sábado, 6 de abril de 2013

Traicionar la conciencia es convertirse en escoria. Por Gabriel Ángel, FARC-EP.




Empeñarse en construir una sociedad más justa y humana es lo que verdaderamente dignifica el paso de una mujer o un hombre por este mundo.

Por Gabriel Ángel

Una linda estudiante de secundaria recibe la oferta de posar explícitamente desnuda a cambio de una buena suma de dinero. Las fotos o el video serán publicados en el exterior, sólo una casualidad muy desafortunada permitiría que alguien cercano a ella llegara a conocerlas. Se le pagará una suma considerable de dinero, con la que podrá adquirir algunas costosas prendas de moda, un móvil de última generación y hasta un PC para su exclusivo uso.

Sus padres o hermanos jamás van a saberlo. Además le ofrecen que podría vincularse a la discreta condición de chica prepago y ganar mucho más dinero en secreto. Inventar una explicación no sería tan difícil, ganó una rifa o su amiga de infancia que vive ahora en Norteamérica le envió unos dólares de regalo. A excepción del miedo invencible a lo desconocido, sólo unas sólidas convicciones morales le impedirán a la hermosa muchacha aceptar la tentadora oferta.

Pero la regla que inspira la sociedad actual la anima. Él éxito consiste en ganar la mayor cantidad de dinero posible, y la felicidad en acceder sin descanso a los bienes que nos enseñan a desear con la publicidad. El camino para ello está abierto. Consiste en emprender, esto es, en ingresar con audacia al mundo del mercado. Cada uno debe aprender a reconocer sus propias ventajas y luego a encontrar el modo de sacarles el máximo provecho frente a quienes carecen de ellas.


EL MUNDO Y LA VIDA son un juego permanente entre competidores. No se trata de lamentarse porque se carece de capital. Lo verdaderamente importante es la idea, la invención de algo que pueda satisfacer la demanda de otros. He allí el secreto de la fortuna. Mira qué tienes tú para ofrecer y lánzate sin complejos al universo de la competencia. No repares demasiado en tus prejuicios, esos no producen dinero y pueden hacer que de ti piensen cosas muy feas.

Todos los días, a toda hora, estamos escuchando esa lógica alucinante. Promueven un congreso juvenil de informática con el estribillo de un muchacho que soñaba con tener muchos amigos por la red y que halló el cómo. Ahora tiene millones de amigos, pero muchos más millones en el banco. Atrévete tú también. ¿Será que la chica de que hablamos no halla en la propuesta que le hacen una perfecta coincidencia con lo que la sociedad promueve? No puede ser tan malo.

Al fin y al cabo esa sociedad reconoce cada vez más los derechos de la gente, prostitutas, drogadictos, alcohólicos y degenerados. Libre desenvolvimiento de la personalidad. Hay bombas sexis reconocidas mundialmente que acceden incluso a altas posiciones políticas. Y que viven tapadas en plata. Igual podría pensar el que es tentado por el narcotráfico, por el saqueo de apartamentos ajenos, por cualquier forma lucrativa de violencia. Cuando se triunfa se es grande.



COMO EL EMPRESARIO que quiebra por la competencia extranjera, que sencillamente es arrollado por algún ganador, ser víctima de una desgracia en alguna orgía de drogas y sexo significa tan solo haber quedado a la vera del camino. O ser atrapado por la Policía tras haber cometido un crimen, no entraña que otros no lograrán coronar su plan y hacer mucho dinero. En la lógica del juego, unos ganan y otros pierden, lo importante es ubicarse siempre en el grupo de los que ganan.

No importa que haya sido al margen de la ley, ni valiéndose del crimen. Los dueños del poder saben retroalimentarse bien de los que llaman bandidos. Les acumulan las enormes ganancias en sus bancos, les proporcionan construcciones exclusivas y bienes de lujo. Llegado el momento, pasan a expropiarlos con sus aparatos judiciales. Ejercerán presión para la concertación de arreglos amigables en los que la libertad se comprará con la cesión de los últimos caudales.

