por la propaganda oficial”.
También comenta los actuales
enfrentamientos entre el estado y el pueblo del Cauca:
“Lo que la gente del Cauca y gran parte
de Colombia está exigiendo, es que cese la guerra contra ella. (…) Nadie que se
precie de ser medianamente objetivo, puede desconocer en la Colombia de hoy la
simbiosis fundamental que existe entre los grandes proyectos mineros,
energéticos o agroindustriales y la ofensiva militar que se cumple contra los
territorios ocupados por colonos, pequeños mineros, comunidades negras e
indígenas”.
Hace un llamado al pueblo de “concientización,
organización, protesta, resistencia y movilización activas. He allí la tarea
prioritaria. Sumar y unificar la rebeldía del pueblo colombiano por los cambios”.
A continuación ANNCOL reproduce el comunicado
enviado a nuestra redacción. También lo ofrecemos en audio: https://www.box.com/s/fb9cea4031302e9822b8
Guerrilleros de las FARC-EP |
DECLARACIÓN PÚBLICA
SECRETARIADO DEL ESTADO MAYOR CENTRAL DE
LAS FARC-EP
Montañas de Colombia, 22 de julio de 2012.
La situación actual del país y las tareas que demanda
Recientes acontecimientos de honda
repercusión nacional, ponen en evidencia que la imagen de esa Colombia
paradisíaca, que los dos últimos gobiernos se encargaron de difundir ante
propios y extraños, no pasa de ser una creación mediática y virtual, inventada
con el objeto de atraer el capital inversionista transnacional en crisis en otras
latitudes, y animada por el deliberado propósito de enriquecer a una élite
local privilegiada, en grave perjuicio de los intereses de las grandes mayorías
colombianas y de nuestra existencia misma como nación soberana.
El estado de la economía
Serios analistas independientes y
oficiales registran con alarma la vanidad incrustada en la afirmación de que la
economía nacional disfrutaba de suficientes blindajes ante la crisis mundial.
El supuesto crecimiento económico desbordado e imparable, que uribistas y
santistas difundieron presuntuosa y repetidamente, comienza a dar muestras
palpables de desaceleración y retroceso, alertando además sobre el peligro
inminente que significa haber apostado a un proyecto de desarrollo fundado en
el sector primario exportador minero y agroindustrial, cuando lo que se avizora
en el horizonte es la caída en la demanda y los precios internacionales.
De profundizarse esa tendencia, la
economía colombiana, ya de por sí golpeada por más de veinte años de apertura
económica y enrumbada a la desindustrialización por causa de la agudización de
las políticas neoliberales, arriesga ser arrollada del todo con la vigencia
plena de los tratados de libre comercio con los Estados Unidos, la Unión
Europea, Corea del Sur, y demás pactos ansiosamente buscados y suscritos. El
beneficio de los sectores ligados al comercio de productos terminados y
servicios del primer mundo, no va a compensar la ruina del empresariado
nacional, la agricultura y la ganadería, y menos va a mejorar la suerte de los millones
de desempleados e informales que pulularán por todo el país.
Juan Manuel Santos con la gerencia de la transnacional española TCB en Buenaventura, estrenando el nuevo megapuerto. Durante el evento murió un bebé indígena pocos kilómetros del lugar por falta del derecho humano de salud, medicamientos y asistencia. |
El régimen impositivo de
escandalosos privilegios y las extremas facilidades competitivas que los
últimos gobiernos establecieron a favor del gran capital inversionista, unido a
la creciente debilidad de la producción nacional, apuntan a vaciar las arcas
del fisco en aumento de la perniciosa de pendencia del crédito externo. Está
visto con los ejemplos de las naciones europeas hundidas hasta el cuello en la
crisis financiera, que la banca internacional carece por completo de decencia.
Aquí también serán los trabajadores y el pueblo despojado de la prestación de
pensiones, subsidios, bienestar social, servicios como salud y educación, los
que tendrán que poner la plata para pagar la deuda. Suficientes evidencias
impiden ignorar esa dolorosa realidad.
La Colombia real es un país
gobernado por las imposiciones de las entidades multilaterales de crédito, con
un modelo de economía totalmente al servicio de los capitales transnacionales,
un gobierno obsesionado por el rápido enriquecimiento de los grupos económicos
que representa, unas fuerzas militares subordinadas al mando del Ejército de
los Estados Unidos y una población mayoritariamente hundida en la desesperanza.
