Olmedo Ruiz, del Frente 36 de las FARC |
Por Maylín Vidal, Prensa Latina *
La Habana (PL) Subió a las selvas colombianas con
apenas 16 años, víctima de la exclusión, la miseria y la pobreza, y allí, como
guerrillero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo
(FARC-EP) ha vivido más de tres décadas.
(Galeria de fotos de la Trocha Guerrillera:)
Hoy Olmedo Ruiz
es el segundo comandante del Frente 36 del bloque Iván Ríos y está en La Habana
para intentar buscar la paz en su país junto a sus compañeros en la mesa de
diálogos con el gobierno de Juan Manuel Santos.
Convertido en
uno de los estrategas militares de esa fuerza insurgente, los años de
guerrillero, en el monte, entre balas, lo han fortalecido y convencido de que
luchar “es la única alternativa para conquistar una paz con justicia social”.
Hijo de
campesinos, Olmedo Ruiz conversó en exclusiva con Prensa Latina sobre su vida,
sus miedos, sus sueños:
PL: Cuénteme de
sus inicios en la guerrilla, cómo llegó a ella, por qué decidió este camino.
OR: Mi llegada
a las FARC obedece a las mismas circunstancias que ha vivido el país durante
muchos años, donde hay muchas dificultades, pobreza, exclusión, donde los
jóvenes no tienen alternativa de vida, donde el futuro es bastante oscuro y se
les niega a todos los derechos.
Estos problemas
hacen que al interior de los jóvenes -quienes son los que más deciden tomar las
armas-, se generen resentimientos y rebeldía con respecto a lo que se les viene
encima. Así se entra a la organización, con la idea de buscar un país diferente
y construir una sociedad distinta para todos los colombianos.
Cuando llegamos
a las FARC no tenemos mucha conciencia social pero la guerrilla, que es una
organización política militar, se inspira en el pensamiento del libertador
Simón Bolívar, en las ideas marxista-leninistas, nos va aclarando más la
realidad y hacemos conciencia de clase y sentido de pertenencia. Eso nos
conduce a volvernos más optimistas con respecto a la lucha que estamos
librando.
A través de esa
filosofía y de la misma realidad que vivimos sabemos que la única alternativa
es luchar para conquistar una paz con justicia social. La mayoría de los
jóvenes que se unen a las FARC vienen frustrados, otros llegan con nivel de
conciencia, han tratado de buscar un espacio para la lucha política y se les ha
cerrado.
Estamos
hablando de un régimen con una oligarquía sanguinaria que ha gobernado al país
a través de la intimidación, que ha cerrado los espacios a la oposición
política y, además, es culpable de la violencia de los latifundistas contra los
campesinos.
PL: ¿Cómo es la
vida en la guerrilla?
OR: La vida en
la guerrilla es muy familiar, hay cohesión, respeto, una lucha permanente por
ir construyendo el hombre nuevo. Existe una transformación en la mente de cada
uno de nosotros y en esa misma vida nos esforzamos por ir quitándonos los
vicios y antivalores que el mismo sistema capitalista genera en la sociedad: el
egoísmo, el individualismo, el de sálvese quien pueda.
Aquí hay
espíritu de compañerismo, luchamos por la verdad y la franqueza, por la ayuda
recíproca. Nosotros estamos enfrentados a las mismas circunstancias, no hay
exclusión, los riesgos los asumimos todos los combatientes.
Nos toca pasar
por los mismos momentos difíciles: si hay hambre, hay hambre para todos, si hay
momentos alegres, todos los disfrutamos, si tenemos la pérdida de un compañero
lo sentimos, si hay un triunfo, lo celebramos, llevamos el mismo dolor porque
tenemos las mismas aspiraciones y sueños; somos hijos de pobres, campesinos,
obreros, enfrentados a un mismo sistema, productos de ese mismo sistema.
PL: Usted es el
segundo al mando del Frente 36 de las FARC. Como estratega militar, ¿cuál ha
sido el momento más complicado que ha tenido que enfrentar?
OR: En la lucha
guerrillera casi todos los momentos son difíciles; no es fácil enfrentarse a un
enemigo que también está armado, con experiencia, que sabe traquearnos, que nos
hace emboscadas, pero siempre hay momentos más complejos que otros.
Por ejemplo,
uno de los más difíciles fue el inicio del Plan Patriota. Anteriormente habían
operaciones militares y al término de tres meses pasaban. Cuando llega este
Plan, se extiende en el tiempo y se inicia con el bloqueo económico.
