Mauricio Jaramillo de las FARC (izq) y Enrique
Santos Calderón.
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Mauricio Jaramillo de las FARC rechaza rotundamente declaraciones del hermano del presidente Santos sobre los preparativos al Diálogo de Paz
ANNCOL / BOGOTA / 2013-01-08 / Mauricio
Jaramillo,
comandante del Bloque Oriental de las FARC-EP e integrante del Secretariado de
las Farc, el máximo órgano de la guerrilla, rechaza en una carta abierta las
declaraciones hechas por el hermano mayor del presidente Santos, Enrique Santos
Calderón.
Éste
reveló la semana pasada cómo fueron los preparativos durante dos años para
llegar a formalizarse el proceso de diálogo de paz en Oslo y en la Habana.
Reveló
además detalles secretos que el comandante guerrillero rechaza y deplora en la
siguiente carta a la opinión pública.
Los
guerrilleros, hasta la carta de Jaramillo, se ha abstenido de relatar sobre
estos detalles ya que no ambienta el proceso. Pero Enrique Santos Calderón, ex
director y dueño, hasta hace poco con la familia Santos, del único diario de
cobertura nacional en Colombia, El Tiempo, además declara que los primeros
encuentros con la guerrilla fue en territorio cubano. Pero Jaramillo lo
rechaza:
“La primera reunión entre delegados del Gobierno y
FARC se produjo en territorio colombiano, en la región del Catatumbo, con
delegados de parte y parte, sin que existiera formalmente proceso, lo que
demostraba que eso no era imposible”.
Reproducimos
abajo la carta que ha alertado a varios sectores en Colombia. Ilustra como las
altas esferas del Poder Fáctico, de la cual hace parte la familia Santos y su
Imperio empresarial, ve lo que ellos llaman la “Paz en Colombia”. O, como
describe el comandante guerrillero en su carta:
“Desde un comienzo el gobierno nacional dejó ver
que lo único que esperaba de un proceso de diálogos con las FARC, era la firma
de nuestra rápida y sumisa desmovilización”.
Uribe
habló ya ANTES de la oficialización del proceso que “representantes de Santos
estaban negociando en la Habana con delegados de las FARC”. Y Jaramillo hace
entender, que por parte del gobierno de Santos hay un “enemigo interno” que
filtra la información del proceso.
“Todas las aproximaciones y luego el encuentro
exploratorio estaban cubiertos por la más absoluta reserva y confidencialidad.
A diferencia de los delegados gubernamentales que viajaban de continuo a
Colombia o incluso a tours de recreación al exterior, nosotros permanecíamos en
Cuba dentro del secreto más absoluto”.
ANNCOL publica abajo la carta del
comandante Jaramillo:
“Desde un comienzo el
gobierno nacional dejó ver que lo único que esperaba de un proceso
de diálogos con las FARC, era la firma de nuestra rápida y sumisa desmovilización”. |
Aclaración al señor Enrique Santos Calderón
Por Mauricio Jaramillo, Integrante del Secretariado
del EMC de las FARC-EP
Martes, 08 Enero 2013 01:43 / El solo título de su
crónica, “Yo estuve negociando con las FARC en Cuba” [1],
revela cierto tono individualista y fatuo, como si se tratara de un acto
heroico, algo que a diferencia del señor Santos, consideran absolutamente
normal los miles de campesinos y colombianos en general que se relacionan con
la insurgencia diariamente. Y que no negocian nada con ella, como tampoco lo
hizo el señor Santos, quien formó parte de una comisión oficial que estuvo
discutiendo con nosotros los términos de un Acuerdo encaminado a posibilitar
conversaciones formales y públicas de paz.
Aclaración al
señor Enrique Santos Calderón
“Creo que para
Semana Santa debe haber salido siquiera el primer punto. Conozco a mi hermano,
él está jugado con esto, pero su paciencia no es infinita. Tampoco la del país”.
