Cristian Pérez, cantor del pueblo y para el pueblo |
Por: Victoria Sandino Palmera, Delegada de Paz de las FARC-EP
Recuerdo la tarde en que su risa retumbó en el
campamento como un trueno, al instante se confundió con el arpegio de una
guitarra y acompañando la sonatina una voz comenzó diciendo: “convoco… una
melodía vallenata en nuestra tierra cantada con la voz ronca de un buen cantor
que canta diciendo… levántense, muchachos, vamos pa´ la calle que ya ha
comenzado en grande la insurrección…”; uno a uno nos fuimos arrimando
cautivados por la magia de la guitarra guerrillera y esa voz subversiva.
Ya estábamos aglomerados, terminó “convoco… una brocha gorda pa´ hacer una
pinta pa´ contarle al mundo cuanto te amo, mujer” cerró su canto,
se puso de pie y con voz fuerte dijo: yo soy Christian Pérez, cantor de
las FARC.
Rompimos en aplausos. Estábamos en las afueras de San
Vicente del Caguán, vísperas del acto de lanzamiento del Movimiento
Bolivariano, teníamos enormes expectativas, habían llegado muchas
delegaciones, personajes, entre esos los artistas farianos; Christian Pérez era
uno de ellos. Continuó cantando y contando historias de cada una de las
canciones interpretadas: historias de la vida guerrillera, de amores,
desamores, de niños, de paisajes, de sus andanzas por el territorio patrio.
Traía de la Sierra Nevada la bendición del mamo
kankuamo para contar su historia de lucha y resistencia por siglos; de los
campesinos vallenatos sus acordes lastimeros cuando los paramilitares al
servicio del terrorismo de Estado arrasan sus chozas, sus escasos enseres y
acaban con sus vidas; tenía en su memoria a los mártires de las plantaciones
bananeras del Magdalena, para quienes hoy aún no termina la masacre de 1928.
Cargaba de los guerrilleros del caribe sus alegrías, sus risas y optimismo para
combatir al opresor. Del Urabá rebelde, la resistencia de un pueblo que
con su morralito encima, no renuncia al retorno, a sus territorios por los
vericuetos del Truandó y Pabarandó, con la esperanza de construir un futuro en
paz y con dignidad para sus familias. Guardaba de las guerrilleras del José
María Córdoba sus perfumes de bananeras y melao de panela impregnados en la
piel.
Con su mochila Arhuaca repleta de sueños
libertarios, invitó con su voz agitadora a meterle al Brete a más 30 mil
asistentes, llegados de todos los rincones del país al acto de lanzamiento del
Movimiento Bolivariano. Así: poeta, cantor, escritor, cuentero, narrador y
juglar del pueblo, con la energía que da la tierra guerrera del Caquetá, partió
al resistente Cauca Paez. Éste hombre corpulento, cargado de ternura y amor
infinito por sus semejantes, se trepó al espinazo de la cordillera occidental y
plantó en el Macizo Colombiano su canto libertario como bandera de meta en la
mayor cúspide del mundo.
Explicó a los guerrilleros y bolivarianos la
epopeya libertadora, mostró la osadía y terquedad de los desposeídos en la
búsqueda de su libertad, el carácter febril de El Libertador para conducir al
Ejército patriótico y vencer la ignominia del colonialismo español.
Reunió núcleos bolivarianos, enseñó a los estudiantes universitarios la
historia de Colombia; conoció la lucha clandestina del indio Avelino Ull
contra los terratenientes payaneses, cantó a la templanza de las milicias de
Juan Tama , vivió las acciones de la Jacobo Arenas: “vi las milicianas
lavando ropa en un río y las luces tristes de Popayán por las tardes; y al
viejo Caliche recordando sus combates bajo la luna en las pineras de Cajibío,
vi los rostros del Movimiento Bolivariano y el hambre en los niños de los
caseríos paeces…”.
El Caminante Bolivariano cruzó la cordillera
central para descender por el Atá crecido a la heroica Marquetalia donde
desanduvo los pasos de Charro Negro, contuvo en sus pulmones el olor a pólvora
que todavía emana de aquella operación del Plan Laso, con 16 mil soldados para
exterminar a un puñado de campesinos organizados en el sur del Tolima. Recorrió
palmo a palmo cada lucha de los campesinos rebeldes que desde el 48 solo
tuvieron como opción el monte para resistir, combatir y defender sus vidas.
Pese a que no le podemos ver caminar, por aquella
infamia que hoy aún no comprendemos, por la manera como se destierra lo bello,
se arranca la poesía, se asesina la canción, El Caminante, cantor insurrecto,
sigue llenando los senderos de notas, de versos revolucionarios, animando
nuestra lucha con su voz guerrillera, alegrando el futuro, con una felicidad
que no se puede extinguir… “Soy feliz con lo que soy, soy feliz con lo
que siento. A mí me pueden matar, Pero no a mis sentimientos”.
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Publicado por AFP NOTICIAS para Agencia Fariana de Prensa - Frente Antonio Nariño el 4/15/2013 06:40:00 a.m.
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