¡Claro que sí!, ese es el clamor que se escucha en
la voz de millones de colombianos pobres, explotados y ultrajados por el
régimen, pero es necesario desmenuzar muy bien los conceptos de paz que plantea
el Gobierno y la paz que planteamos las FARC-EP.
Comenzaríamos
por preguntarnos cómo quieren y ven la paz los ricos, la clase política y
dirigente de los partidos tradicionales de derecha, y cómo desea la paz la
gente pobre, la clase obrera y explotada del país, pues es ahí donde está la
gran diferencia que separa los unos de los otros.
La
paz que promociona el Gobierno es la paz donde no hay oposición a ninguna de
sus políticas, donde ellos puedan decretar a su antojo políticas contra
Colombia y los colombianos, esa es la paz que ellos quieren, la paz de los
privilegios.
Pasando
a la otra orilla del abismo, encontramos el concepto de paz de una inmensa
mayoría de colombianos que se ahogan en la miseria y sufren a diario las
desgracias a que han sido sometidos por parte del Gobierno y sus políticas neoliberales,
a esto debemos agregarle, con mucho énfasis, la persecución política que sufren
todos los sectores que se organizan y se declaran en oposición a esas políticas
gubernamentales nefastas para la sociedad pobre de Colombia.
En
Colombia nunca habrá paz mientras el Estado persista en desviar las
responsabilidades que tiene con el pueblo. El Gobierno con sus políticas está
dejando en manos de la empresa privada responsabilidades que le competen
directamente al Estado. Por ejemplo, señalemos tan solo tres aspectos
fundamentales: la educación, la salud, y los servicios públicos. Cada una de
estas ramas las han convertido en un negocio rentable para el bolsillo de
personas particulares y no para beneficio de las mayorías; la salud y la
educación son un privilegio solo para los ricos, porque para las personas
pobres la educación pública superior, por falta de apoyo estatal, es una
lotería inalcanzable y está condenada a la extinción; y la educación de “calidad”,
según los ricos, está en los colegios y universidades privadas. Pero allí los
pobres no tienen acceso por los altos costos. Igual pasa con la salud, si
tienes plata tienes atención médica; así es la realidad en este país; eso sin
contar la mafia creada al interior de estas instituciones prestadoras del
servicio de salud como SaludCoop y otras.
Es
lamentable que por las políticas equivocadas del Gobierno, que en la mente solo
estimulan el factor dinero y las ganancias del capital, existan profesionales
de la medicina que se gradúan para llenar sus bolsillos de plata y no para
cumplir con una labor social, dejando de lado el juramento hipocrático que es
el principio ético de quienes se preparan para ejercer tan importante labor de
preservar la vida a través de sus conocimientos como médicos.
De
los servicios públicos ni qué decir, los manejan grupos económicos de carácter
privado nacional y transnacional que solo les preocupa el dinero en cantidad y
no la calidad; y en la mayoría de los casos tratan de justificar el alto costo
de las facturas con la promesa de mejorar la prestación del servicio, sin
embargo, éste nunca mejora, empeora mientras los costos siguen aumentando. Y
así no debe ser, primero porque es obligación del Estado garantizar su
prestación, y segundo porque debe primar la buena calidad a la que tenemos
derecho todos los colombianos. Pero para el Gobierno el único derecho que
tenemos es a pagar impuestos y nada más.
Si
a los graves problemas sociales derivados de la mala educación, la mala salud y
la mala prestación de los servicios públicos, le sumamos el tema de la
corrupción estatal, el abandono tan aberrante en todos los aspectos que padecen
los campesinos, el incremento del latifundismo, la explotación desmesurada de
nuestros recursos naturales para beneficio de unos pocos, el desplazamiento
forzoso, el narcoparamilitarismo que actúa en asocio con las fuerzas estatales,
etc., entonces nos damos cuenta que Colombia es un país con un caos social
inocultable.
Toda
esta política estatal que no es nueva, sino que existe desde hace muchos años,
y que cada día se enraíza más en la mente odiosa y avarienta de una clase
política y económica que hace lo que sea con tal de sustentar el poder con
propósitos personales, es la responsable de que en Colombia exista un conflicto
interno social y armado que lleva más de 5 décadas.
