Escrito por Ainara LERTXUNDI
Publicado el Miércoles, 13 Marzo 2013 16:10
Publicado el Miércoles, 13 Marzo 2013 16:10
Guerrilleras de las FARC en posiciones en la selva. |
«Lo más duro es saber que tu hijo se expone a la persecución del Estado»
Ainara LERTXUNDI
¿Qué
la llevó a la guerrilla?
Patricia:
El sentimiento revolucionario lo llevo en las venas, desde muy niña mis padres
me inculcaron el amor a la lucha. Conocí de cerca a algunos guerrilleros
heridos que llegaban a mi casa, a los que atendían, y fue hablando con ellos
que me hice una mejor idea de la causa revolucionaria. Con el tiempo ratifiqué
los principios de todo revolucionario: sacrificio por su pueblo, amor a la
lucha y mucha lealtad al movimiento guerrillero. Hoy más que nunca estoy
plenamente convencida de que el pueblo colombiano necesita un cambio urgente
para buscar una salida al derramamiento de sangre entre colombianos. Por eso
estamos en La Habana en conversaciones con el Gobierno. Tengo confianza en la
posibilidad de encontrar una salida incruenta a los terribles problemas de
orden social y a las terribles injusticias impuestas por la élite gobernante,
que son las causas de la confrontación. Pero esto no lo haremos los
guerrilleros solos hablando en una mesa; será producto de la participación de
la gente que sufre las consecuencias de la guerra; es el pueblo en acción el
único capaz de garantizar un cambio que le dé la paz a Colombia.
¿Cómo
ha afectado el conflicto a las familias colombianas teniendo en cuenta los
altos niveles de desplazamiento forzado, de desapariciones y muerte?
Carmenza:
El hecho de que tengan que abandonar su casa, su tierra y los bienes que con
tanto sacrificio han construido afecta a todos los miembros de la familia,
desde al más anciano hasta al más niño. Es una calamidad, indudablemente, que
no hace sino agravar otra situación ya de por sí calamitosa como lo es la
miseria en la que sobreviven las familias del campo y, en general, el pueblo.
De 46 millones de colombianos, 30 millones viven en situación de pobreza y de
estos, 12 millones lo hacen en la indigencia.
Partiendo
de esta cruda realidad, son innumerables los problemas, los abusos del poder
establecido, las violaciones terribles a sus derechos fundamentales y las
humillaciones a las que son sometidas las familias y, de manera más incisiva,
las mujeres. Las políticas de Estado, cargadas de toda la discriminación contra
la mujer, afectan, sin duda, mucho más a este sector de la población.
La
represión ha desvertebrado el núcleo familiar en cantidad de ocasiones porque
han asesinado a los hombres y las mujeres han tenido que ser madres y padres.
De hecho, en el lenguaje sociológico colombiano es muy común hablar de «madres
cabeza de familia», aunque, en realidad, muchas veces se trata de jovencitas
que no son madres, sino la hermana mayor o menor de una familia que quedó viva
o que debe asumir la carga familiar porque el jefe del hogar o los jefes,
incluyendo padre y madre, fueron asesinados, desaparecidos o apresados.
Otro
aspecto más: en el seno de las familias desplazadas, lo regular es que no haya
estudio para los hijos; estas familias son tratadas por la burguesía y las
clases gobernantes como si fueran la lacra de la sociedad.
Un
reciente informe publicado por la Casa de la Mujer de Bogotá y la ONG
Oxfam-Intermón sostiene que «entre 2001 y 2009, 489.687 mujeres de 407
municipios con presencia de fuerza pública, guerrilla y paramilitares fueron
víctimas de violencia sexual, de las cuales el 82,15% no denunció por miedo o
falta de información». ¿Comparten esta apreciación?
DIANA:
Es muy fácil meter a la guerrilla en el mismo saco que los agentes del Estado y
sus paramilitares, que son los verdaderos violadores de los derechos humanos.
Con eso buscan armar una matriz informativa en contra de los que luchamos
contra el Estado. Nuestro reglamento es muy claro al respecto: la violación
sexual, en las filas pero también fuera de ellas, es un delito grave, que es
procesado mediante consejos revolucionarios de guerra que pueden conducir a la
pena máxima.
¿Qué
trato reciben las guerrilleras detenidas o encarceladas?
DIANA:
Existen denuncias de violaciones sexuales durante la detención, de torturas de
diferente índole y de maltrato sicológico. En las cárceles de mujeres hay
hacinamiento, las ubican lejos de sus familias, no les prestan atención médica
-por ejemplo, las guerrilleras que llegan con heridas de guerra no son
atendidas- y existe una situación general de miseria en todas las cárceles,
también en las de hombres.