Estábamos en
una región con enfermedades complicadas como el paludismo, la leishmaniasis,
nos bloquearon la posibilidad de atender a los enfermos, el abastecimiento, el
ejército desplazó a los campesinos, nosotros nos quedamos enfrentados al
enemigo.
No son
operaciones de tres y cuatro meses sino permanentes, ahí todo se hace más difícil
y después hay momentos muchos más delicados, como cuando tenemos que mover a
los heridos de un lugar a otro.
Eso a uno lo va
endureciendo, pero también lo fortalece, porque tenemos que enfrentarlo con más
determinación y decisión.
PL: Varios medios
de prensa colombianos han recogido declaraciones del senador Carlos Ramiro
Chavarro, quien acusó al Frente 36 de incumplir con el cese al fuego unilateral
decretado el 20 de noviembre último, al inicio de las conversaciones con el
gobierno. ¿Cómo responde usted a esto?
OR: Nosotros no
incumplimos ningún cese al fuego, lo que ocurrió fue un accidente. Desde
Colombia el Estado ha tenido toda la intención de aislarnos, de incomunicar al
pueblo de lo que está pasando en La Habana y que se informe sobre la realidad,
a la insurgencia le quitan la interlocución.
Cuando aquí se
leyó la declaración del cese al fuego, allá habían empezado algunos muchachos a
hacer una tarea concreta. Salieron incomunicados. Somos un ejército móvil,
actuamos a través de pequeños grupos porque no podemos concentrarnos en grandes
unidades, por la ayuda tecnológica que le ha brindado Estados Unidos al
ejército colombiano.
Esos muchachos
salieron incomunicados porque el peso que llevaban no les permitía un radio HF;
como la noticia no se difunde, entonces no escucharon el comunicado.
Nosotros
queremos la paz, el Frente 36 obedece todas las decisiones que se den en los
organismos superiores. En las FARC hay unidad de mando y cohesión, tenemos una
disciplina que nos unifica y unas aspiraciones y anhelos que nos unen: la paz.
Alguien puede
no estar de acuerdo con una cosa pero aplicamos el centralismo democrático, la
minoría se ajusta a la mayoría. En nuestro caso no se da eso porque nos unen
los documentos de la organización, las aspiraciones de una paz con justicia
social, los mismos deseos por los que luchamos y estamos dando la vida, eso
sería un contrasentido.
PL: ¿Ha sentido
miedo, le han dado ganas de renunciar?
OR: Renunciar
nunca, porque uno es bastante arriesgado. Cuando entra, se empieza a enamorar
de la vida y de la causa; después, transcurrido un tiempo, cada vez es más
consciente de los riesgos que le toca afrontar.
Siempre digo
que lo contrario del miedo no es el coraje, sino la fe. No hay posibilidad de
dar un paso atrás sino luchar con más determinación. Esto hace que cada vez uno
ame más a su pueblo, a su causa, a la organización y la vea como algo que se va
convirtiendo en una alternativa para que todos los colombianos podamos tener un
país amable, en paz y con completa felicidad.
PL: ¿Puede
relatarme alguna anécdota que particularmente lo ha marcado en estos años de
lucha en las FARC-EP? ¿Cómo recuerda, por ejemplo, a sus cuadros
fundadores?
OR: Tuve la
oportunidad de estar al lado de algunos camaradas como Manuel Marulanda, un
hombre muy humilde y consecuente. El hecho de estar más de 60 años en el monte
eso dice lo que fue, con mucho espíritu de sacrificio.
Creo que nadie
ha tenido ese tiempo de estar en la selva con el riesgo de las bombas,
enfrentando la naturaleza, el clima, con la dormida a la espalda, con la comida
a la espalda, para eso se necesita mucha fe y confianza, mucha voluntad y
espíritu de sacrificio hasta el triunfo o la muerte.
También tuve la
oportunidad de estar unos días al lado del camarada Alfonso Cano, alguien muy
valioso. De él admiro que, aunque fue un intelectual con ciertas comodidades en
la ciudad, la abandona y se va a asumir la lucha armada al lado de los
campesinos, de la ciudad al campo.
Para mí eso es
muy valioso. Murió con las botas puestas, con las banderas en alto.
Recibí también
cursos del camarada Jacobo Arenas quien, cuando se dio la operación de
Marquetalia (Tolima), fue al núcleo de campesinos allí reunidos con la
intención de liderar ese movimiento. Junto a Marulanda, comenzó a formar la
guerrilla, a darle las luces y ponernos en el camino en el que estamos ahora.
PL: Para usted,
¿cuál ha sido el momento más doloroso que ha tenido que enfrentar por
entregarse a esta causa?