No sólo representamos el país con la mayor desigualdad del continente, sino que
los índices de pobreza y miseria, de desempleo e informalidad, de corrupción
política y violencia nos avergüenzanante el mundo.
La coyuntura política
Por otra parte, los bochornosos
episodios puestos al descubierto con la frustrada reforma a la justicia, la
judicialización en Norteamérica del general Santoyo, la detención con fines de
extradición del narcotraficante Camilo Torres, las elecciones del Valle, las
acusaciones y captura en contra de Sigifredo López, la posesión del general
Naranjo como asesor en México, la publicación del video de Romeo Langlois, la
rebelión indígena y campesina del Cauca contra la ocupación militar y hasta el
derribamiento del avión Supertucano al tiempo que Santos celebraba su consejo
de seguridad en Toribío, suman algunos de los hechos de mayor impacto político
con los que Colombia entera aterriza del mundo de ilusiones forjado largamente
por la propaganda oficial.
Nada de ejemplar y respetable quedó
en pie de las llamadas instituciones democráticas colombianas tras el episodio
de la reforma a la justicia. Congreso de la República, Rama Ejecutiva y Poder
Judicial pelaron el cobre de su mezquindad, hipocresía y corruptibilidad. Como
si no hubiera sido suficiente con el mercado de intereses personales que pujó
por la impunidad total a la narcoparapolítica, el saqueo de las arcas del
Estado y la arbitrariedad de la burocracia uribista, el Presidente Santos,
revolcado en sus propias heces, optó finalmente por violentar una vez más la
Constitución del 91 en su afán por sostener un dudoso prestigio con miras a la
reelección.
El Poder Mafioso Violento al servicio a la oligarquia. |
La Colombia real se debate en medio
del drama de su derrumbamiento económico, institucional y político, atada de
pies y manos por un impresionante aparato militar, paramilitar y policial al
que se suma el más descarado divertimento mediático que pretende ocultar la
gravedad de lo que ocurre. Nuestra nación ni siquiera cuenta con una
Constitución Política, acaban de deshojarla y pisotearla en las narices de todos.
Los grandes centros del poder mundial nos condenan a ser un país atrasado y
dependiente, suministrador barato de recursos naturales, mientras la oligarquía
encargada de cumplir fielmente tal propósito se enzarza a dentelladas por la
mejor tajada.
La pelea de Uribe y Santos
No puede entenderse de otro modo la
disputa entre el ex Presidente Uribe y el actual gobierno. Ninguna diferencia ideológica
los separa. Tampoco, como queda visto, ninguna práctica política. El recurso
excesivo a la violencia ciega que caracteriza abiertamente al primero y que el
segundo modera tan solo en el discurso, tiene su origen en sus tradicionales
nexos con la mafia narco paramilitar de la que el Presidente Santos intentó
vanamente deslindarse. Allí nació la furia uribista contra la ley de víctimas y
restitución. Así como su frenética oposición a cualquier tipo de conversación
con las FARC. En su concepción no cabe una idea política distinta a las suyas.
La contratación pública y una mayor
cuota de poder alimentan el fanatismo de Uribe, del que Santos fue su mejor
mentor en el pasado. La guerra declarada ni siquiera llega a una renuncia
formal de su participación ministerial o a otras altas posiciones del Estado.
Uribe, que en sus mandatos tejió la red de privilegios al capital
transnacional, teme que Santos la rasgue un poco tras su anuncio de hacer
chillar los ricos con su reforma tributaria. Por eso su ruptura resulta
propicia a estas alturas. Todo seguirá como está. Además, Uribe necesita
blindarse con un gobierno incondicional contra cualquier actuación judicial
futura. Santos ya no le inspira confianza.
A
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quí salta el otro aspecto de la
farsa publicitaria sobre los éxitos de la seguridad democrática. La supuesta
derrota al narcotráfico obtenida con el Plan Colombia. Los últimos gobiernos
vendieron esa idea ante el mundo y ahora viene a descubrirse la escandalosa
verdad. Sólo se ha conseguido un sucesivo rodaje del negocio entre unos y otros
capos, al tiempo que la Policía Nacional aparece involucrada al más alto nivel
jerárquico en vínculos con la red narcoparamilitar. Santoyo, el inseparable
jefe de seguridad de Álvaro Uribe Vélez, y el exjefe antinarcóticos y de la
Dijín general Cesar Pinzón, son apenas los primeros nombres de la larga lista.
