"Pueblo, por la
restauración moral, ¡a la carga!
Pueblo, por la derrota
de la oligarquía, ¡a la carga!
Pueblo, por nuestra
victoria, ¡a la carga!".
Jorge Eliécer Gaitán.
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Por Ricardo Téllez
Con la llegada de los españoles se inició la conquista. La violencia era
la técnica preferida utilizada por los invasores para someter a los
nativos de este continente. Se combinaba con la negación y la división de los
de abajo, la perpetuación de la ignorancia, el engaño y la superstición. Se
especializaban cada día más en el manejo de la espada y de la cruz para
subyugar y aniquilar, para aterrorizar y someter. Tras la invasión, los
propósitos altruistas solamente se dieron en casos excepcionales de algunos
sacerdotes desinteresados y gentes del viejo mundo que abrazaban el humanismo.
Fue durante la letárgica y prolongada noche de más de tres siglos de dominación
colonial, donde con mayor claridad resalta la aseveración.
Los virreyes, bendecidos por el respectivo arzobispo, dosificaban con el
rigor del boticario la cantidad y tipo de medicina que debían aplicar frente a
la coyuntura que vivieran. Si la situación se complicaba, ahí estaban la horca,
el descuartizamiento y el empalamiento para imponer su voluntad y supremacía.
Así ocurrió contra los comuneros del Paraguay, Perú y Nueva Granada, por
ejemplo.
Cuando las luchas por la independencia fueron arreciando y se comenzaba
a vislumbrar el final del período colonial, por allá en el año de 1814
aparecieron el capitán peninsular Domingo Monteverde, un militar de apellido
Antoñanzas y el contrabandista José Tomás Boves, quienes se erigieron en las
figuras descollantes en la promoción masiva del terrorismo de Estado en
Venezuela, aniquilando a un tercio de la población. Fueron tempraneros
precursores del terrorismo y del paramilitarismo que antecedió de manera más
inmediata a la independencia. Pero ello no bastó para salvar la corona.
La reconquista de Colombia se le encargó al General Pablo Morillo, el
"pacificador", quien llegó a América portando los relucientes soles
obtenidos en combate frente a las tropas de Napoleón. Después de fusilar a toda
una generación de destacados patriotas, regresó a España cargado de ignominia,
mientras la espada de Bolívar fulguraba en el cielo de América dando la
libertad al Nuevo Mundo.
Francisco de Paula Santander, José María Obando y José Hilario López,
instalaron en los albores de la República el atentado personal para deshacerse
de sus enemigos o adversarios. La buena fortuna salvó a Bolívar en la Noche
Septembrina. No corrió la misma suerte Antonio José de Sucre, víctima de la
emboscada fatal en Berruecos.
Guerras civiles desatadas por caudillos liberales y conservadores para
hacerse con el botín del Estado se extendieron por todo el siglo XIX, así la
nación quedó herida e impotente para impedir en 1903 el matrero zarpazo de los
Estados Unidos para apoderarse de Panamá.
Represión, cárcel y muerte recibieron por igual artesanos, braceros del
Río Magdalena, trabajadores de ferrocarriles, campesinos, gente humilde...; la
resistencia fue tenaz, pero no logró detener el espíritu sangriento de la clase
dominante, la muestra más evidente y dolorosa fue la masacre de miles de
trabajadores bananeros de la United Fruit Company, en Ciénaga, departamento del
Magdalena, en diciembre de 1928.
Las élites locales y los inversionistas extranjeros llenaron sus
bolsillos mientras la sangre obrera abonaba el surco del cual se había
apropiado su verdugo.
En ningún momento la resistencia amainaba. Estaba allí. Se replegaba y
volvía con renovados bríos.
De pronto alguien trata de serlo todo: rebelde, hombre, esperanza,
pueblo. Es voz sonora que agita el aire y despierta conciencias, es la voz del
"negro" Jorge Eliécer Gaitán denunciando a las oligarquías por los
padecimientos del pueblo, la entrega de la patria al amo gringo, la pérdida de
valores, la corrupción reinante, la miseria espiritual de una sociedad podrida
que debe ser restaurada por y para los de abajo.
Millones de desposeídos se unen al líder. La presidencia está
garantizada. El imperio y las oligarquías descendientes de Santander, Obando y
López, se confabulan y perpetran entonces el magnicidio del caudillo, el 9 de
abril de 1948.
Un pueblo adolorido y humillado se alza en busca de justicia. Tras la
muerte de Gaitán 300.000 colombianos más serán brutalmente asesinados. Desde
sus palacios señoriales los victimarios ven correr la sangre que se transforma
en más riqueza y más poder para los asesinos.
Surgen guerrillas liberales que serán traicionadas por los jefes de esa
organización política. Los comunistas no se doblegan. Junto al pueblo encabezan
la resistencia y crean guerrillas no sujetas a designios de la burguesía, las
cuales comienzan el recorrido hacia la toma del poder, combinando acertadamente
todas las formas de lucha de masas, frente a un enemigo que también ofrece la
zanahoria y el garrote.
Pero la violencia oficial no cesa. Los pájaros de la primera violencia
mutan hacia el narco-paramilitarismo del presente con sus frenéticas orgías de
terrorismo de Estado, que siembra de fosas comunes el suelo de la patria,
desaparece personas y practica los "falsos positivos", pretendiendo
ganar en los titulares de prensa una guerra que sabe perdida.
Cuentas mal hechas calculan los muertos en 500.000 en los últimos 30
años. Ningún presidente que haya gobernado en ese período, ni las cúpulas
militares que los acompañaron están exentos de responsabilidad que comparten
plenamente con las élites que representan y los habitantes de la Casa Blanca.
Llegó la hora que el pueblo todo de Colombia imponga la paz con justicia
social, atando las manos genocidas de sus enemigos e impulsando los cambios que
el país requiere y que los detentadores del poder se obstinan en negar. El
cuerpo herido pero no vencido del pueblo colombiano se yergue altivo en esta
definitiva batalla y las probabilidades de salir airoso son cada vez mayores.
Desde la Habana nos sumamos a los esforzos del pueblo llano, del
pueblo-pueblo para encontrar la convergencia de las luchas populares, de los
desposeídos, quienes con su movilización, organización y lucha harán realidad
el milenario sueño de una Colombia mejor.
La Habana, abril 6 de 2013
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