Por Iván
Márquez
Integrante del Secretariado de las FARC-EP
Integrante del Secretariado de las FARC-EP
Durante las grandes tempestades la fuerza subterránea es mucho más poderosa, y esta tiene el poder de imponer la paz cuando quienes están obligados a imponerla no la imponen.
De la oración por la Paz de Jorge Eliécer Gaitán
Colombia
es un país con ex presidentes venenosos como alacranes, que aunque no pudieron
ganar la guerra, tampoco permiten hacer la paz.
Las
diatribas incendiaras de Uribe asperjan todos los días la sospecha de que
quiere prolongar la guerra con la ilusión vana de que a través de ella tendrá
seguridad jurídica. No quiere verse como Ríos Montt respondiendo ante los
tribunales, lo cual es humano y comprensible, pero no se pueden ahogar crímenes
de lesa humanidad bajo el estruendo de sonoridades bélicas. Ni siquiera sirven
a ese propósito bancadas parlamentarias, ni cuotas de magistrados afines, ni
efímeras condecoraciones gringas.
Por otro
lado tenemos al ex presidente Pastrana disparando con escopeta de regadera
contra el proceso de paz en La Habana. Es tan sulfurado como Uribe. Suelta
ráfagas y después piensa. O tal vez no. Por lo menos deja en claro que el
proceso de paz del Caguán no buscaba la paz, sino tiempo para la reingeniería
del ejército y los ajustes del Plan Colombia, es decir, la guerra. Se solaza
reconociendo que le abrió camino a Uribe con su estela sangrienta, y que dejó
instalado el calificativo de "terrorista" a la guerrilla para
obstruir el entendimiento.
Dios los
crea y el diablo los junta. Pastrana y Uribe quieren una Colombia aprisionada
eternamente en la oscura noche de la violencia. La descalificación mediática de
la guerrilla como "bandidos" y "terroristas" es un intento
de volver a la estigmatización primitiva. Todos queremos superar la época
aciaga de los "pájaros", los "collarejos", la
"chulavita" y los "chusmeros", que acentuaron el
enfrentamiento sectario y fratricida.
Si
"Caguanizar" los diálogos de La Habana, como pide Andrés Pastrana,
significa abandonar el secretismo, podemos proclamar nuestro acuerdo. Nuestro
corazón siempre estará del lado de la participación ciudadana en los diálogos,
como en las Audiencias Públicas del Caguán. Queremos que la gente, las
organizaciones sociales y políticas, expresen directamente su visión sobre la
paz, y que sus sueños de nuevo país sean tenidos en cuenta a la hora del
Acuerdo Final. Desmintiendo la campaña mediática la gente añora la zona de
distensión de San Vicente, porque tuvo paz, la ciudadanía se dio normas de
convivencia que redujeron el asesinato y el robo a cero, porque se construyeron
carreteras, acueductos, se incrementó el comercio, se pavimentaron calles, se
construyeron puentes, se fomentó la solidaridad, lo que nunca hizo el Estado, y
sí la guerrilla, en una zona condenada al olvido por el poder central.
El destino
de Colombia, señores ex presidentes, no puede ser la guerra. Las gentes del
común, las grandes mayorías, están de acuerdo con este aserto del comandante
Jacobo Arenas.
La
política no puede reducirse a la práctica de sacarse los trapos al sol, ni a
disparar contra la reconciliación. Necesitamos reunir voluntades para edificar
la paz con justicia social, democracia y soberanía. No rebajen el lenguaje. Con
insultos y recriminaciones mutuas no se les va a devolver el mar territorial a
los Sanandresanos. Sindéresis y compostura, caballeros de banda presidencial.
Por lo demás, debemos reconocernos recíprocamente como partes de un conflicto.
Resolvámoslo sin el plomo de las palabras, sin injerencias extranjeras, y si
las hay, que sean para ayudarnos a alcanzar la paz, no para incendiar el país o
imponerle trabas jurídicas a la posibilidad de acabar con la guerra. La fuerza
irresistible de la movilización social por la paz, será fundamental para tener
patria.
La Habana, abril 2 de 2013
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Delegación
de paz FARC-EP
Frente Antonio Nariño
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