¿A qué va Naranjo a México? ¿Acaso
a servir desde más cerca a los carteles mexicanos? La DEA pretende cumplir en
ese país una experiencia semejante a la fracasada en Colombia. Y por lo visto
lleva a los hombres ideales para eso. Al fin el cabo a USA jamás les ha
interesado poner fin al negocio, sino usarlo como pretexto para sus
intervenciones políticas. El reciente intento por investir de impunidad al
parlamento y altos funcionarios públicos que todo el Establecimiento apoyó en
la reforma judicial, desnuda el grado de descomposición de la clase en el
poder, que ahora acaba de entregar el Valle a la Unidad Nacional, contra el
repudio ignorado de su población.
Álvaro Uribe Vélez teme que sus
vínculos mafiosos no puedan seguir siendo disimulados como en el pasado. Pasos
de animal grande lo rondan, por lo que anhela con desespero volver a repetir el
embrujo mediante el cual consiguió importantes apoyos en el 2002 para acceder a
la Presidencia. Por eso su obsesión fundamentalista contra las FARC y todo lo
que en su parecer puedan representarlas. La resurrección de la vieja farsa de
la farcpolítica que el Fiscal de su
confianza emprendió contra Sigifredo López, así como su renovado odio contra la
Venezuela bolivariana y revolucionaria, hacen parte de ello. Su ceguera le
impide comprender que el país cambió, y que cada día más consciente del engaño
de que fue víctima, sólo espera su dura caída.
Las realidades del conflicto armado
La fuerza reveladora de las
imágenes captadas por la cámara de Romeo Langlois antes de ser aprehendido por
las FARC en abril pasado, destapa la otra gran mentira de la seguridad
democrática. La de la derrota de las FARC-EP. La insurgencia permanece
presente, combativa e invencible allí donde la militarización por parte del
Estado es completa, mientras las poderosas fuerzas militares y policiales
conformadas y financiadas por los gringos lucen asustadizas, arrogantes sí
contra la población civil de campesinos inermes, mujeres y niños. A su vez, los
grandes laboratorios que reportan, resultan ser en verdad pequeños cambuches de
miseria.
De no haberse
producido el combate que filmó el periodista francés, el Ejército regular
habría difundido mundialmente su propaganda difamatoria y calumniosa. La que
sirve a los intereses norteamericanos de intervención militar en Suramérica, la
que se presta para encubrir los negociados que se celebran alrededor del
mercado de la guerra, la que permite que generales de la República llenen sus
arcas al servicio de los grandes capos del narcotráfico, mientras despotrican
en público contra las mafias y acusan a las FARC de ser el verdadero cartel. La
guerra que permite a los apoyos uribistas concentrar más tierras y despojar más
campesinos.
Del mismo modo, el accionar militar
de las FARC en la Guajira, Norte de Santander, Meta, Antioquia, Guaviare,
Nariño, Putumayo, Huila, Tolima, y en general en todo el territorio nacional,
atrae especialmente la atención sobre el departamento del Cauca, pues en aquel
escenario confluyen de modo particular las incidencias de la lucha armada
guerrillera con las del movimiento campesino, indígena, negro y popular contra
el modelo neoliberal de Santos y sus locomotoras. Nadie que se precie de ser
medianamente objetivo, puede desconocer en la Colombia de hoy la simbiosis
fundamental que existe entre los grandes proyectos mineros, energéticos o
agroindustriales y la ofensiva militar que se cumple contra los territorios
ocupados por colonos, pequeños mineros, comunidades negras e indígenas.
Lo que la gente del Cauca y gran
parte de Colombia está exigiendo, es que cese la guerra contra ella. La guerra
de las operaciones militares y paramilitares, de los bombardeos y
ametrallamientos, de los allanamientos y capturas masivas, la guerra del
despojo y el arrinconamiento. Lo que Santos y toda la oligarquía rendida de rodillas
ante el gran capital sostienen en sus discursos y medios de comunicación, es
que son las FARC, a quienes no vacilan en calificar con los más groseros
adjetivos, quienes llegaron al Cauca a perturbar la vida de sus habitantes. Por
eso proclaman que todo el mundo debe rodear la arremetida contra nosotros, al
tiempo que señalan furiosos a quien se les oponga.
