Pablo Catatumbo (centro) con los comandantes máximos de las FARC, Timoleón Jiménez "Timochenko" y Iván Márquez. |
En torno a las libertades de información y prensa
El paso de la información a manos de los grandes grupos económicos significó en la práctica el fin de la libertad de prensa.
Por Pablo Catatumbo
Integrante del Secretariado Nacional de las FARC-EP
Si se quiere buscar un rasgo que defina el carácter perverso
y antidemocrático del régimen político colombiano, resulta útil husmear en el
entramado instituido por el monopolio de los medios de comunicación en manos
del gran capital.
El devenir histórico de los grandes medios
La libertad de prensa fue consigna central dentro de las
revoluciones burguesas de los siglos XVIII y XIX. Las declaraciones, proclamas
y constituciones de los nacientes estados nacionales de corte
democrático-liberal la reclamaban y amparaban como una de las premisas del
nuevo mundo, que surgía sobre la base de los adelantos técnicos de la
revolución industrial y del expolio derivado del colonialismo. El tipo ideal de
ciudadano libre ilustrado de estas naciones en construcción, debía tener acceso
a la prensa, siendo considerada ésta como un consumo mínimo de la modernidad.
En resumen, la prensa era sustento del ideal democrático en construcción.
Ya desde finales del siglo XIX asistimos a la estructuración
de periódicos de circulación masiva y trasnacional, con complejos sistemas de
corresponsalía y manejo de información. La gran prensa aprovechó y potenció los
adelantos de las sucesivas revoluciones científico-técnicas, adecuándose a los
intereses de los sectores económicos que se apropiaron de ellos.
Pablo Catatumbo lee El Tiempo, el único diario con cobertura nacional. |
El siglo XX representó para los medios masivos de
comunicación su definitiva consolidación como aparatos ideológicos de los
grandes gremios capitalistas, al tiempo que ingresaban con fuerza dentro del
mundo de las nuevas ramas de la economía, con lo que la cacareada libertad de
prensa dejó de ser una conquista revolucionaria y democrática para pasar a ser
una falacia subordinada a la libertad de empresa y de acumulación de capital de
los grandes monopolistas. A la prensa escrita se le sumaron la radiodifusión,
el cine, la televisión y el internet formando un abigarrado cuerpo de
herramientas de difusión de información en manos de los grandes grupos
económicos, fenómeno que en la práctica significó el fin de la libertad de
prensa.
En el contexto de la guerra es necesario destacar el uso de
la prensa como nueva arma de combate. En la Alemania nazi, Goebbels diseñó un
entramado mediático y de propaganda destinado a garantizar la hegemonía del
régimen. La CIA y la OTAN destinaron centenares de millones de dólares a la
creación de Radio Free Europe como instrumento de lucha contra el socialismo en
Europa del Este, e igualmente lo hacen hoy las agencias imperialistas y sus
cipayos locales, apuntando la señal de canales de televisión y emisoras
“libres” sobre el espacio aéreo de Cuba, Ecuador, Argentina y Venezuela.
Del mismo modo, en la llamada Primavera Árabe el
imperialismo utilizó nuevamente los medios masivos para azuzar revoluciones y
rebeldías facturadas por la OTAN. No es extraño entonces que contra la Siria
baasista se tienda ahora un nuevo cerco mediático de grandes proporciones.
El lugar del periodista dentro de los medios masivos
Cabe preguntar: ¿qué lugar ocupa el periodista, es decir, el
trabajador de la información dentro de este entramado macabro?
Por un lado hay que mirarlo como trabajador asalariado y
explotado. Este aspecto es usualmente negado por los pulpos mediáticos, a la
vez que ignorado por gran parte del gremio.
En nuestro país, en donde la situación económica y laboral
de los trabajadores de las comunicaciones es francamente deplorable, han sido
frecuentes las experiencias de organización gremial y sindical perseguidas por
sus patronos y los servicios de inteligencia del Estado. Resulta también
particularmente visible la desregulación y la tercerización de las relaciones
contractuales de los trabajadores en los medios masivos de comunicación. Por no
mencionar las horribles condiciones precapitalistas que la supuesta prensa
moderna y democrática le impone a sus voceadores y repartidores en las grandes
ciudades.
Por otro lado, debe abordarse al periodista como un
subordinado editorial. Hoy día la libertad de prensa no es más que una falacia.