¿Creen
que, en ocasiones, se frivoliza con la participación de la mujer en la
guerrilla, al mostrarlas en situaciones alejadas al combate como peinándose,
maquillándose o bailando?
Yira:
Les mostraré primero lo que es para que se den cuenta de lo que no es. Está
claro que quienes trafican con la desinformación nunca mostrarán una imagen
real que revele lo que verdaderamente somos. Las mujeres en las FARC somos
combatientes revolucionarias comprometidas seria y decididamente junto a
nuestros compañeros hombres en la búsqueda de cambios profundos en la estructura
de un Estado al que nuestra organización se viene enfrentando desde hace más de
40 años. Somos mujeres conscientes de la realidad, sabemos en qué país vivimos
y conocemos su historia y sus luchas, en las que, de algún modo, ha habido
participación activa de las mujeres. Las guerrilleras de las FARC somos mujeres
con afectos, con sentimientos y de la misma manera que empuñamos un fusil para
enfrentar al enemigo, que dirigimos y actuamos en las operaciones militares
junto a los hombres, que respondemos a las preguntas que nos hacen en una
entrevista, que escribimos un artículo para una revista o boletín de la
organización, que aplicamos primeros auxilios en la línea de fuego, que
operamos un radio de comunicación, que usamos un computador, que editamos un video,
que conducimos un carro, un yate o una moto, o que asistimos en el parto a una
campesina en una región aislada, somos capaces de cambiar un pañal, de preparar
un tetero para darle al niño que encontramos solito y llorando en el rancho
porque sus papás están en la parcela sembrando.
También
lloramos a nuestros muertos, recordamos con nostalgia a nuestros hijos y seres
queridos, sentimientos que refuerzan nuestra convicción llegando a comprender
que esto es parte del sacrificio que estamos dispuestas a hacer. Nos
enamoramos, nos desenamoramos, reímos, bailamos y también nos maquillamos para
ocasiones que consideramos especiales, o los días de descanso, incluso algunas
lo hacen cuando hay tiempo antes de ir al combate; otras no usan maquillaje, es
cuestión de gustos; pero esta guerra no ha logrado arrebatarnos nuestro
instinto de mujeres, nuestra feminidad y nuestra sensibilidad.
Si
observa los videos donde registramos nuestras acciones militares, verá allí a
las guerrilleras en posición de avance y disparando sus armas junto a los
varones. Las guerrilleras en esta confrontación somos sujetos políticos y
estamos cada día en una constante lucha por abrirnos espacios, con capacidad de
discernir, pero también de ayudar a encontrar soluciones a las dificultades propias
que se presentan en una sociedad como la nuestra, convencidas de que ningún
logro se conquistará si no estamos juntos en esto, hombres y mujeres. En las
FARC-EP las mujeres no somos objetos decorativos, ni de uso personal. La
difusión de esos reportajes, que muchas veces son archivos que han llegado a
manos de la inteligencia militar cuando han masacrado a nuestra gente en un
bombardeo o en cualquier acción cobarde del Ejército, es parte de la estrategia
que busca dañar nuestra imagen, pretendiendo invisibilizar nuestra actuación en
las filas.
¿Cuál
ha sido su momento más duro y más bello?
Marina:
Lo más bello, tener a mi hijo en medio de mi familia guerrillera, contar con el
apoyo, el calor y la solidaridad de ellos. Lo más duro, saber que mi hijo de
ahora en adelante se expone a la persecución del Estado, como también mis
padres que se hacían cargo de él, porque en Colombia los hijos de los pobres
han sido asesinados, amenazados, desaparecidos, perseguidos y presionados para
que entreguen a sus propios padres solo por pensar diferente, cosa que les ha
imposibilitado tener una vida estable, tener amigos, vivir con sus padres y
educarse.
¿Cuál
es la postura de las FARC frente al aborto y ante las denuncias de que «obligan
a abortar a sus guerrilleras»?
Maritza:
La posición de las FARC ante los embarazos de mujeres combatientes ha ido
cambiando en la medida que ingresan más compañeras; en la guerra no es posible
criar hijos por dos causas fundamentales: una, no podemos traer hijos a este
mundo si no podemos criarlos porque estamos trabajando para conseguir una
sociedad más justa para hombres y mujeres, y no nos queda ni tiempo ni forma de
hacerlo. Eso es parte del sacrificio que debemos hacer, si dejáramos a nuestros
hijos con las familias o amigos, el Ejército y los diversos organismos de
seguridad los perseguirían, de hecho, hay varios casos en los que han asesinado
o utilizado a hijos de combatientes para llegar hasta sus padres, como es el
caso de la hija de Lucero y Simón Trinidad por citar un ejemplo.