L
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a verdad es muy distinta, son ellos
los agresores, son ellos los ladrones y violentos. Así ha sido desde cuando en1965
un aristócrata Presidente nacido en Popayán y fallecido dicientemente en Rochester,
Nueva York, desató la nefasta Operación
Riochiquito contra los indígenas y campesinos caucanos. Que no vengan ahora
con cuentos chinos. La historia de Colombia no miente, aunque intente borrársela
y hasta se excluya su enseñanza de las aulas de secundaria.
Lo que Santos
busca en el Cauca o la Sierra Nevada de Santa Marta, como fiel heredero de los
conquistadores y encomenderos españoles, es comprar con espejitos y pequeñas
migajas que halaguen la recién fomentada ambición de algunos caciques indígenas,
la pasividad y el sometimiento de sus gentes ingenuas. Y a leerles el bando en
que anuncia que aquellos que se opongan a su religión de prosperidad
democrática, van a conocer el peso de su fuerza militar o judicial. Por eso
obtiene rechiflas y repudio. Por eso las comunidades se niegan a escucharlo.
Por eso les grita irritado desde lejos que el Ejército y la Policíano
abandonarán jamás sus posiciones.
Barricada campesina e indígena en el departamento del Cauca. |
El alentador despertar de la lucha de masas
Por encima de las patrañas
políticas y politiqueras, por encima de las campañas mediáticas de
embrutecimiento, por encima de la ofensiva terrorista del Estado con sus
aviones bombarderos que y a comienzan a ser derribados, son cada día más los
colombianos que despiertan del engaño al que estuvieron tanto tiempo sometidos,
son cada vez mayores las filas de la gente decente indignada con lo que la
casta gobernante está haciendo con Colombia. Por todas las esquinas de la
patria se levantan las voces y los brazos de los afectados con las políticas
del régimen, de las mujeres y hombres que comprenden la necesidad de la lucha,
de las ciudadanas y ciudadanos que anhelan vivir en un país democrático, en
paz, justo, soberano y libre de tanta inmundicia.
El decoro generalizado y furioso
que obligó a Santos a recular con su reforma judicial, del mismo modo que la
dignidad contundente y masiva del estudiantado que lo obligó a echar atrás su
reforma de la educación superior, requieren multiplicarse de modo organizado y
consciente en la actual y decisoria coyuntura. Para la reconstrucción de
Colombia no resultan suficientes la inconformidad, el desprecio de su clase
política, la repugnancia hacia su proyecto de país. Es necesario pronunciarse
enérgicamente contra eso, con la fuerza de la expresión multitudinaria. Resulta
urgente por tanto recurrir a la unificación de fuerzas con todos los sectores
indignados, conformar un inatajable torrente popular que se lleve por delante
la indecencia.
Con el movimiento obrero,
campesino, indígena, de negritudes, de mujeres, de desempleados, de pequeños y
medianos mineros, de estudiantes, de profesionales empobrecidos, pequeños y
medianos empresarios, industriales y comerciantes, la academia, la
intelectualidad, el profesorado, los informales y trabajadores independientes,
los partidos y organizaciones de izquierda o de clara definición democrática.
Con los liberales y conservadores aterrados con tanta podredumbre, hasta con
los policías y militares retirados y olvidados por el régimen que los usó, con
los creyentes, los cristianos, los ateos, los jóvenes, los ancianos y todas las
minorías discriminadas. Concientización, organización, protesta, resistencia y
movilización activas. He allí la tarea prioritaria. Sumar y unificar la
rebeldía del pueblo colombiano por los cambios.
La bandera de la paz envuelve la lucha por el poder
Siendo claros de que la guerra
civil colombiana enfrenta la arrogancia brutal del capital y su modelo de
dominación contra las masas populares alzadas en armas contra su violencia, y
conscientes de que con ella como pretexto el poder ha impuesto el despojo como
tradicional medio de acumulación de la propiedad, y la represión como su forma
natural de gobierno, la primera misión de ese poderoso movimiento popular
unificado tiene que ser la de luchar por poner fin al conflicto armado, por
presionar al ejecutivo nacional, a su clase política corrupta y a sus fuerzas
militares, a aceptar el camino de una solución dialogada, pacífica y
democrática.