Por
eso la pregunta no es: ¿cuándo va a solucionarse el conflicto social y armado?,
sino ¿qué tengo que hacer yo, como colombiano, para aportar a la solución
política del conflicto?
Las
FARC-EP a través de nuestros voceros de la Delegación de Paz que se encuentran
en la ciudad de La Habana, República de Cuba, y en los cuales nos reconocemos y
sentimos plenamente representados, estamos librando un combate más por la paz
de Colombia, donde sentados de igual
a igual con nuestros
adversarios, venimos discutiendo los problemas sociales que causaron el origen
del conflicto en Colombia.
Las
FARC-EP hemos llevado a la mesa de diálogos en La Habana propuestas de paz,
propuestas de salidas políticas al conflicto interno social y armado,
propuestas que se han enriquecido enorme y positivamente con la participación
ciudadana, eso quiere decir, que hay coincidencia en nuestro planteamiento con
el clamor de esa inmensa mayoría de gente pobre. Quiere decir también que las causas
que originaron el conflicto están vivas, y que al paso que van las políticas
del Gobierno, tienden a profundizarse más.
Las
FARC-EP hemos dado todo de nuestra parte, hemos aportado gestos indiscutibles
de buena voluntad como aporte al proceso de paz, pero por parte del Gobierno
los colombianos no han visto ningún gesto ni han escuchado ninguna propuesta
que muestre una real voluntad de buscar la salida política del conflicto. (Al
respecto puede verse el comunicado “Los noes del Gobierno“,
leído por nuestra Delegación de Paz el primero de febrero de 2013).
El
Gobierno, en cabeza del presidente Juan Manuel Santos, incansablemente ha dado a entender que la
paz se consigue con la desmovilización de la insurgencia revolucionaria. Qué
equivocado está el señor Santos, las FARC-EP no abandonaremos las armas hasta
que no hayan cambios sustanciales en lo político, en lo económico y en lo social
para que el pueblo goce de condiciones dignas de vida producto de una paz con
justicia social.
También
tenemos, como buen secuaz, al encopetado ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón
lanzando a diario declaraciones llenas de veneno contra las voces que aclaman
la solución política del conflicto; y con pataletas espontáneas, para no quedar
relegado del protagonismo, promueve la guerra, cuando la realidad militar en el
terreno es otra.
Con
este falso triunfalismo estatal se está repitiendo lo que ocurrió durante ocho
años de Gobierno del “narcotraficante #82” –o de “el patrón del mal” Álvaro
Uribe, como dicen por ahí–. Recordemos que en ese periodo nefasto para la
historia de Colombia participó activamente como ministro de Defensa el hoy
presidente, el señor Juan Manuel Santos, y con su tutor #82 pasaba de pueblo en
pueblo gritando guerra y exigiendo resultados, haciendo creer a los colombianos
del común que esa era la salida, y –en medio de mentiras- daban informes que
suponían su triunfo en el terreno militar; cuando la realidad era otra, la
verdad era que hacían un enorme negocio con las llamadas recompensas a costa de
masacrar centenares de colombianos para luego presentarlos como guerrilleros
dados de baja. Y fue gracias a la lucha popular que todo quedó descubierto a
nivel nacional e internacional, y así todos conocimos los “falsos positivos”,
nombre dado por ellos mismos a su macabra práctica de crímenes de guerra y
terrorismo de Estado.
Frente
a todo esto vale recalcar que las FARC-EP, en cabeza de nuestros representantes
en La Habana, no estamos negociando ni buscándole salida a los problemas particulares de los
guerrilleros que
integramos las FARC-EP; allí estamos buscando la salida política del conflicto
social y armado a través de profundas reformas políticas que garanticen un
mejor bienestar para la mayoría de colombianos; en conclusión, que en Colombia
impere la paz con justicia social. Y ese es el objetivo central de los diálogos
en La Habana, buscar la salida política al conflicto atacando las causas que lo
originaron.
Fue
decisión del Gobierno que los diálogos se adelantaran fuera del país; fue
decisión del Gobierno que los diálogos se llevaran a cabo en medio de la
confrontación; por lo tanto esto implica que las fuerzas beligerantes en
contienda asuman los hechos que pueden suceder en el marco de la confrontación.
