Comunicado de las FARC-EP al cerrar Noveno Ciclo
Compatriotas,
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uego de discutir durante meses en torno a nuestra
problemática rural y de buscar soluciones que efectivamente reivindiquen y
rediman al campesino, a las comunidades indígenas y afro-descendientes, y que
favorezcan el buen vivir de los colombianos, hemos avanzado en la construcción
de un acuerdo, con salvedades puntuales, que necesariamente tendrán que ser
retomadas, antes de la concreción de un acuerdo final.
Las reivindicaciones históricas más sentidas de las
comunidades rurales y empobrecidas, fueron bandera al viento en nuestras manos,
y argumento para el debate en la Mesa de Conversaciones. Nos erigimos en voz de
las gentes del común, de los campesinos sin tierra frente a las alambradas de
las grandes propiedades, de las comunidades rurales resueltas a defender su
territorio amenazado por la depredación minero-energética de las
trasnacionales… Las Cien Propuestas mínimas orientadas al DESARROLLO RURAL Y
AGRARIO PARA LA DEMOCRATIZACIÓN Y LA PAZ CON JUSTICIA SOCIAL DE COLOMBIA, son
una muestra fehaciente de la profundidad de nuestro compromiso. Allí están
plasmadas las ideas de justicia que los de abajo han querido que se les escuche
y se les reconozca.
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uego de 22 años de vigencia de una Carta Magna que
consagró derechos en el papel, mientras desató su política neoliberal
generadora de miseria, desigualdad y violencia, es hora de exigir que la letra
muerta de beneficio social de la Constitución y la Ley, resuciten, recobren
vida, y sea cumplida por las elites empotradas en el Estado.
En La Habana estamos abriendo una senda para que el
pueblo actúe, se movilice, en defensa de sus derechos y siga haciendo escuchar
su voz como protagonista principal de la construcción de la paz. Pero preocupa
que mientras las mayorías claman reconciliación y expresan sus anhelos de
justicia, el país tenga que seguir soportando la inclemencia de medidas y
políticas económicas que entregan nuestro territorio a la voracidad de las
transnacionales, se siga profundizando la desigualdad, y continúen cayendo
compatriotas, de lado y lado, en una guerra de medio siglo que urge una salida
política.
Este acto de cierre de un ciclo temático es al
mismo tiempo la apertura al trascendental debate en torno a la democracia
colombiana. Muchas preocupaciones orbitan nuestra conciencia de voceros de los
anhelos populares con relación al trascendental asunto de la Participación
Política, que abordaremos en la Mesa de Diálogo de La Habana a partir del 11 de
junio.
Urgentes cambios estructurales están tocando las
puertas del Estado, reclamando participación ciudadana en las decisiones y en
la adopción de políticas que comprometen su futuro de dignidad. Tenemos que
volver la mirada hacia nuestros orígenes, para encontrarnos con la enseñanza
del Libertador que nos dice que “La
soberanía del pueblo es la única autoridad legítima de las naciones”, que “El
destino del ejército es guarnecer la frontera. ¡Dios nos preserve de que vuelva
sus armas contra los ciudadanos! Basta la milicia nacional para conservar el
orden interno”, “las minas de cualquier clase, corresponden a la República”, y,
“La hacienda nacional no es de quien os gobierna. Todos los depositarios de
vuestros intereses deben demostraros el uso que han hecho de ellos”.
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n las actuales circunstancias nos preocupa, por
ejemplo, la captura del Estado por parte de grupos de poder que aprueban leyes
y regulaciones que solo favorecen su egoísmo mientras desprecian el interés
común y llevan la desigualdad y la defensa violenta de sus capitales, más allá
de los límites de lo infrahumano.
Una suerte de “macrocriminalidad”, en la que reinan
la corrupción y la impunidad, se ha apoderado del Estado colombiano. Sigue éste
enredado en la telaraña de la ilegalidad narco-paramilitar. Y pululan todavía
los comisionistas que hacen el puente entre el Estado, empresas legales y la
ilegalidad, para lavar activos, celebrar contratos, robar los recursos de la
salud, y saquear las arcas de la nación.
Todos estos, son elementos que hoy obstruyen la
posibilidad de construir una alternativa de solución diferente a la guerra,
pero confiamos en la sabiduría de las organizaciones sociales, políticas y
populares de Colombia, que sabrán desbrozar el camino hacia la paz.
El esfuerzo colectivo por la paz de Colombia tendrá
que ser compensado con un tratado justo y vinculante rubricado por una Asamblea
Nacional Constituyente que funde nuestra reconciliación a perpetuidad.
El Estado colombiano espera una transformación
estructural profunda, que complemente medidas trascendentales similares a las
que ahora hemos acordado, como la de la formalización progresiva de todos los
predios que ocupan o poseen los campesinos de Colombia.
La Habana, Cuba, Sede de los diálogos de paz, Mayo
26 de 2013
DELEGACIÓN DE PAZ DE LAS FARC-EP
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