Eso no lo
estudia ni comenta ningún erudito. A eso no se refiere ningún mando militar, ni
el ministro de la defensa, ni mucho menos el Presidente Santos.
Por Gabriel Ángel
El Estado
colombiano realiza en la actualidad un desesperado esfuerzo por aniquilar la
rebeldía popular contra su modelo de dominación. No solo con el creciente
agigantamiento de su aparato militar y policial de represión, acompañado de
inmediato por su consiguiente accionar bélico, que convierte a nuestra nación
en una especie de territorio invadido por una fuerza enemiga. Sino además con
un exuberante despliegue ideológico y propagandístico.
Ni
siquiera las grandes cadenas privadas de radio o televisión cuentan con la red
de emisoras que se han construido el Ejército y la Policía para bombardear
diariamente las mentes de los colombianos. Las que además les resultan
insuficientes, obligando a los estrategas a contratar amplios espacios
publicitarios en los medios de comunicación comercial. Una buena parte de ellos
están dedicados a obtener la deserción de las guerrillas.
Allí no
hacen ostentación de sus métodos predilectos hoy, consistentes en ubicar a los
seres queridos de los combatientes, padres, hermanos y demás, para presionarlos
mediante procedimientos que van desde los abiertamente ilícitos como el
secuestro y el chantaje, las amenazas de muerte, cárcel o pérdida de la patria
potestad de sus hijos, hasta la oferta de recompensas por colaborar en la entrega
voluntaria o violenta de sus familiares.
Es seguro
que ocultan la existencia de esas ruines prácticas de cotidiana realización, a
sabiendas de que publicarlas o reconocerlas desdibujaría la imagen de nobles
héroes con que pretenden presentarse ante la opinión. Es evidente que la
dirección de inteligencia de la Policía Nacional ha sido muy bien asesorada en
esas cuestiones por sus instructores de los Estados Unidos. Por eso el rostro y
el tono para el gran público deben ser amables y benefactores.
De su lado
deben aparecer figuras nacionales del deporte o el arte, que, como el ex
arquero Oscar Córdoba, se dirijan a los guerrilleros tratándolos como jóvenes
colombianos, para exhortarlos a sobreponerse a las derrotas, a seguir dando
apoyo incondicional a su país, su selección y su familia, plegándose a los
llamados a la entrega y la traición. O supuestos guerrilleros arrepentidos que
invitan generosamente a sus ex compañeros a seguir su ejemplo.
Crece y
crece de tal manera el número de desertores presentado por los creadores de la
campaña, que su cifra resulta muy superior a la que pudieron tener las FARC y
el ELN juntos en su época de mayor expansión. Están pasados, de lejos, se
sobraron. De donde resulta fácil concluir, que como casi todos los aspectos ligados
a la guerra y la paz, manos muy hábiles han logrado convertirlos en jugosos
negocios: diagnósticos, estudios, trabajos y campañas falsos de principio a
fin.
Pero que
sirven a una gran cantidad de gente para hacer dinero y fabricarse prestigio.
Al mismo tiempo que se oscurece la realidad en grado superlativo. Tomando nota
al azar de las citaciones que las propias emisoras del Ejército publican a
cuenta de sus juzgados, se puede constatar que en los últimos cuatro meses son
más de ciento diez las deserciones presentadas de batallones y brigadas del
Ejército colombiano, sin mencionar citaciones que incluyen homicidios y
lesiones.
Por
ejemplo, el 17 de diciembre de 2012, el dragoneante Ramírez Ramírez John Jairo,
del Batallón Energético y Vial número 8 Mario Pérez, es citado por el Juzgado
128 por el delito de deserción. El 15 de marzo de 2013, el soldado Jean Carlos
Sánchez Albarracín de la 30 Brigada es citado por el juzgado número 36. Así
sucesivamente.
Es tan
larga la lista que publicarla acá resultaría demasiado pesado. Basta con
ponerle algo de atención a las emisoras del Ejército.
Eso no lo
estudia ni comenta ningún erudito. A eso no se refiere ningún mando militar, ni
el ministro de la defensa, ni mucho menos el Presidente Santos. Da la impresión
de que la campaña que realiza el Ministerio de Defensa para invitar a la
deserción de los guerrilleros, produce efectos masivos en las filas de sus
propios batallones y brigadas. Valdría la pena que consideraran una campaña en
la que el negro Preciado o Juanes convidaran a los soldados a no desertarse
más.
Montañas
de Colombia, 12 de abril de 2013.
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