COMUNICADO:
La Habana, Cuba, sede de los diálogos de paz. Mayo 3
de 2013
Abril fue el
mes en que, más allá del receso que se dieron las partes para buscar fórmulas
dinamizadoras del proceso y analizar propuestas en beneficio de las mayorías
sumidas en la miseria, se produjeron hechos de mucha trascendencia como la
Marcha por la Paz del 9 de abril, y el Foro sobre Participación Política, que
le han entregado respaldo masivo e insumos al proceso de diálogo, que busca una
solución política al largo conflicto social y armado que estremece a Colombia.
La marcha del 9
abril fue un grito multitudinario de la patria por la paz, que puso en su sitio
a la derecha guerrerista insensata que le mete leña a la hoguera de la guerra,
pero que no manda a sus hijos a morir en la confrontación.
Quiere decir
que el clamor y la oración por la paz de Jorge Eliécer Gaitán, sesenta años
después, sigue tremolando en el corazón de los colombianos. Ya es hora de que
las aguas agitadas por el asesinato del tribuno, por la violencia política y la
exclusión que desbordaron las oligarquías, regresen a su nivel normal.
En el Foro de
finales de abril las fuerzas participantes indicaron, que un problema
fundamental a resolver para desbrozar el camino hacia la paz, es la necesidad
urgente de establecer una verdadera democracia para Colombia.
Más que para la
guerrilla inmersa en un proceso de paz, lo que demandamos del Estado es
participación política para la ciudadanía, democracia plena, hacer realidad la
convicción del Libertador Simón Bolívar, de que la soberanía del pueblo es la
única autoridad legítima de las naciones.
Que la gente
hable de la arquitectura del Nuevo Estado para un escenario de paz, del cambio
de las políticas económicas que durante décadas han victimizado a los
colombianos, del sentimiento de soberanía patria, de una nueva doctrina militar
alejada de la Doctrina de la Seguridad Nacional que engañó por tantos años a
los militares haciéndoles volver sus fusiles contra un “enemigo interno” que
era su propio pueblo.
Un gobierno
democrático no persigue ni reprime la opción política. Educa a los ciudadanos y
a los militares en la cultura de la tolerancia. No permite el asesinato de
quienes reclaman sus tierras violentamente despojadas. Contiene la mano
criminal que ha empezado a exterminar a dirigentes de la naciente Marcha
Patriótica, y proscribe a perpetuidad conductas degradantes como los “falsos
positivos” y el desplazamiento forzoso de la población campesina.
“Pidan perdón”,
es el coro orquestado de los medios masivos de comunicación a quienes
legítimamente se alzaron en armas contra la violencia institucional. Es el
cálculo de la perfidia para ocultar a los verdaderos victimarios. Perdón debe
implorar un Estado que ha suprimido tantos seres humanos de manera desalmada
con su política económica. Por el hambre y analfabetismo, por la concentración
violenta de la tierra, por la guerra que ha impuesto para defender mezquinos
intereses, por la entrega de la soberanía, por el desplazamiento forzoso, por
las masacres que enlutaron hogares humildes, por los desaparecidos, por los
perseguidos y encarcelados, por los niños que mueren de hambre, por las mujeres
y hombres que sienten sobre sus espaldas el chasquido del látigo de la miseria…
En cuanto a la
guerrilla de las FARC, de la mano del pueblo, hemos dicho que cualquier error
que se hubiese cometido en desarrollo del conflicto y de la resistencia armada
a que nos ha obligado el terror de las élites en el poder, estamos dispuestos a
revisarlo en función de la reconciliación. Pero ninguna autoridad moral, tienen
los victimarios y sus tribunales para juzgarnos. Coloquemos en manos de la
Asamblea Nacional Constituyente, del pueblo que es el soberano, las decisiones
fundamentales que deben formar el tratado de paz que necesita Colombia. Que
ella emita su sabia sentencia, entre otros, sobre la conducta de los
contendientes, y sane las heridas de la patria y establezca la reconciliación
perpetua sobre bases de equidad, democracia, libertad, dignidad y soberanía.
Ningún aporte
hacen a la paz, mentiras como las lanzadas en el departamento de Sucre por el
ministro de agricultura Juan Camilo Restrepo y otros altos funcionarios
públicos. Se repite la escena engañosa del gobierno en San Vicente del Caguán
endilgando a las FARC el despojo de tierras a los campesinos. Ni un solo
centímetro de los Montes de María y las sabanas de Sucre y de Bolívar ha sido
ni es propiedad de las FARC-EP que ha combatido hasta las últimas consecuencias
por los intereses de las pobrerías perseguidas por el terror del Estado y de
unos gamonales, que aliados con el paramilitarismo y la Infantería de Marina
sembraron de fosas comunes ese martirizado escenario de ordeñadores y
jornaleros, de piguas y labriegos, que por décadas han vivido en condiciones de
feudalismo.
Es el despojo a
sangre y fuego protagonizado por siniestros personajes, como
Álvaro “El
Gordo” García, lo que han sufrido los campesinos de Sucre. No son las FARC las
que han quitado la tierra; pues la historia de terror de saqueo y muerte en esa
región, tiene como protagonistas a encopetados truhanes como Miguel Angel Nule
Amín, el ex gobernador uribista Salvador Arana, los Guerra Tulena y De La
Espriella, o los Visbal Martelo, entre tantos otros criminales que con su
credencial de políticos y ganaderos, se aliaron con el sanguinario paramilitar
Rodrigo Cadena para perpetrar las más terribles matanzas.
Nadie puede
olvidar que el accionar de las FARC en defensa de los campesinos, se hizo
contra los que ejecutaron masacres como las de El Salado, Macayepo, Pichilín y
Chengue.
¿Por qué el
ministro de agricultura, en vez de lanzar mentiras que encubren la impunidad,
no le recuerda al país que elementos como el comandante de la Primera Brigada
de la Armada Nacional, contralmirante Rodrigo Quiñones, son responsables
directos de la tragedia y el luto del pueblo sucreño al actuar en complicidad
con bandas paramilitares y políticos asesinos?
Señor Ministro,
no sea cómplice de tanta atrocidad. Usted sabe bien que los Montes de María y
la sabana aledaña, están infestadas de testaferros de estos asesinos, que
cínicamente fungen como “tenedores de buena fe” de unas tierras –el ministerio
lo sabe- que fueron arrebatadas a campesinos humildes.
El pueblo
colombiano movilizado hoy por la paz no debe tolerar este tipo de
procedimientos que no hacen más que sabotear los esfuerzos de reconciliación y
los avances ostensibles en la construcción del acuerdo, que hoy puede presentar
la Mesa de La Habana.
Nos corresponde
a todos defender, con cuerpo y alma, la solución política del conflicto social
y armado. Aquí están las FARC llenas de optimismo y determinación, con un
equipo reforzado con nuevos cuadros, entre los que se encuentra otro integrante
del Secretariado, el comandante Pablo Catatumbo, aportando creatividad al
propósito de la paz.
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