Foto: P.SERRANO / De izquierda a derecha, Andrés París y Rubén Zamora |
Por Pascual Serrano | Público.es | 6 marzo del 2013
El
pasado septiembre, el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, hacía pública
la noticia de que su Gobierno iniciaba conversaciones de paz con la guerrilla
de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) . Desde noviembre una
delegación del grupo insurgenete permanece en La Habana donde se mantienen
estos diálogos. El proceso tiene a Cuba y Noruega como países garantes y a
Venezuela y Chile como acompañantes.
Entre
los representantes de las FARC designados para estas negociaciones se encuentran
Andrés París y Rubén Zamora. Aunque ambos son comandantes del grupo armado,
prefieren que se les llame miembros de la Delegación de Paz . Con ellos
analizamos en La Habana esta oportunidad de poner fin a un conflicto que dura
más de cincuenta años protagonizado por la guerrilla más antigua de América
Latina. Las respuestas han sido consensuadas por ambos portavoces.
¿Por
qué se inician los diálogos y por qué en Cuba? Se dice que ustedes aceptan
estas conversaciones porque se encuentran en un momento de debilidad
– Las
FARC toman la decisión de dialogar en La Habana como consecuencia de un
intercambio que se desarrolló de forma secreta en Caracas. En nuestra
concepción de las FARC se encuentra el hecho de que somos un ejército de
guerrillas pero nuestra bandera es la búsqueda de la forma política no armada.
Cualquier otra interpretación de que llegamos en un momento de debilidad
político-militar no es cierta. La supremacía militar es evidente, pero estamos
perfectamente adaptados a la guerra de guerrillas. El poder demoledor del
capitalismo es tremendo ya que gana las guerras desde el aire. Por otra parte,
los análisis del avance tecnológico y las asimetrías sirven de razonamiento
para concluir que nos encontramos al borde de la derrota. Es indiscutible que
nos han dado golpes grandes, debido fundamentalmente a las tecnologías de
localización, pero igualmente nos hemos adecuado por nuestra gran movilidad y
desplazamiento, y por el trabajo político. No hay comparación entre la
inversión millonaria del Estado colombiano y el daño provocado. Nuestros
comandantes muertos han sido reemplazados por comandantes jóvenes pero
expertos. Mientras tanto, el ejército colombiano ha tenido entre 2.500 y 3.000
bajas por año, entre muertos y heridos. Lo que hace un total de 30.000 bajas a lo
largo del conflicto.
– El
momento más débil fue cuando nacimos, hoy somos un sólido ejército que se
mantiene en pie de lucha a pesar del duro ataque al que está sometido. Puede
ser que se nos aleje la posibilidad del triunfo, pero eso no quiere decir que vayamos
a renunciar a la lucha. Pero insistimos en que ahora buscamos una oportunidad a
la paz.
– En
cuanto a la ubicación de estos diálogos, hubo una etapa anterior secreta en
Venezuela. El Gobierno no quiso que estas conversaciones fueran en Colombia,
por eso son en La Habana. Aceptaron Cuba para aislarlo de la sociedad, en
Colombia hubiéramos llevando un millón de colombianos al lugar de diálogo.
Hasta
el propio Fidel Castro les planteó el fin de la vía militar.
– Estamos
de acuerdo en que la lucha armada no tiene vigencia, pero en Colombia se
mantiene una estructura de violencia estatal que impide la participación de
otras fuerzas y eso solo se puede enfrentar con las armas.
¿Qué
están dispuestas a ceder las FARC?
– No
estamos en una mesa de negociación, sino de conversación, en eso hemos
coincidido las dos partes. Es evidente que un acuerdo para la paz requiere unos
mínimos de ambas partes, la máxima para nosotros es la revolución, para ellos
mantener su sistema capitalista. Hemos de intentar encontrar un punto
intermedio. Tenemos plena disposición para hablar de todos los temas, además de
los incluidos en la agenda pactada. Se trata de solucionar el conflicto.
Santos
les golpeó cuando era ministro de Defensa con Álvaro Uribe, ¿por qué con él sí
hay diálogo y con Uribe no?
– Uribe
está comprometido con la guerra y el paramilitarismo. Santos plantea otra
opinión y creemos que esa ventana debíamos explorarla, pero por convicciones
políticas no por debilidad militar. La opción política es la salida menos
dolorosa. Se trata de permitir a los colombianos abordar la solución política.
Hay que dinamizar un espacio que permita a los colombianos expresarse sin
criminalizar la lucha social.
– El
acuerdo sería parte de un proceso más profundo y más largo. Entonces nos
correspondería seguir la revolución por otros medios pacíficos, esos que no nos
han permitido hasta ahora.
¿Creen
que se puede repetir las experiencia de la Unión Patriótica, cuando intentaron
incorporarse a la vida política legal y les asesinaron a miles de militantes y
cargos políticos?
– No
estamos dispuestos, pero queremos la solución política con el apoyo del pueblo
en la nueva realidad política. Si no es posible, seguiremos con la guerra de
guerrillas. Hace falta una movilización contundente
de los colombianos para mantener este proceso. Hay ataques desde sectores
latifundistas y mafiosos para
bloquearlo. Todo esto se deberá refrendar con una Asamblea Nacional
Constituyente, se trata de crear una nueva institucionalización, un nuevo
Estado para la paz.
