Campesinos, obreros y estudiantes agrupados en Plaza Bolívar y son agredidos por ESMAD. |
Unos meses atrás contemplamos las imágenes del paro decretado por los campesinos cafetaleros, a los que pronto se sumaron los productores de cacao y más tarde los paperos. Para enfrentar su lucha, el gobierno dispuso el envío de varios escuadrones del ESMAD, la fuerza policial entrenada para triturar a garrote la inconformidad. Y se vio de todo.
Cada semana se producen una o dos asonadas en distintos municipios del país, en protesta airada contra el comportamiento abusivo de la Policía o el Ejército.
Por Gabriel Ángel
La sola presencia de la policía antimotines significa una agresión contra quienes protestan. Se trata de una formación de hombres apertrechados con todo lo necesario para violentar. Significa la negación del diálogo. Cascos, escudos, corazas, garrotes, granadas de gas, armas de fuego, todo listo a manera de amenaza y con visible intención de lanzarse el ataque.
Aparte de ellos, otros policías embarcados en tanquetas que arrojan poderosos chorros de agua y en tétricos vehículos que cumplen el papel de terroríficas celdas rodantes, completan el panorama de comprensión y respeto hacia el opositor.Por sí sola la estampa del ESMAD habla de lo que piensa el gobierno con relación a la inconformidad de los gobernados.
Por eso, unos meses atrás, como recién sucedió ahora en el Catatumbo, el enfrentamiento físico con los campesinos cafeteros resultó ser apenas la consecuencia lógica del ambiente intolerante que reina en nuestro país. Hombres humildes con las cabezas rotas y sangrantes ante las cámaras, manos mutiladas, mujeres campesinas asfixiadas por el gas.
Policías enardecidos corriendo con sus garrotes tras la gente, moliéndola a palos como si se tratara de abominables monstruos a los que se intenta aniquilar. La reacción defensiva estalla entonces con furia. Y además genera una especie de cultura de combate cuando se marcha a la protesta. Los hombres se arman de varas gruesas y largas, se cuelgan sus machetas a la cintura.
Y por eso ahora cada manifestación en Colombia se encuentra sazonada por actos violentos. Cada paro, cada huelga, cada jornada se trae sus muertos, sus heridos, sus encarcelados. Cuando tales imágenes dan vuelta al mundo gracias a la televisión internacional, el gobierno recula, llama a la cordura, y acepta conversar para buscar un arreglo.Considera que ya tiene blando al rival.
Por encima de todo el discurso oficial sobre la democracia ejemplar y los gigantes logros en materia social y económica, el tropel popular de inconformidad con la situación se impone en calles y carreteras, en pueblos y veredas, incluso en las grandes ciudades. A la violencia y la mentira oficiales les aparecieron la reacción y la verdad populares.
Y con pasos de animal grande. El Presidente de la República puede cantar en Escocia todas las maravillas que quiera sobre nuestro país, hablando en inglés por demás. Pero en lenguaje chibcha, los colombianos de abajo viven en condiciones totalmente distintas. Y le han perdido por completo el respeto las autoridades violentas. Asombra el modo como las enfrentan.
Por lo menos cada semana vienen produciéndose una o dos asonadas en distintos municipios del país, en protesta airada contra el comportamiento abusivo de la Policía o el Ejército. Por el modo como detienen la gente a su arbitrio, por la forma agresiva con que se dirigen a la población, por el desgreño de las administraciones locales, regionales o nacionales.
Si bien los noticieros de la televisión dan cuenta de muchos de estos hechos, pasan luego sobre ellos reduciéndolos a la insignificancia. Cuentan más los devaneos de Cristiano Ronaldo, el matrimonio de Shakira, las declaraciones de Falcao o la última de Lady Gagá. La alienación mediática surte su efecto, desde luego, pero no puede desbancar la realidad por completo.
Que sigue terca ahí. Y creciendo. A manera de ejemplo, hablemos de La Uribe, en el departamento del Meta, una de las zonas más militarizadas del país, y seguramente candidata a disputar el título de área rural colombiana donde más combates se presentan con las FARC, además del territorio habitado donde más bombas y metralla ha descargado la aviación en los últimos años.
En días pasados, la policía del corregimiento La Julia detuvo al Presidente de una Junta de Acción Comunal rural. A las ocho de la noche, una masa de campesinos de su vereda llegó a reclamarlo al puesto, lo cual terminó en batalla campal.Con piedras y palos, la gente enfrentó los uniformados hasta la una de la mañana. La Julia es sede de una Brigada Móvil del Ejército.
La tropa acudió en apoyo de la Policía, disparando tiros al aire y ráfagas de fusil a los pies de los enardecidos civiles. Hubo nubes de gases lacrimógenos. Los campesinos capturaron un policía y se apoderaron de su fusil. Al entregarlos, dijeron al Ejército: "No peleamos para agarrar policías, sino porque estamos cansados de que nos capturen cuando les viene en gana".
Hubo dos policías heridos y daños materiales, entre ellos tres motos averiadas por la tropa. Unos días después hubo otro revolcón. La policía capturó por sospechoso a un muchacho campesino que no portaba sus papeles y los habitantes de su vereda, tras reunirse, se presentaron al puesto y lo sacaron del encierro. También sucedió con el poblador de otra vereda.
Un desertor lo señaló como guerrillero y el Ejército lo aprehendió de inmediato. Valiéndose de la presión del desertor, el Ejército pretendía que el muchacho aceptara el cargo y se sumara al plan de reinserción. El detenido, ampliamente conocido en la zona, fue rescatado por decenas de campesinos de dos veredas, poniendo en evidencia la farsa montada contra él.
Santos puede decir en Glasgow que el hecho más importante que puede sucederle a Colombia es que le concedan a Medellín la sede de los juegos olímpicos juveniles, con lo cual da perfecta cuenta de lo que tiene en su cabeza. Nosotros creemos que sería la paz, al igual que todo ese pueblo que se cansó de tanta violencia y mentira, y se alza a la pelea contra ellas.
Montañas de Colombia, 4 de julio de 2013.
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