miércoles, 13 de febrero de 2013

Homenaje a Esteban, guerrillero caído en combate con el ejército

Esteban Ramírez


A Esteban, desde la Tribuna

Por Cristiano Lucarelli, Movimiento Bolivariano Suroccidente Colombiano


Y, de pronto, la noticia nos embargó a todos. Esteban Ramírez, guerrillero del Bloque Occidental Comandante Alfonso Cano de las FARC-EP, cayó en combate con el ejército en zona rural de Morales, Cauca. Desconcertados, sin saber muy bien qué hacer, buscamos en las páginas judiciales de la falsimedia. Y sí, allí estaba su cuerpo, el cuerpo del Paisa, como trofeo de guerra de la enorgullecida fuerza represiva. Vino el dolor, el insomnio, la nostalgia, la inquietud.

Varios días de rabia, de vivenciar el odio de clase en su máxima frecuencia, de estrellarse contra una cotidianidad que no da espera al duelo, a la rabia por el compañero ido. Recorríamos uno a uno sus escritos en Identidad, la revista del Movimiento Bolivariano, al tiempo que recitábamos lo que le escribiera hace poco como homenaje a Alfonso Cano. Parecía que nuestros corazones se estrechaban y que negábamos lo que finalmente había pasado.

Con Esteban, lo confieso, no compartí muchos momentos ni tampoco tuve una amistad de esas que se construyen en años de confianza y afecto. Pero sabía de sus capacidades, conocía de su arrojo y, además, compartía con él la fraternidad de un buen puñado de amigos mutuos, de compas de verdad que conocían su breve historia de joven rebelde.

De las montañas de Caldas, su tierra, a las del Cauca, donde se hizo un combatiente de la casta de Manuel, hay un corto trecho marcado por el compromiso, el amor y la irreverencia. Esteban, me cuentan, le enseñó a muchos que la conspiración no riñe con la carcajada ni con el abrazo.

Pero la bruma del dolor por la muerte de un camarada, me incita con dolor a escribir sobre lo que nos es mutuo. Porque con Esteban no solo compartimos militancia y amistades, sino el hecho de ser parte de una misma generación, no tanto en el sentido etario, como en el balompédico. Hinchamos, obviamente, por equipos distintos y en tribunas distintas, pero los azares de la vida nos pusieron del mismo lado en la lucha de clases.

Esteban, guerrillero, comunista, se forjó al calor de aquella generación de adolescentes que hacia 1997 buscamos romper con los cánones de la tradicional afición futbolera colombiana y llevamos hasta las últimas consecuencias –para bien y para mal- lo que habían empezado aquellos de la generación del 91: los primeros saltarines y los pioneros del humo tribunero. Eran los tiempos de los primeros viajes para ver al club fuera de casa, de las primeras peleas y de la difusión de los casetes de Los de Abajo, Garra Blanca y La 12. Fuimos, de alguna manera, gotas dentro de una misma marejada de jóvenes descontentos dispuestos a todo.

Quizá, en algún momento del 98 o el 99 me cruzara con Esteban en alguna calle circundante a una cancha, los ánimos arriba, el sentido tribal del barrista a flor de piel. Hoy, infelizmente, no puedo hablar con él de esto, rememorar aquella época en que nos sentíamos pariendo una nueva forma de vida, una rebelión tribunera.

Los tiempos pasaron. Una gran cantidad de antiguos amigos convirtió la tribuna en su negocio mafioso y en su forma de vida. Otros, mutaron en amigos de la policía. Por caminos heterogéneos, pero convergentes, otros pocos barristas pasamos del para-avalanchas a la lucha social, del papel picado al esténcil y el explosivo artesanal. Y allí, tejiendo revolución, estaba Esteban, a quién la represión lo llevó a asumir consecuentemente la lucha armada, teniendo entonces que cubrir su querida camiseta futbolera con el camuflado de los guerrilleros de las FARC-EP.

Sé que no seré el único que en unos cuantos domingos estaré viendo a mi equipo salir a la cancha. Y sé que no seré el único que en ese momento mágico que solo el hincha conoce, pensaré en Esteban y sabré que, a pesar de que nuestros colores son distintos, alentamos al mismo pueblo y vestimos la misma camiseta: la camiseta de Esteban, que es también la camiseta de Manuel.

Y entonces, al borde del susurro, cantaremos en ritmo canchero:

“Porque al Paisa lo quiero
no lo voy a olvidar
porque al Paisa lo quiero
no lo voy a olvidar
porque Esteban, porque Esteban:
¡Es fariano de verdad!”

1 comentario:

  1. Gracias por este texto tan bello y sentido, y tan cercano a nuestro amigo, compañero y camarada. Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos.

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