¿En
qué momento del diálogo se encuentran en este momento?
– Discutiendo
sobre el acceso a la tierra, la concentración de la tierra es el origen del
conflicto. Más del 65 % está en manos del 0'4% de la población. Terratenientes
y financieros controlan la tierra y eso queremos revertirlo. Hemos logrado
algunas coincidencias, la idea de crear un fondo de tierras, para una futura
redistribución dándosela a los campesinos. Veinte millones de hectáreas podrían
resolver el problema, el Gobierno ha
ofrecido 8 millones (3 millones ya las ocupan de forma alegal los campesinos).
Aún no estamos de acuerdo en las cifras, pero coincidimos en la necesidad de un
fondo.
¿Cuáles
son los principales obstáculos a los que se enfrentan?
– Es
el latifundio y los mafiosos y empresas transnacionales que se hicieron
ilegalmente con la tierra. Ellos han despojado a los campesinos en torno a diez
millones de hectáreas y colaboraron con su exterminio. Mientras el Gobierno no
quiera romper con ellos habrá dificultades. El Gobierno quiere una propuesta
agraria que no toque el status quo de los latifundistas, es decir, legislar
para legalizar ese despojo y el paramilitarismo que masacró a los campesinos.
– No
se le puede pedir a una de las partes que desaparezca. Con la desaparición de
las FARC la violencia no acabará, porque es del Estado colombiano contra el
campesinado.
¿Cuál
puede ser el papel de EEUU y Europa en esta búsqueda de la paz o qué le piden a
estas potencias?
– Deben
comprender que es más rentable la paz que la guerra. Se pueden establecer
fuentes de desarrollo económico que incluso puedan estar invitando al capital
extranjero, pero con el Estado colombiano como principal accionista. Pero es
que las multinacionales que hay ahora lo que pretenden es aprovecharse de todo
el país y sus recursos. No quieren pagar más del 10% de regalías por la
explotación de los recursos. De esa forma habrá una resistencia e indignación
entre los colombianos.
– Por
otra parte, Europa debe aceptar un reconocimiento público de la insurgencia y
levantar su clasificación de organización terrorista. En cuanto a Estados
Unidos, una forma de colaborar en la búsqueda de la paz sería la liberación y
participación del dirigente de las FARC Simón Trinidad, extraditado en ese
país, para que esté en la mesa de diálogo como un gesto de paz que genere
confianza. Si EEUU respalda el proceso debería permitir su incorporación. Pero
el principal obstáculo es el Gobierno colombiano que no lo ha pedido.
¿Y el
papel regional de América Latina?
– En
el resto de América Latina sigue habiendo capitalismo, pero se ha renunciado a
la violencia para aplicarlo, como sigue sucediendo en Colombia. Nuestro
Gobierno se resiste a cambiar ante el nuevo panorama de América Latina.
Colombia no debe ser un país de acero donde no entran los vientos que corren
por todos lados.
– Me
pongo a soñar. Dejamos las armas, se comprometen con los acuerdos. Si tiene la
tentación de repetir la masacre de la Unión Patriótica ahí debe intervenir la
CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, integrada por 33
países), es importante el papel regional.
Diversas
informaciones están mostrando la posibilidad de un proceso legal contra Álvaro
Uribe por los casos de falsos positivos, el asesinato de campesinos a los que
se le hizo pasar por guerrilleros. ¿Qué opinan al respecto?
– Se
trata nada menos que de 70.000 falsos positivos según la información que poseen
las autoridades estadounidenses en base a los datos proporcionados por los
cabecillas paramilitares presos en ese país. Se trata de una información que
ahora han decidido proporcionar a la opinión púbica internacional. Hubo una
connivencia entre Estado, terratenientes y paramilitares en llevar a cabo masacres
masivas
– Entendemos
que la rivalidad preelectoral entre Santos y Uribe ha llevado a la decisión del
presidente Santos de entregar a Uribe a la autoridad penal internacional para
ser juzgado por sus crímenes. Esto provocará una gran confrontación con un
participación activa de los paramilitares presos en EEUU.
¿Y
qué trascendencia puede tener esto en la política colombiana?
– Uribe
es un hombre violento, pero Santos no lo es menos. Si se avanza a una
confrontación entre ellos, Uribe quedaría aplastado por el Estado. Quieren
dividir a Colombia entre partidarios de Uribe y de Santos, donde no quepa la
opción de izquierdas. Ambos tienen responsabilidad en la criminalización del
otro. Hay que buscar una vía colombiana de centro izquierda que diga sí a la paz
y al cambio político. Están madurando las condiciones para ello. Los ciudadanos
perciben la necesidad de la paz en Colombia. Podemos decir que se puede iniciar
una fase de respeto para la participación de todas las opciones en las
elecciones en Colombia
¿Cuál
está siendo la posición de la ciudadanía ante estos diálogos y especialmente el
campesinado?
– La
gente se ha venido expresando, pero hay un cerco mediático alrededor del
diálogo y de los sectores ciudadanos. Se han dado ocho encuentros regionales
donde participó la gente y dijo cómo construir la paz a partir de un cambio en
la propiedad de la tierra. Hemos insistido en que el proceso de paz no debe de
hacerse a espaldas de la gente, pero hay una guerra informativa contra el
proceso.
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