El
aborto ha sido una de las salidas que hemos tenido que adoptar (reafirmada en
la octava y novena conferencia), pero también se realiza un trabajo educativo
permanente entre la guerrillerada -hombres y mujeres- para que planifiquemos,
evitemos los embarazos y no tengamos que recurrir a los abortos. Es normal que
en una agrupación de personas de ambos sexos haya relaciones sexuales y siempre
hay riesgos de embarazos; cada caso es analizado por las direcciones para
establecer qué hacer, cuál fue el motivo -descuido, indisciplina o accidente-,
y cualquiera que sea el caso, el mando debe tomar una decisión.
Cuando
uno ingresa le explican, además de las cuestiones políticas y militares y el
compromiso que una o el otro adopta con la organización, que en las FARC-EP no
se pueden tener hijos y que una de las medidas es el aborto. No se puede salir
luego con el cuento de que somos obligadas. Claro que hay compañeras que
después quieren tener el hijo y se complican las cosas, pero el 99% de las
veces se resuelven sin problemas, sabemos que tenemos que hacerlo. También, no
olvide, que el enemigo utiliza los embarazos en las infiltradas, como utilizan
a las mujeres con infecciones de transmisión sexual para dañar la salud de los
guerrilleros.
¿Qué
papel desempeña la mujer colombiana en la sociedad? ¿Cómo les gustaría que
fuera?
Viviana:
Es bastante penoso el recorrido de la mujer dentro de la sociedad colombiana,
una sociedad de vertebración machista, cuyo peso lo sufre la mujer
cotidianamente.
Todos
los días hacemos la pelea para decirle a la sociedad lo indispensable que es
nuestro trabajo, nuestros ideales, nuestro amor y aporte. Con dificultad, pero
amas de casa, madres, hijas, trabajadoras... avanzamos y, poco a poco, vamos
alcanzando nuevos espacios en el ámbito profesional, como dirigentes populares
o combatientes del ejército del pueblo, o de cualquier otra manera.
Sobre
la mujer colombiana pesan muchas injusticias que, seguramente, son comunes a
las que pesan sobre otras mujeres del continente; solamente que en nuestro caso
se complican como consecuencia de la guerra.
En
Colombia, las muertes y los abusos contra el movimiento popular son el pan de
cada día. La guerra injusta que imponen las élites poderosas con el apoyo de
Estados Unidos nos ha generado muerte, huérfanos, viudas, desplazados,
desaparecidos, presos, zozobra, miseria y desconsuelo al que hay que
sobreponerse con la fuerza de la dignidad sin desfallecer en la lucha por la
justicia y la paz.
Las
mujeres campesinas no solo sufren el abandono del régimen, sino las más
miserables consecuencias de la represión del Estado colombiano. No hace mucho
se dio la irrupción de los llamados falsos positivos, verdaderos crímenes de
Estado sobre los que el país entero mostró su indignación y condena. Las madres
o hermanas que, generalmente, son las que se quedan al frente de la lucha por
encontrar la verdad y la justicia, son también victimizadas y revictimizadas
cuando levantan su voz exigiendo castigo a los victimarios.
Para
mayor sufrimiento de esas madres, hermanas o parientes, aprobaron el fuero
militar, que lo que va a hacer es que haya total impunidad por esos crímenes
del régimen y que se le entregue patente de corso para que el militarismo siga
haciendo lo que quiera. Estas son políticas de Estado que todo el mundo debe
repudiar.
A
estas calamidades se suma el peso del trabajo doméstico, que fundamentalmente
recae sobre las mujeres generándoles desgaste. No se trata de menospreciar el
trabajo del hogar, sino que su menosprecio en el ambiente machista, que lo desconoce
y no le da el valor tan grande que tiene en la cohesión de la familia y de la
sociedad, termina colocándolo en un plano de degradación. Pienso que el trabajo
doméstico es muy importante para la construcción de una sociedad, y que debería
ser remunerado o valorado como generador de riqueza y coexistencia social.
¿Cómo
nos gustaría que fuera? En las FARC trabajamos y luchamos en condiciones bien
diferentes a las de la sociedad colombiana. Nuestro desempeño como guerrilleras
entraña el germen del nuevo modelo que debe primar en la sociedad del futuro, y
abogamos por que se le dé una especial atención al tema de los derechos que la
mujer debe tener como parte de esta sociedad. La mujer deberá poder definir su
propio destino, y no seguir siendo esclava del desconocimiento, de la
ignorancia, de la discriminación; tiene que ser constructora en condiciones de
igualdad y en esto debe ir de la mano con el hombre.
¿Consideran
que por el hecho de ser mujeres se es más vulnerable en un conflicto o los
riesgos son los mismos para hombres y mujeres?