El periodista que no obedece la línea editorial del gran capital es
inmediatamente despedido, y en otros casos es el mismo periodista quien ha de
rebuscarse de la manera más vergonzosa la forma de sostenerse por medio de la
infame pauta y la payola. El viejo ideal norteamericano del periodista
independiente, tipo Mark Twain, corresponsal a lo largo del Missisipi, o John
Reed, reportando desde la Rusia de Lenin o el México de Zapata, resulta hoy
poco menos que una utopía dentro de los grandes medios.
General Óscar Naranjo en Caracol con Arismendi. |
Un ejemplo bien cercano a nosotros consistió en la auto
censura impuesta a los medios como parte de la Guerra Integral practicada a
partir del gobierno del presidente Cesar Gaviria. El alto gobierno citó a los
directores de los diarios de circulación nacional y de los medios regionales de
prensa, radio y televisión, con el propósito de promover a las fuerzas
militares como única fuente válida sobre el conflicto armado interno.
Desde entonces se distorsiona la realidad, se ocultan cifras
y se presentan ante la opinión falsos positivos, verdaderos crímenes de guerra,
como victorias contra la insurgencia. Dicha intromisión aumentó con los días,
hasta el punto que hoy sus representantes son los verdaderos editorialistas de
conglomerados como RCN, Caracol, El Colombiano o Cable Noticias.
Como contrapeso a la postura del periodista independiente, o
del que está comprometido con su gremio, los medios contemporáneos han creado
un nuevo arquetipo, el del periodista estrella. Directores de medios como Darío
Arizmendi y Julio Sánchez Cristo y sus homólogos en la televisión y la prensa
escrita no son más que la representación fiel de este modelo. Exitosos,
presuntamente independientes, populares, generadores de opinión, estas nuevas
estrellas del pop se convierten en el ideal a seguir dentro de los pasillos de
las escuelas de comunicación social.
Los grupos económicos y la prensa libre
En todo este asunto cabe considerar de modo especial la
participación de los grandes grupos económicos en el control de los medios
masivos de comunicación de nuestro país, lo cual nos conduce a preguntarnos
seriamente sobre la realidad de las libertades de información y prensa.
¿De qué manera puede informar imparcialmente El Tiempo sobre
las quejas e inquietudes de los usuarios de los bancos o de las víctimas del
agiotaje legal del UPAC y del UVR, cuando su línea editorial se encuentra
empeñada al magnate del capital financiero monopólico Sarmiento Angulo?
¿En qué lugar se ubica la línea editorial del periódico El
País ante la crisis de las Empresas Municipales de Cali, cuando su entramado
accionario está empeñado a la burguesía antioqueña de El Colombiano, siendo
estos los principales interesados en la privatización, como impulsadores de la
entrada de UNE en el Valle del Cauca?
¿Cómo informa El Liberal, de Popayán, sobre el creciente
conflicto del departamento del Cauca cuando sus dueños, vinculados con el grupo
Galvis de Vanguardia Liberal de Bucaramanga, tienen estrechos vínculos con el
paramilitarismo?
La comunicación alternativa
Como opción a la avalancha de información insípida y maleada
que difunden los medios del gran capital, hay que resaltar con alegría
revolucionaria el crecimiento de las diversas iniciativas de comunicación
alternativa. Nacidos en la heterogeneidad y la independencia de los sectores
populares, en el aula de clases, el café, la esquina, la peña cultural, las
gradas, el teatro, la vereda o la fábrica, estos nuevos medios se atreven a
desafiar a los titanes de la desinformación, tomando lo que tienen a mano para
emprender una labor que ya reporta frutos a lo largo y ancho de la Colombia
profunda.
Hay que resaltar que estas iniciativas generan un sepulcral
terror a la falsimedia oficial. En un mundo que gira en torno al manejo y
ocultamiento de información, el hecho de que aparezcan iniciativas que desde lo
micro y lo local apuntan a la publicar nuestras realidades, hace pensar en el
comienzo del quiebre del cerco mediático tendido por los grandes grupos
económicos.
A modo de conclusión, podríamos decir que nuestro país
requiere del concurso de todos para la construcción de un modelo de generación
y difusión de información, donde se enarbole la verdad como bien supremo y
donde nuestro pueblo tenga voz para sus reivindicaciones, experiencias y
problemáticas. Vale la pena atender y respaldar a todos los interesados en
hacer públicas sus propuestas y proyecciones, sus aportes y controversias, para
hacer este sueño posible.
Montañas de Colombia,
Agosto de 2012
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