Con tales palabras termina el periodista Enrique Santos Calderón su reciente
escrito acerca de su participación en la fase exploratoria de las
conversaciones con las FARC en La Habana.
Es obvio que
cada persona guarda en su memoria y parecer lo que le llama particularmente la
atención. No todos miramos los acontecimientos desde una misma óptica, lo cual
se nota sobremanera cuando se trata de hechos con trascendental significación
política, en los cuales la visión de clase ejerce una poderosa influencia. Un
integrante de la más rancia oligarquía capitalina, describirá siempre sus
experiencias de un modo radicalmente distinto a como lo harían los alzados en
armas que combaten a los de su clase. Es el caso del artículo en mención.
El solo título
de su crónica, Yo estuve negociando con las FARC en Cuba, revela cierto tono
individualista y fatuo, como si se tratara de un acto heroico, algo que a
diferencia del señor Santos, consideran absolutamente normal los miles de
campesinos y colombianos en general que se relacionan con la insurgencia
diariamente. Y que no negocian nada con ella, como tampoco lo hizo el señor
Santos, quien formó parte de una comisión oficial que estuvo discutiendo con
nosotros los términos de un Acuerdo encaminado a posibilitar conversaciones
formales y públicas de paz.
Entendemos que
el señor Enrique Santos releva con su escrito a las FARC del compromiso de
confidencialidad acordado. Él, integrante de la delegación gubernamental y
hermano mayor del Presidente, reconocido periodista nacional, aborda la tarea
de exponer al público su versión acerca de hechos cubiertos hasta ahora por la
reserva. Así las cosas, es obvio que nosotros también podemos hacerlo.
En realidad no
entendemos cómo puede considerarse clave al papel desempeñado por el hermano
mayor en la fase inicial de las conversaciones. Participó en ellas, sí, como
todos los integrantes designados por el Gobierno, y jugó su papel. Pero de ahí
a definirlo como clave hay una gran distancia. Ambas delegaciones contaron con
dos tipos de integrantes, unos plenipotenciarios y otros llamados de la
comisión técnica. Desde un principio se nos aseguró que Enrique Santos sería
plenipotenciario, pero al final no figuró como tal, sino como una especie de
asesor, de delegado personal del Presidente, subordinado por completo al propio
jefe de delegación, el señor Sergio Jaramillo, el tipo clásico del arrogante y
presumido, siempre empeñado en hacer sentir su importancia, especialmente a los
de su propio equipo.
Quizás por ello
escribe ahora el hermano mayor, urgido de inflar su disminuida influencia a la
hora de las conversaciones. Ocurrió más de una vez que tras haber acordado
alguna cuestión con él, en alguna ausencia del señor Jaramillo, al llegar éste
último ignorara con evidente displicencia la palabra comprometida por el
periodista Enrique Santos. Era como si le recordaran aquello de zapatero a tus
zapatos.
Es cierto que
el proceso estuvo a punto de morir por la dificultad en concertar la sede de
las conversaciones. Pero había un elemento de gran peso contra la posición
oficial de que los diálogos no podían desarrollarse en Colombia. La primera
reunión entre delegados del Gobierno y FARC se produjo en territorio
colombiano, en la región del Catatumbo, con delegados de parte y parte, sin que
existiera formalmente proceso, lo que demostraba que eso no era imposible.
Por cierto que
las FARC, en aras de echar adelante las conversaciones, terminamos pasando por
alto la primera violación flagrante de la palabra del Gobierno, pues en el
momento de acudir a la cita con los camaradas Andrés París y Ricardo Téllez,
los dos miembros de Estado Mayor Central autorizados, los delegados enviados
por el Presidente no fueron los de más alto nivel que había prometido, sino dos
burócratas medios completamente distintos.