OR: Hay muchos
momentos dolorosos, pero hay otros que exigen mucha voluntad y decisión para no
derrumbarse. Estuve preso en 1993 y salí en libertad, supuestamente sin
libertad, el 2 de febrero de 1997. La cárcel siempre ha sido una prueba para
nosotros los revolucionarios, la asumimos como otra trinchera de lucha.
La cárcel es
difícil para uno que está acostumbrado a tener mucha energía con muchas ganas
de hacer cosas. Sentirse impotente, limitado de su espacio, acuñado y humillado
por los guardias y el régimen.
Uno lo asume
como un reto y no se deja amilanar ni se derrumba, esas experiencias nos
endurecen y nos hacen madurar.
PL: De firmarse
un acuerdo con el gobierno que permita a las FARC-EP sumarse a la vida
política, ¿como se reintegraría usted a la vida urbana? ¿Está preparado?
OR: El anhelo
de nosotros es que esto tenga un feliz puerto. Por eso estamos agotando estas
posibilidades, siempre y cuando la oligarquía exprese esa voluntad y el pueblo
se movilice.
Sí estamos
preparados, creo que si estamos en esto es porque nosotros no luchamos por la
violencia sino por la paz, porque todos los colombianos tengamos una vida
normal.
De llegar a
concretarse la paz, significa que vamos a tener esa vida sin ser perseguidos ni
excluidos, no solo los combatientes sino todo el pueblo colombiano.
Es muy difícil
que exista paz donde hay hambre y otros tengan el estómago lleno. Donde unos
pocos viven en mansiones lujosas y muchos en tugurios donde se les cae el
rancho.
Es difícil
vivir donde unos tengan y otros no tengan nada, donde unos puedan hablar y
opinar y hacer parte de la construcción del país y los otros sean reprimidos.
El día que nos
den las garantías de vivir dignamente pues estamos preparados porque nosotros
luchamos por un proyecto de vida.
PL: Han sido
cuatro intentos de paz. ¿Como se imagina usted a Colombia en un futuro?
OR: Sí, son
cuatro intentos en los que las FARC hemos hecho todo lo que ha estado dentro de
nuestro alcance, hemos tocado las puertas de la reconciliación para que esto
termine con un acuerdo donde todo el país tenga una paz con justicia social,
ese es el anhelo de nuestra organización y de la mayoría del pueblo.
Hay algunos que
aman la guerra porque les permite privilegios y los sostiene en el poder,
porque les da ingresos económicos a través de la alianza con las
multinacionales y también la posibilidad de mantener a un pueblo sumergido.
Nosotros nos
imaginamos a un pueblo en paz siempre y cuando se desmonten las causas que
hicieron que nos levantáramos en armas.
Para que haya
paz tiene que desaparecer el hambre, la violencia contra los campesinos, que
ellos tengan sus tierras y sus créditos, capacitación para que puedan producir
y darle valor agregado a sus productos. Que tengan la asistencia médica en el
campo, recreación, una vida digna.
Queremos un
país donde no haya violencia por parte del Estado. Tienen que existir cambios
estructurales donde no haya un régimen antidemocrático, donde los únicos que
pueden gobernar son los partidos que defienden los privilegios de la burguesía
y las transnacionales.
Para que
nosotros podamos vivir en paz, tranquilos y felices se tienen que demoler todas
esas estructuras, ese modelo económico, hecho para la acumulación del capital,
de unos pocos incluidos expresados en tratados de libre comercio que para
nosotros son tratados impuestos.
PL: En 2014,
las FARC-EP cumplirán 50 años de lucha. ¿Cuánto le apuestan a este
proceso?
OR: A este
proceso no le hemos puesto límite; es casi medio siglo de confrontación
política y militar, por eso no se puede decir que se resolverá en seis meses,
en un año. Para que esto tenga buen futuro, tiene que haber el acompañamiento
popular, hay que esperar que el pueblo se pronuncie, diga sus iniciativas y
propuestas.
Buscar cómo
llegar a un punto para lograr lo que queremos, la terminación del conflicto
armado. No se trata de silenciar nuestros fusiles, este conflicto se termina
cuando el Estado haga reformas estructurales en lo económico, político y
social.
La oligarquía parte
de que son siete meses o un año porque tienen una visión diferente, para ellos
la paz es callar nuestras armas.
Para nosotros
la paz es la igualdad en todos los sentidos, que al menos se acorten las
brechas de esas desigualdades abismales que hay en Colombia, para que podamos
vivir dignamente y reconciliados.
*Periodista de
la redacción América del Sur de Prensa Latina.
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