Sin embargo las FARC-EP, como aporte a la consecución de la paz, determinó y cumplió con una tregua
unilateral de dos meses, gesto que fue rechazado
tajantemente por el Gobierno y su cúpula para no hacer algo similar. A la buena
voluntad de paz de la guerrilla revolucionaria, el Gobierno respondió con bombardeos indiscriminados contra algunas de nuestras unidades a
nivel nacional.
Ahora
que terminó el periodo de tregua unilateral por parte de las FARC-EP, retornan
las acciones militares contra la fuerza pública, como algo propio y natural del
conflicto que vivimos. Así lo quiso el Gobierno, dialogar en medio de las
consecuencias provocadas por las dinámicas del conflicto. Entonces no se
entiende la alharaca gubernamental, al salir airadamente en los medios con
discursos incoherentes que contrarían la lógica de lo que ellos mismos han
pactado: dialogar en medio de la confrontación.
Producto
del accionar de las FARC, dentro de las dinámicas propias del conflicto, vimos
en televisión a diferentes personalidades del Gobierno hablando en un tono
ofensivo contra el proceso de paz. Y lo hacen con total desfachatez, pues
decían hacerlo en nombre de los colombianos. Cuando en realidad solo
representan a la élite política, económica y corrupta del país. Es evidente que
en nada representan a esa gran cantidad de personas que viven entre la pobreza
y mísera. A la oligarquía qué le va a importar, y qué va a representar a la
gran cantidad de personas que viven del rebusque vendiendo chicles, naranjas o
haciendo malabares en los semáforos para sobrevivir, o a las personas que
mueren en la puerta de un hospital porque no tienen dinero para comprar un
medicamento, y menos podrá representar a las víctimas de los “falsos positivos”,
o a los millones de colombianos que deambulan por las calles victimas del
desplazamiento del narcoparamilitarismo que robó sus tierras para hoy dejarlas
llenas de extensos cultivos de palma africana. Esto es parte de la realidad que
esconden, y por eso en repetidas ocasiones hemos escuchado decir que el modelo
económico no está en discusión. Ese es el concepto de quienes representan a esa
oligarquía ladrona y corrupta que siempre ha estado y quiere seguir en el
poder, la misma que hoy pretende que las FARC-EP entreguen las armas, para así
continuar haciendo uso de las instituciones del Estado para beneficio de sus
intereses particulares.
Son
tan terribles los “principios” políticos de la clase política, que guardan
silencio con respecto al cartel de narcotráfico que esta camuflado al interior
del ejército y la policía. Y no pueden decir que desconocen el hecho, o que
solo se trata de hechos aislados, puesto que ya han sido capturados en
flagrancia varios oficiales de alto rango, suboficiales, soldados y policías
con grandes cargamentos de coca y marihuana que son transportados en vehículos
militares y en aeronaves de la fuerza aérea. Entonces deben dejar su cinismo y
explicarle al país de qué pulcritud hablan, para beneficio de quiénes están
gobernando y legislando, cuál es la supuesta inversión social que dicen querer
para los colombianos, si llevamos 203 años de vida republicana donde se han
turnado y sostenido el poder con los partidos tradicionales, y a su paso por la
primera magistratura solo han profundizado la pobreza y la miseria en las
mayorías, y engordado las chequeras de unos pocos.
Ahora
quieren mostrarse como la panacea a los males que ellos mismos han creado.
Hacia afuera quieren aparentar estar distanciados del narcotraficante #82,
cuando fueron los siervos más cercanos del Gobierno del narcouribismo.
La
avaricia ha hecho que en lo corrido de este Gobierno los secuaces más serviles
del uribismo lo abandonen y trabajen por aparte, pero eso no significa que haya
un distanciamiento ideológico de sus antiguos patrones. Ahí sí, como el adagio
popular, “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”
--
Publicado por Compañía Víctor Saavedra FARC-EP para Compañía Víctor Saavedra el 2/14/2013
Publicado por Compañía Víctor Saavedra FARC-EP para Compañía Víctor Saavedra el 2/14/2013
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