Aduce
exageradamente el hermano mayor, que el traslado de Mauricio Jaramillo a Cuba
entrabó durante un año el inicio de las conversaciones. Por encima de la
hipérbole cabe aclarar que cualquier demora en ese sentido sólo se puede
achacar al Gobierno. ¿Alguien podría considerar serio que los delegados
oficiales sostuvieran que sólo se podía trasladar al Comandante del Bloque
Oriental de las FARC-EP por tierra, desde las selvas del Meta o Guaviare hasta
la frontera venezolana en el Norte de Santander? ¿No podía el gobierno nacional
disponer que un helicóptero rodeado de toda clase de garantías lo trasladara de
una vez hasta Venezuela?
La desconfianza
obviamente no podía derivarse de lo acaecido con la operación Jaque, un hecho
que todo el mundo reconoce hoy como otra de las grandes farsas de la Seguridad
Democrática, al lado de la desmovilización paramilitar y los falsos positivos.
El Presidente, que ejerciendo como ministro de la defensa ordenó la invasión
militar al territorio ecuatoriano en marzo del 2008, mal podía alegar que, aun
contando con la autorización formal del gobierno de Venezuela, el traslado
aéreo era imposible por cuanto violaba los controles antidrogas acordados con
USA. Salta a la vista la pobre idea que tienen de la soberanía nacional.
Al final el
traslado se cumplió como lo planteábamos nosotros. No sin que antes se generara
otra discusión, porque según los delegados gubernamentales el avión sólo podía
llegar hasta Cúcuta, donde los trasladados debían descender para continuar su
recorrido en carro hasta San Antonio, en el Táchira, donde debían abordar otra
aereonave que los conduciría al aeropuerto de Maiquetía. Resultaba elemental
pensar que tras la febril argumentación santanderista que imponía cruzar
innumerables retenes del Ejército Nacional, se escondía otra intención non
sancta.
Múltiples
empecinamientos de ese orden, todos atravesados en el camino por los delegados
oficiales, han conformado la fuente real de los grandes retardos. El hecho de
que tras exponerlos tercamente, el Gobierno termine cediendo de un momento a
otro, basta por sí solo para preguntar acerca de su contribución efectiva a la
celeridad de todo este asunto. Algo de naturaleza semejante sucedió con la
formalización de Alexandra, la guerrillera holandesa, como delegada por las
FARC. Son cosas que no conoce el gran público y que por tanto aprovecha mucha
gente, en particular la gran prensa, para manipular y tergiversar la verdad de
lo ocurrido.
Sin duda alguna
que el señor Enrique Santos cuenta con varias maestrías en tal tipo de
materias. De otro modo no dedicaría espacio a su imaginaria descripción de la
partida del Comandante del Bloque Oriental desde un lugar situado a escasos
kilómetros de San José del Guaviare, cosa de la que él jamás fue testigo, pues
los delegados del gobierno nacional no tuvieron la menor injerencia en la
ejecución de ese procedimiento.
Lo que tal vez
sí sea cierto, es que como todo miembro de la alta burguesía nacional que se
respete, el señor Enrique Santos pasa más tiempo en Miami que en su propio
país, del cual no obstante se considera uno de sus propietarios exclusivos. No
hizo mención en su nota al aplazamiento que tuvo que cumplirse en cierta etapa,
porque un largo viaje de descanso familiar del periodista al exterior impedía
su presencia. Resulta increíble que por minucias de ese orden la paz del país
tenga que esperar.
Como si se
tratara de cuestiones baladíes, el hermano mayor insiste en seguir culpando a
las FARC de las demoras en la firma de un Acuerdo, por haber puesto de presente
hondas diferencias y problemas de lenguaje y semántica, dentro de los cuales
ejemplifica las dificultades presentadas con el término desmovilización. Las
cosas fueron distintas. Desde un comienzo el gobierno nacional dejó ver que lo
único que esperaba de un proceso de diálogos con las FARC, era la firma de
nuestra rápida y sumisa desmovilización. Haber logrado sobrepasar esa
inamovible muralla tras seis meses de discusiones puede considerarse de verdad
un logro importante.