SHIRLEY:
Los riesgos que entraña la guerra son, en general, comunes para hombres y
mujeres. Cuando las bombas caen sobre un campamento, no distinguen entre sexos
sino que simplemente son lanzadas contra un enemigo del régimen.
Pero,
sin duda, las mujeres dentro de la sociedad sufren con mayor rigor las
consecuencias de la confrontación. El Gobierno tiene una política dirigida a
desvertebrar la familia campesina y en ello juega mucho la discriminación
contra la mujer, y como agregado, la presión contra la mujer cabeza de familia.
¿Cómo
se combate el machismo dentro y fuera de la guerrilla?
Camila:
En Latinoamérica la persistencia de la violencia de género es incompatible con
una revolución en marcha. Porque la causa de la violencia contra las mujeres es
la ausencia de igualdad ante la vida que posibilita la violación sistemática de
los derechos humanos de las mujeres.
En
las FARC-EP, hombres y mujeres compartimos los mismos deberes y derechos.
El
machismo es una forma de sometimiento, adoctrinamiento sistemático de las
directrices de un capitalismo voraz y consumista. El clero es uno de los
principales manipuladores de los derechos de las mujeres.
¿Qué
impacto tienen series tan populares en Colombia como «Sin tetas no hay
paraíso», «El cártel del Sapo» o «Las muñecas de la mafia», en las que se
intenta recrear el mundo del narcotráfico y la prostitución?
Marcela:
Los medios en Colombia han sido soporte del régimen antidemocrático y fascista
imperante, enviciado de la podredumbre, corrupción, mafia y narcotráfico que
circula en las altas esferas del sistema financiero, político, económico,
social y militar, siendo «normal» en la televisión, la radio, la prensa y ahora
en internet la alineación y la distorsión de los verdaderos sucesos. Nada se
dice del terrorismo de Estado ejercido por los militares y paramilitares que
asesinan, desaparecen y masacran; ni de las condiciones infrahumanas en las que
están los presos y prisioneros políticos, ni de los presos y muertos. Ni de la
miseria en la que vive la mayoría de la gente. Ni de los bombardeos
indiscriminados de la Fuerza Aérea a los campos donde gente inocente se queda
ciega, inválida, sin piernas, sin brazos, loca, sorda, sin cultivos, sin casa,
sin escuelas, sin campos para el deporte, sin hogares y sin esperanza, ni de la
contaminación del ambiente en todos los sentidos por los químicos mortales
usados por las multinacionales en las extracciones mineras.
En
cambio, los medios de comunicación mantienen un ataque permanente por medio de
telenovelas y películas que infunden de manera permanente el asesinato, la
trampa, la deshonestidad y todo tipo de artimañas desconociendo rotundamente
las causas de la opresión y del levantamiento y la lucha del pueblo y, desde
luego, sus soluciones. Se deshonra al ser humano volviéndolo un objeto que se
puede poner en compraventa pública para hacer negocio. Sucede lo mismo con el
deporte, el empleo, la salud, la educación, la participación y todos los
derechos en general.
Telenovelas
como «Las chicas de la mafia», «El capo» o «Sin tetas no hay paraíso» son
elementos característicos de la cultura deshumanizante que se ha instaurado
como referente social, en la que prima el dinero, la perfidia, el despilfarro,
la indignidad, la corrupción y el sometimiento a cualquier precio.
Mientras,
sucumben de ignorancia y hambre millones de personas. Preocupa que un número
considerable de ellas, en particular jóvenes, lo asuman como un rol. Realidad
que se propaga en las generaciones que emergen. Lo complicado es la conversión
que se da en la sique de la gente, tomando estas realidades como «normales».
¿Qué
les está aportando ser partícipes directas de este diálogo?
Alexandra:
Nosotras con mucho orgullo estamos participando en este proceso por la paz.
Sentimos que de alguna forma estamos representando a las miles de guerrilleras
que están en las montañas de Colombia, llenas de esperanza y de optimismo
porque por fin vamos a lograr la tan anhelada paz con justicia social que
soñamos. Para nosotras es muy grato leer todas las propuestas que nos han
llegado desde los diferentes sectores, las estudiamos, las discutimos,
analizamos... pero lo que más nos llena de alegría es la enorme participación
de la mujer colombiana, que se ve reflejada en todas estas propuestas. La mujer
colombiana -y en específico la mujer campesina- está levantando su voz, está
reclamando su derecho a la tierra, a la salud, a la participación política
plena y democrática. Esto para nosotras es demasiado importante; aparte de lo
que nos aportan todas estas discusiones y lecturas a nuestro conocimiento y
conciencia, también nos damos cuenta, cada vez con más fuerza, que en Colombia
las mujeres -armadas y no armadas- estamos en pie de lucha
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