Denunciar que un grupo cada vez más reducido de ganadores condena al creciente número de perdedores a las formas más viles de sobrevivencia, ha sido elevado a la categoría de repudiable delito. Proponer una forma alternativa de conciencia que se levante como un dique al torrente de la descomposición que alientan los dueños de los negocios y el poder, convierte a quien lo hace en blanco del estigma. Lo que no disminuye la urgente necesidad de hacerlo.


TOMAR CONCIENCIA, unirse a otros, proponer caminos distintos, empeñarse en construir una sociedad más justa y humana es lo que verdaderamente dignifica el paso de una mujer o un hombre por este mundo. Luchar por dejar de ser objetos que se venden y compran sin pensar, por evitar que prosiga la corrupción del medio ambiente natural y social, por salvar el planeta, la vida, la niñez y la decencia, constituye la esencia del pensamiento revolucionario de hoy.

Este capitalismo devastador tiene que ser destruido. Con sus enormes arsenales nucleares y poderosos ejércitos. Con sus sistemas de sojuzgamiento de unas naciones poderosas sobre otras más débiles. Con sus ideas y formas de gobierno que entronizan en el poder a los amos del negocio y se burlan de la voluntad de las grandes mayorías sometidas. Con su contracultura enajenante y la cauda de vicios que propaga.

Cada niño que perece por falta de atención a la puerta de un hospital debe la muerte al sistema. Cada jovencita violada en un callejón oscuro es consecuencia del sexo y la violencia que propagan sin límite los negocios mediáticos. El atracador baleado en la avenida por su presunta víctima es el grito de protesta de un frustrado comprador de mercancías. El padre de familia acuchillado a unos pasos de su vivienda por hurtarle un celular, es apenas un perdedor más en el juego del mercado.


LOS POLICÍAS O LOS SOLDADOS que pierden la vida en la montaña persiguiendo a la guerrilla, estaban muertos desde mucho antes. Perteneciendo al pueblo, al bando de los perdedores y humillados, creyeron que poniéndose al servicio de los amos, para aniquilar a aquellos de los suyos que liman con paciencia la cadena, iban a pertenecer por fin al gremio de los vencedores. Ignoraban que así mataban la esperanza que ellos y los suyos tenían para mantenerse con vida en el futuro.

En cambio, el guerrillero despedazado por las bombas que en la medianoche
rompieron el silencio de su campamento, no pudo ser muerto por la furia enemiga, pues desde tiempo atrás se había liberado de ella. Quien rompe en forma definitiva con el sistema de opresión, se retira de él e ingresa al fermento de una sociedad nueva en formación, pertenece a quienes siembran la vida, a quienes tejen el futuro del género humano y por tanto ya son parte de él, para siempre.

Se equivocan también quienes creen que encerrando a los revolucionarios en una celda les arrebatan la libertad. Nadie es más libre que ellos, que rompieron las cadenas de la dominación que los ataban a esa sociedad podrida. La libertad también es un asunto de conciencia. Eso no pueden comprenderlo los mercaderes ni sus bufones de feria, en tanto Simón Trinidad lo tiene bien claro. La conciencia, la nueva conciencia, ¡qué hermoso es vivir de acuerdo con ella!


Y QUÉ DESPRECIABLE ES TRAICIONARLA. Los poderosos aplauden a los traidores. Los pasan a diario por sus medios invitando a desertarse a sus antiguos compañeros. Prometiendo ilusos universos de felicidad. A solas, los desmovilizados saben que ahora son escoria, elementos desechables que sólo viven gracias a lo que recitan sumisamente ante un micrófono, miserables que se pusieron en cuatro ante los amos, del modo como quieren ellos pervertir a las muchachas de la secundaria.

Montañas de Colombia, 2 de abril de 2013.


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