Cualquier
dificultad nacida de la confrontación armada en Colombia, o como lo recuerda el
señor Enrique Santos, de la liberación de los prisioneros de guerra en nuestro
poder, únicamente puede imputarse a los delegados del Gobierno. Este último
asunto, como todos los demás, era completamente ajeno al tema que discutíamos,
el acuerdo de una agenda y unas reglas de juego para conversar. Eso había
quedado suficientemente claro desde el cruce de razones con el Presidente.
Cuando ante la arremetida de los delegados gubernamentales tuvimos con cierto
énfasis que recordar esta regla, el hermano mayor terminó cerrando el asunto
con una especie de autocrítica, que culminó con la mirada fija en sus colegas
mientras sus labios recordaban: adjetivo que no da vida, mata.
La pretendida
infidencia que el hermano mayor sugiere al hablar de la presencia del camarada
Timoleón Jiménez en marzo pasado en La Habana, no tiene en realidad nada de
ello. A ruego del Presidente Santos, y previa solicitud formal del gobierno
colombiano, el Presidente Chávez, aun desde su lecho de enfermo, tuvo la
gentileza de intervenir en algunos momentos difíciles, a fin de contribuir con
su enorme prestigio para que fueran limadas ciertas asperezas. Las reuniones
siempre contaron con el visto bueno del Presidente Santos y su hermano mayor
debe saberlo bien, a menos que por prudencia no se lo hubieran comentado.
Hay algo que
quisiera aclarar al señor Enrique Santos. Cuenta que al despedirse de Mauricio
Jaramillo, al que él insiste en llamar siempre El Médico, a manera de apodo,
para sembrar la matriz de un alias que nunca han usado para él sus camaradas de
las FARC, percibió que a ese hombre de pocas palabras le hacía falta el monte.
Tareas de diversa índole hicieron necesario mi relevo por el Camarada Iván
Márquez al frente de la delegación fariana. Eso no tiene nada que ver con un
presunto apego montaraz, pese a los treinta y seis años de lucha guerrillera
que llevo encima. Había sí cierta nostalgia por nuestra gente y quizás no la
podía ocultar.
Todas las
aproximaciones y luego el encuentro exploratorio estaban cubiertos por la más
absoluta reserva y confidencialidad. A diferencia de los delegados
gubernamentales que viajaban de continuo a Colombia o incluso a tours de
recreación al exterior, nosotros permanecíamos en Cuba dentro del secreto más absoluto.
Prácticamente nadie podía vernos y no podíamos dejarnos ver de nadie, lo cual
convertía nuestra prolongada estancia allí en algo semejante a una clausura
monacal. Nuestros interlocutores habituales no eran otros que los integrantes
de la delegación gubernamental encabezada por el pesado señor Jaramillo. En
esas condiciones renacen todas las añoranzas. Por Colombia, por nuestro pueblo,
por nuestros guerrilleros que combaten con heroísmo contra la maquinaria de
muerte del Estado. Allí están sembradas nuestras raíces. Amamos nuestra patria
y a su gente. No nos interesa ningún otro lugar del mundo para vivir. Y lo
soñamos libre de explotación e injusticia. Seguro que el hermano mayor pensó
algo diferente.
Pero sería
volver al comienzo y ya esto se convirtió en una epístola. Hubo algo que me
conmovió y agradó del señor Enrique Santos. Su enfática afirmación de que cree
en este proceso, porque lo considera una obligación moral y política. Pueda ser
que sea cierto. Que pese más esto que la frase con la que cierra su escrito y
que yo elegí entre comillas para empezar el mío. No deja de tener cierto aire
de amenaza. Debiera dejar esas cosas para su hermano menor, el ministro Pinzón,
o los generales de la República.
Montañas del Oriente colombiano, 5
de enero de 2013.
[1]
http://anncol.eu/index.php/anncol-debate/1242-ene-4-yo-estuve-negociando-con-las-farc-en-cuba
Fuente:
http://www.resistencia-colombia.org/index.php/dialogos-por-la-paz/2601-aclaracion-al-senor-enrique-santos-calderon
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