Sin imposiciones que la hagan
imposible. Y con todo el país tomando parte en ella. Basta ya del cuentecillo
de la llave oculta en el bolsillo. La paz no le pertenece a la oligarquía
militarista y violenta, le pertenece al pueblo que la reclama para poder vivir
mejor. Una solución política necesariamente entraña profundas reformas en el
campo institucional, en materia de distribución de la tierra y las riquezas, en
cuestión del proyecto económico de país, del papel a desempeñar por las fuerzas
armadas, de la atención social de los colombianos. Por eso las voces de estos
deben ser escuchadas, respetadas y atendidas en cualquier proceso hacia la
reconciliación. Y si esto no fuera posible con el actual gobierno, habrá que
llevar al poder a otro que sí tenga esa disposición.
Lo cual implica el reto para el
palpitante movimiento por la dignificación de la patria, de pensar con seriedad
en la posibilidad de trabajar en una campaña política de claro carácter
renovador. Es de importancia cardinal plantar una alternativa limpia, nueva,
democrática, amplia, capaz de arrebatar de las manos el dominio del Estado a la
corrupta clase dirigente actual. Un movimiento de colombianos honestos por el
poder, que abra la esperanza en el oscuro panorama que le depara al país
continuar bajo la égida de una u otra de las seguras alternativas que planteará
la oligarquía en el 2014. Masas organizadas, unidas, con propósitos claros, son
capaces de imponer finalmente sus propósitos. Es fundamental creer en ello.
Un nuevo gobierno democrático,
amplio y pluralista podrá por fin soltar las amarras que nos atan a los
colombianos a la horrible noche de la violencia. Posibilitar acuerdos de paz,
construir unas fuerzas armadas que defiendan el interés de todos los nacionales
y no los de una casta antipatriótica, materializar una existencia democrática
en la que la voz de las mayorías sea quien determine el camino a emprender,
enrumbar al país por un desarrollo económico basado en la producción y el
trabajo de todos los colombianos, velar por la salud, la educación, el empleo y
el bienestar general, sin favoritismos, entregar la tierra a quienes quieran y
puedan trabajarla, y asistirlos en su actividad y crecimiento, usar las
riquezas naturales para el bien de todos, rescatar nuestras culturas y
solucionar en justicia los más graves problemas sociales.
Se habla ahora de otras posibles
vías, como la convocatoria a un referendo que revoque los actuales poderes, o
la promoción de una Asamblea Nacional Constituyente que tenga la potestad de
recomponer por completo al país. Todos los recursos de la lucha popular cuentan
para unificar contra el régimen. Sin perder de vista que la senda de someter en
algún momento el anhelo por los cambios a la decisión de los mismos poderes establecidos,
puede terminar en un simple maquillaje que relegitime el orden de cosas
vigente. La Constituyente de 1991 disolvió el parlamento, y pese a ello la
misma clase política contaminada volvió a controlarlo todo. El poder constituyente
no puede dejarse enredar en consideraciones legalistas. Él crea, él hace, él
puede.
Guerrillero de las FARC-EP. |
La vigencia de nuestra lucha
Está claro que las FARC-EP no vamos
a traicionar el legado de nuestros fundadores y mártires. Ni a volver la
espalda a la gente humilde de nuestro país que conoce a diario el peso de la arrogancia,
el despojo y el terror por parte del Estado. Así como en una mañana de mayo 48
años atrás, los heroicos campesinos de Marquetalia decidieron empuñarlas armas
y soñar con la toma del poder para el pueblo, los combatientes de hoy ratificamos
de nuevo que jamás entregaremos nuestros sueños tras una denigrante rendición y
desarme. Solo una transformación profunda de las condiciones vigentes en
nuestra patria puede posibilitar y garantizar la paz, que es la paz en la que
hemos creído desde nuestro nacimiento.
Queríamos y soñábamos con un cambio
por vías pacíficas y democráticas, pero nos han sido cerradas violentamente una
y otra vez desde el gobierno de Guillermo León Valencia. Hoy podemos asegurar
que un diálogo lejano y a espaldas del país, como lo pretende Santos, sólo terminará
por intensificar más la confrontación. Nuestros sentidos permanecen atentos al
avance de la rebeldía y la organización de los de abajo. Con ellos sí estaremos
en todos los escenarios a los que los conduzca su accionar por la paz y los
cambios. Sean cuales sean los rumbos que el destino depare al esfuerzo por
democratizar a Colombia, tan inmensamente renovado y latente hoy, las FARC-EP
estaremos siempre al lado de nuestro pueblo. Y venceremos con él, lo juramos.
SECRETARIADO DEL ESTADO MAYOR CENTRAL DE LAS
FARC-EP
Montañas de Colombia, 22 de julio de 2012.
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