Jesús Santrich, vocero de las FARC-EP en La Habana, cuenta como aprendió a vivir en la oscuridad. Entrevista entre saxo, pinturas y vídeo.
Pincha aquí para ver el video: El saxofón de Santrich.
Por Jorge E. Botero
¿Cómo fue que usted se quedó ciego?
Eso fue como cuando cae la tarde: lentamente. Como en el ocaso, que las cosas se van alejando entre la penumbra. A los 14 años yo no veía muy bien y tuve que usar lentes, pero cuando ya estaba en la universidad se me fue cerrando el campo visual en los dos ojos. Hasta que hace unos seis años el ojo derecho se me apagó totalmente. En ese momento traté de hacerme algún tratamiento, que siempre había aplazado pues mis responsabilidades en la guerrilla eran la prioridad. Aplacé muchos años un tratamiento y cuando tuve la posibilidad de hacerme chequeos, se detectó que tenía glaucoma; pero ese no era el peor problema: tengo un síndrome de origen genético que se llama síndrome de Leber, que afecta los nervios ópticos. Hoy tengo apagados casi totalmente los dos ojos. En el izquierdo tengo un punto de luz, pero no tengo imagen.
¿Y cómo es ser ciego en el mundo guerrillero? las selvas, las montañas…
No puedo decir que sea fácil, pero el ser humano tiene el reto de adaptarse a las circunstancias y pienso que de esta gran pérdida nacieron muchas cosas dentro de mí: se fue la vista y aparecieron otras posibilidades. No solamente se ve con los ojos, hay que tener sensibilidad, hay que observar con los ojos del alma. Hay que poner en acción todos los sentidos, que generalmente tenemos subutilizados.
Mientras iba perdiendo la vista, pensó alguna vez “hasta aquí llegué, me tocó retirarme”.
No, nunca. ¡Jamás! Y creo que esa idea no ha pasado por mi mente puesto que mi ceguera no se produjo abruptamente. En la medida en que esto ha sido como un día en el que van pasando las horas y se va metiendo la tarde hasta que llega la noche, yo fui adquiriendo ciertas habilidades. Además, los guerrilleros casi siempre caminamos de noche y sin linterna, así que ya había una cierta adaptación a la oscuridad. Pero lo más grande ha sido la solidaridad de los compañeros; yo siempre tengo a alguien que está al frente mío, llevándome, guiándome, en todo momento, en cualquier circunstancia. Todo ello ha resuelto las dificultades, así que jamás he pensado que esta limitación me hará abandonar una lucha tan grandiosa, con propósitos tan sublimes como el de lograr la justicia social para nuestro pueblo.
¿Cómo ve los diálogos?
(risas) Siempre he tenido claridad respecto al desarrollo del proceso. Nuestra búsqueda de la paz no es fruto de una casualidad o una coyuntura; no es porque la composición del Secretariado haya variado o porque estemos en una supuesta coyuntura militar adversa, como a veces se afirma. ¡No! Los diálogos y la búsqueda de la paz han sido un principio, un fundamento de las Farc. Creo que hoy tenemos elementos suficientes para abordar estas conversaciones. Y creo que en el gobierno hay actitud también, de lo contrario nosotros no hubiéramos venido a La Habana. Creemos en la palabra del presidente Santos, aunque vemos que falta más compromiso para impulsar el proceso. Más determinación en sacar adelante las transformaciones que habría que realizar. Pero ningún diálogo de este tipo es un camino de rosas, presenta dificultades. La grandeza está en tener la paciencia, la ecuanimidad para saltar los obstáculos. El gobierno tiene que ceder, nosotros tenemos que ceder. Más que pensar en las élites que representan y más que pensar en nosotros, las dos partes tenemos que pensar en el pueblo: si pensamos todos en el pueblo colombiano, creo que llegaremos a un acuerdo. La prueba de ello es el avance que hemos logrado en los primeros 10 ciclos de conversaciones.
¿Cuál es el principal avance de estos casi 10 meses de diálogos?
Que a los campesinos se les formalizará la tierra que poseen. Si tomamos en cuenta que algo más del 50% de los campesinos tienen su tierra en situación de informalidad, este es un compromiso muy importante.
Desde los sentidos agudos que ha desarrollado, ¿logra percibir diferencias de actitud o de ánimo entre la delegación del gobierno?
La verdad es que el oído se afina mucho, por necesidad aunque también por placer: a mí me gusta mucho escuchar música, oír los sonidos del bosque, la diferencia del canto de los pájaros, el ruido de la quebrada. Uno aprende a percibir sutilezas y en la entonación, en la vehemencia, en la dicción hay muchos mensajes que yo logro percibir. Cuando uno u otro delegado del gobierno habla del mismo tema, alcanzo a detectar diferencias. Pero, no le voy a negar, yo me ayudo siempre de Alexandra (la holandesa), quien constantemente me está describiendo los gestos, las formas en que se mueven las manos; cuando salen las gotas de sudor, cuando hay expresiones gestuales muy notorias… y eso ayuda mucho.
¿Cuál de los sentidos debe aguzar más el gobierno para sacar adelante estos diálogos?
Debe aguzarlos todos, pero especialmente debe abrir los brazos del alma para sentir los sufrimientos que padecen las mayorías de los colombianos. Un país con tantas riquezas no puede permitirse que 30 millones de sus ciudadanos estén en la pobreza y que de esos treinta millones, alrededor de 10 millones vivan en situación de indigencia.
Volviendo a su vida personal: músico, poeta, escultor, pintor. ¿De donde viene toda esa vena artística?
Mi madre canta. Perteneció a una coral cuando estudiaba en su tierra natal, en el departamento de Nariño. También pinta. Varios de mis tíos tocan instrumentos musicales. Así que ése ambiente, donde siempre hubo literatura, música y pintura, ayudó mucho a nuestra formación. Mi hermano mayor, que fue asesinado, era músico y pintor. Creo que si no estuviéramos en guerra, seríamos pintores o cantantes; o estaríamos declamando, que es más bonito que estar disparando
¿Con cuál de las artes se siente más a gusto?
Con la pintura, que es con la que tengo más limitaciones. Pero he inventado un método para poder sacar las ideas que nacen del corazón (ver video).
¿Un escritor?
Joyce.
¿Un pieza musical por excelencia?
La Novena Sinfonía de Beethoven.
¿Un pintor?
Rembrandt.
¿Algún poeta?
Quiero mucho la poesía de Jorge Artel. Tengo un sentimiento especial por este poeta cartagenero nacido a comienzos del siglo XX. Pero también me estremece un poema de Lenin que se llama Año de Huracanes, y dice: Fue un año de huracanes/el país quedó cubierto de nubes que descargaban truenos y granizos sobre las aldeas/ los truenos abrían profundas heridas en los campos/ y las tinieblas nocturnas/ desiertas de estrellas/ se iluminaban con el fulgor de los incendios…
¿Llegará la luz de la paz?
La luz de la paz está en el corazón de cada uno de los colombianos, lo que pasa es que está un poco opaca; hay que encenderla con la fuerza de la voluntad y de la esperanza. Hay que ponerle fe a este proceso y la mejor manera de atizar el fuego de la paz es que se permita la participación ciudadana. Que no le pongamos líneas rojas a la decisión popular, que es la que más luz puede darle a esta oscura noche de la guerra.
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