Habana, Cuba, sede de los diálogos de paz, Marzo 20
de 2013
A propósito del Indice de Desarrollo Humano en
Colombia.
Hace pocos días el Programa de Naciones Unidas para
el Desarrollo (PNUD), señaló que Colombia tiene un alto desarrollo humano, y
resaltó que el país ocupa el puesto 91 entre 186, en un informe que evalúa los
logros de las naciones en educación y salud, y la disponibilidad de recursos
para ofrecerles a sus habitantes un nivel de vida digno.
Al respecto, fundamental es indicar que en las
mediciones de Índice de Desarrollo Humano (IDH) en América Latina, Colombia se
ubica en la casilla número 12, muy por debajo de Venezuela, Chile, Argentina,
Uruguay y Cuba. Sólo supera a naciones empobrecidas como El Salvador, Guatemala
o Bolivia. Y resaltamos estos detalles para insistir en que en nuestro país se
requieren profundas transformaciones económicas, políticas y sociales que
apunten sobre todo a superar la profunda desigualdad reinante, causa esencial
de la confrontación que nos desangra.
Un ejemplo expresivo de la tragedia social
colombiana lo indica el hecho de que en nuestro país el porcentaje de
desnutrición es el doble que el de la media continental (12 %), situación que
le genera la muerte al menos a cinco mil niños cada año. Agreguemos que dentro
de la población infantil, el promedio de años de estudio es de 7,3, mientras el
"período esperado de escolaridad" es de 13,6 años; es decir, casi el
doble.
Es evidente que si miramos esos índices de
desarrollo por regiones, las desigualdades se verán más profundas, sobre todo
en los lugares más apartados del centro donde el acceso a los pocos programas
de salud y educación es deplorable o inexistente. Son los casos del Chocó, La
Guajira, Cesar y Nariño, donde los niveles de desigualdad y miseria asemejan a
países del sudeste asiático y de África.
Importantes capas poblacionales en Colombia siguen
siendo excluidas de los beneficios del desarrollo económico, y no alcanzan por
desidia gubernamental a sobreponerse de la miseria que las consume. De hecho,
el Banco Mundial ha diagnosticado que nuestro país es el séptimo más desigual
del planeta, con niveles comparables a los de Haití y Angola.
El informe que presentó el PNUD aclara que, pese a
la buena nueva de que el ritmo de progreso en países en vías de desarrollo ha
sido más rápido de lo que se pensaba, "no es deseable ni sostenible que el
crecimiento del Índice de Desarrollo Humano esté acompañado por una creciente
desigualdad", y agrega que "nadie debería estar condenado a vivir una
vida breve o miserable por ser de una clase social o país 'equivocado',
pertenecer a una raza o a un grupo étnico 'equivocado', o ser del sexo
'equivocado'. La desigualdad reduce el progreso en desarrollo humano y, en
algunos casos, podría impedirlo por completo". Opinión que debiera ser
tenida muy en cuenta por el gobierno nacional al momento de afrontar las justas
exigencias de los diversos sectores sociales que hoy se alzan contra las
políticas neoliberales que los victimiza e impide la construcción de La Paz.
En el marco del desenvolvimiento de los diálogos de
la Habana, el gobierno no debiera olvidar que la paz no se reduce a cesar la
confrontación militar o a desmovilizar a la insurgencia. La Paz es el fruto de
la Justicia.
Delegación de Paz de las FARC-EP
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